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Cultura  |  21 marzo de 2024  |  12:00 AM |  Escrito por: Administrador web

Libro: El secreto de Spinoza

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Ámsterdam, 1640. Un judío es expulsado de la sinagoga por cuestionar las Sagradas Escrituras. Un niño asiste al acontecimiento. El pequeño Bento de Spinoza es considerado el mayor prodigio de la comunidad portuguesa en Ámsterdam, pero este episodio planta en él la semilla de la duda. ¿Y si la Biblia estuviera equivocada?

La sospecha llevará a Bento a la mayor búsqueda intelectual de todos los tiempos. ¿Quién escribió realmente los Textos Sagrados? ¿Cuál es la verdad sobre Dios? ¿Qué es la Naturaleza? No obstante, se trata de una búsqueda prohibida y pronto el joven judío, sefardí hispano-portugués, descubrirá que tendrá que pagar un precio terrible por sus preguntas. Los rabinos judíos y los predicadores cristianos lo perseguirán y acusarán del peor de los crímenes:

Herejía:

Inspirado en la prodigiosa vida de Spinoza, uno de los filósofos más grandes de la historia, José Rodrigues dos Santos nos muestra cómo Bento de Spinoza puso final a la Edad de las Tinieblas e inventó el mundo moderno.

“El pequeño se encogió en su sitio, aterrorizado por estar en la sinagoga con alguien que había cometido un delito tan hediondo; casi tenía miedo de que sus pecados fueran tan contagiosos como las pestes que periódicamente asolaban al país. Se giró para observar al hombre que se había colocado en un rincón del edificio. ¿Qué tipo de persona sería capaz de ofender a Shaddai, el Todo Poderoso?

—¿Cuáles... cuáles fueron las ofensas?
— ¡Shh! ¡No me dejas ver!

En ese momento, Uriel se quitaba la chaqueta y después la camisa, quedó con el pecho al descubierto. Bento miró a sus hermanos, perplejo. ¿Un hombre enseñando el torso? ¿En plena sinagoga? ¿Qué estaba pasando? A una señal del guardia, Uriel abrazó una columna. El guardia se acercó a él con una cuerda y le amarró las manos, atándolo a la columna. La congregación seguía los acontecimientos aguantando la respiración, como si estuvieran
hipnotizados. Sabía que de sus hermanos no iba a obtener ninguna información, así que Bento volvió a buscar a su padre.

—¿Qué van a hacer?

Su padre no respondió, ni siquiera hizo falta, ya que en breve los acontecimientos lo iban a aclarar todo. El jazán que guiaba los cantos en la sinagoga se acercó a Uriel con una cuerda oscura y, como si se ejercitara, la sacudió en el aire provocando un estallido seco. Un corto «¡oh!» se escuchó en la congregación y Bento vio que al final no se trataba de una cuerda. Era un látigo. El jazán levantó el látigo y al tiempo que recitaba un salmo, dio a Uriel el primer golpe”.

Página 15

“Bento buscaba respuestas a todas esas preguntas. ¿La ley oral era una invención de los hombres? ¿Moisés no había escrito la Torá? No podía ser. Era falso. Tenía que ser falso. Estaba claro que la ley oral tenía inspiración divina, estaba claro que el alma era inmortal, estaba claro que Moisés había escrito la Torá. Todos lo decían, todos lo sabían, nadie dudaba. Excepto Uriel. Se había equivocado, como era lógico. No podía tener razón. Se
había vuelto loco, seguramente. Loco de remate. Nada de lo que defendía tenía ningún sentido. Nada de nada”.

Página 41

“El rabino jefe no lo dijo, pero en secreto empezó a alimentar grandes proyectos para el pequeño Bento Spinoza. Aquella reunión le sirvió para testar al alumno, que superó sus mejores expectativas. No cabía la menor duda, una mente así era un portento en capacidades, una maravilla nunca vista, seguramente una dádiva de Shaddai, el Todo Poderoso, para la comunidad portuguesa de Ámsterdam. Cometería un delito contra Dios, bendito sea Su nombre, si no le diera su debido uso. Y tal uso solo podía ser uno. Aquel chico estaba sin duda destinado a ser el futuro rabino jefe de la Nação”.

Página 62

“—La Biblia está errada.
—Voilà! —exclamó Isaac—. Al contrario de lo que se dice por ahí, la Biblia no cuenta la historia de los hombres, cuenta solo la historia de los judíos y de la misión que Dios les dio: erigir Su reino en la tierra. Adán no fue el primer hombre, fue el primer judío. Y Eva fue la primera mujer judía. Las Sagradas Escrituras no son más que una versión incorrecta de lo que verdaderamente pasó. Es más, basta ver que es falso que haya sido Moisés quien escribió el Pentateuco, n´est ce pas?

Todo aquello encajaba en lo que Bento había ido constatando a lo largo de los años, desde las incongruencias que bien pequeño había detectado en la Biblia, hasta lo que Van den Enden le había enseñado recientemente. Todas esas ideas iban madurando en su cabeza y sintió que dentro de poco no iba a conseguir mantener en secreto esos pensamientos”.

Página 144

“Lo que yo pretendo de verdad es decir las cosas de una forma sutil para que las personas piensen, para que empiecen a interrogarse, a poner en tela de juicio las supersticiones que les rodean, para que se preparen para usar la razón hasta donde esta las pueda llevar. Solo así será posible derribar este reino de mentiras que nos cerca y levantar una república que viva en la verdad.

—¿Y cuál es la verdad, señor De Spinoza?

Con esa pregunta, el visitante lo retaba de alguna forma y era solo eso lo que faltaba para que Bento se descubriera finalmente. Estaba harto de juegos de palabras, harto de sobreentendidos y de sentidos ocultos, harto de estar siempre escondiéndose de todo y de tener que medir cada sílaba que pronunciaba; y muchas veces, ni siquiera había conseguido hacerlo, ya que claramente, su naturaleza no era de caute. Por eso, en ese momento, Bento decidió por fin soltarse de sus inhibiciones y liberar la verdad inaceptable que durante tantos años había tratado de enmascarar con palabras aceptables. Había llegado el momento de desvendar su secreto”.

Página 570

Sobre el autor

José Rodrigues dos Santos nació en Mozambique en 1964. Es periodista de Rádio e Televisão de Portugal (RTP). Ha trabajado en Rádio Macau y la BBC, y ha sido colaborador permanente de la CNN. Con dos doctorados, realizados en Lisboa y París, ha sido profesor durante veinticinco años en la Universidade Nova de Lisboa. Como novelista ha sido distinguido con los premios a la mejor novela de las librerías Bertrand y del Portal da Literatura, el Prémio Clube Literário do Porto y el Prix Littéraire de la Lusophonie. Esta es su vigésimo quinta novela.

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