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Colombia  |  21 marzo de 2024  |  12:00 AM |  Escrito por: Administrador web

¿Es posible educar para la felicidad?

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Según la Unesco en su último Reporte Mundial de la Felicidad 2023, Colombia ocupa el puesto 72 en el ranking que mide la felicidad en el mundo. Con relación al año anterior, descendió seis puestos, y ni siquiera se encuentra entre los diez países más felices de América Latina. ¿Qué es la felicidad y por qué es tan importante para las personas? ¿Se puede medir qué tan felices somos?

En un mundo cada vez más complejo e interconectado, la búsqueda de la felicidad se ha convertido en un anhelo casi universal. Sin embargo, la felicidad es colectiva y social; es por ello que se convierte en un motor del desarrollo sostenible. La educación es clave para lograrlo.

En 2013, desde las Naciones Unidas establecieron que cada 20 de marzo se celebre el Día Internacional de la Felicidad, no sólo pensándola desde lo individual, sino principalmente desde una mirada global y social. “No dejemos a nadie atrás”, nos propone. Ahora bien, ¿cómo podemos saber a ciencia cierta que somos felices?

El Informe Mundial de la Felicidad 2023, publicado por UNESCO, señala que Colombia se encuentra en el puesto 72. El año anterior se había ubicado en el 66. Esta variación negativa, va a contramano de lo que sucede en el promedio de los países de América Latina.

“El ranking de Felicidad nos ofrece una herramienta valiosa para comprender que este sentimiento está profundamente ligado a la calidad de vida y al bienestar social. Pero si no podemos ponernos en el lugar de los demás, si no podemos mirar el mundo empáticamente, tanto para interactuar socialmente, como para construir soluciones a los problemas que nos afectan a diario en lo micro y en lo macro, es difícil que podamos transformar aquello que nos afecta negativamente”, comenta Tomy Megna, Co-fundador y Director ejecutivo de Learning by Helping.

“En este contexto, la empatía juega un papel fundamental. La capacidad de ponernos en el lugar del otro, de comprender sus emociones y necesidades, es la base de una sociedad más justa y solidaria. La educación, por su parte, es la herramienta clave para fomentar la empatía y construir un mundo más feliz.”, agrega Tomy Megna.

En América Latina, la situación económica es uno de los factores que más influye negativamente en la felicidad. En contraparte, los niveles de satisfacción suelen ser más altos cuando el contexto social, ambiental y político acompañan.

¿Qué lugar tiene la escuela y los espacios educativos en esto? Quienes educan tienen un rol clave en la vida de sus estudiantes, su rol como educadores cobra relevancia porque son grandes agentes para el cambio sistémico. Los docentes tienen la oportunidad de inculcar valores como la solidaridad, la cooperación y la responsabilidad social. La educación debe ir más allá de la mera transmisión de conocimientos, y debe enfocarse en el desarrollo integral del individuo, incluyendo su capacidad de comprender y conectar con los demás.

“UNESCO entendió que este camino puede generar grandes cambios y nos acompañó en el diseño de una propuesta para que 10.000 docentes de la región puedan formarse gratuitamente en innovación social para el desarrollo sostenible. La Certificación que lanzamos en conjunto sigue sumando inscriptos y nos llena de orgullo saber que podemos ayudarlos a salvar el mundo”, destaca.

Educar para la felicidad ¿De qué forma?

Tomy Megna explica que la metodología Learning by Helping ya está presente en más de 90 países, la cual invita a trabajar en el análisis de problemas a partir de distintas herramientas y conceptos para poder alcanzar los niveles más altos de empatía y trabajar esta etapa de exploración de forma simple e intuitiva.

“Una de estas herramientas es el mapa de empatía, que nos permite identificar en el usuario principal (o secundario) cuál es su contexto y cualquier información que nos ayude a encontrar las características que lo representan. No alcanza con “saber” qué le pasa, sino que hay que “sentir” lo que le pasa a la otra persona para poder encontrar una solución verdadera. Este mapa se basa en seis preguntas: ¿Qué piensa y siente? ¿Qué ve? ¿Qué oye? ¿Qué dice y hace? ¿Cuáles son sus esfuerzos? ¿Cuáles son sus resultados?”, señala Megna.

Y agrega: “Esto nos permite trabajar en el desarrollo de proyectos y soluciones desde una mirada empática. Por citar un ejemplo, una herramienta como el Crazy 24 nos permite que cualquier persona piense 512 ideas en 24 minutos para dar con aquella que resulte diferenciadora. ¿Qué sucedería si llevamos esta metodología a todos los espacios educativos, formales y no formales, de la región? Estaremos un paso adelante a la hora de generar propuestas que permitan que el mundo sea un lugar más feliz para todas las personas que lo habitamos”.

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