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Judicial  |  03 abril de 2024  |  12:00 AM |  Escrito por: Miguel Ángel Rojas Arias

La tristeza está en mí, la mujer de luto en el plantón del Palacio de Justicia

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Miguel Ángel Rojas Arias

Mientras todos gritaban contra el sistema judicial y pedían cárcel para Melissa Cortés, en el plantón frente al Palacio de Justicia, recostada en un poste, una joven mujer, toda vestida de negro, sollozaba, en un prolongado rostro de tristeza. Ella no hablaba, ni gritaba. La algarabía se tomó la calle del Palacio de Justicia de Armenia, alentada por personas que llegaron de distintos puntos de la ciudad, con sus teléfonos celulares, para mostrar la protesta en sus redes, e interpretaron arengas y cantos, con entusiasmo, pero sin una tristeza evidente por la muerte del vigilante de carros Arles Arbeláez, muerto el Viernes Santo en la mañana, tras ser arrollado por un vehículo de alta gama conducido por Melissa Cortés. Al plantón no asistieron la esposa ni la hija de la víctima. Una tía-mamá y una prima hermana, también expresaban rostros de tristeza.

Allá, arriba, en el Palacio, entre tanto, se desarrollaba la audiencia contra la autora de esta muerte que provocó pena en la sociedad de Armenia porque el humilde vigilante de carros era reconocido como un hombre serio, responsable, respetuoso y callado, en su actividad, cuando atendía una clientela de clase media y alta en las afueras del supermercado Laureles, del norte de la capital del Quindío.

Los medios de comunicación se fijaron en la algarabía, en los que hablaban, en aquellos que pedían a gritos justicia y cárcel para la procesada, incluso, hubo algunos inocentes alaridos que clamaba cadena perpetua y hasta pena de muerte, en un país donde estas dos penalidades no existen. Y mientras esto pasaba, allá atrás de todos, recostada en el poste, la mujer de negro sollozaba, con una cara de tristeza y de verdadero dolor que solo el cielo gris de la tarde entendió en su infinita soledad.

Se llama Ángela Arbeláez, y es una de los tres sobrinos de Arles. “Era un hombre infinitamente alegre y mi tristeza es porque hemos perdido parte de la alegría, que irradiaba en toda la familia mi tío Arles”, me confesó en medio del llanto. “Nada nos lo va a devolver, ni los gritos, ni los reclamos, se nos fue la alegría”, precisa Ángela.

Ella lo recuerda en las reuniones familiares: “Las fiestas no tenían sentido sin Arles. Todos estábamos pendientes de que llegara mi tío para alegrar el ambiente, para sentir los abrazos, para disfrutar de una luz que iluminaba los espacios donde estábamos. No tenía enemigos, todo aquel que lo conoció lo sentía, lo palpaba como amigo. Es una verdadera pérdida, para la familia y para una sociedad que necesita mucha gente como él”, recalca.

Esa cara triste, esos ojos llorosos, esa conmoción y pena por la muerte de Arles, no se la vimos casi a nadie en el plantón de este martes en el Palacio de Justicia, esa tristeza es solo mía, diría, en este sitio, Ángela, en silencio, luciendo un luto riguroso, que más allá de su traje y su cara de aflicción, reflejaba un alma conmovida porque le han matado la alegría.

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