Cuando hablamos de ser colombiano estamos hablando de una enorme riqueza que ya nuestra Constitución del 91 reconoce como un país multi-écnico y pluricultural, donde convergen elementos de mixtura racial, social, demosóficos, coreográficos, gastronómicos y un sinnúmero de factores que determinan ese patrimonio intangible que llamamos ‘cultura’. Las manifestaciones artísticas se constituyen como uno de los valores agregados que le dan permanencia en el tiempo a esta cultura y la preservan del olvido en tiempos de la globalización.

Resulta pues un contrasentido pragmático en una región que pretende consolidarse como destino turístico para el mundo, la aplicación de un Código de Policía que criminaliza, persigue y banaliza estas manifestaciones en lugares públicos.

Lo ocurrido en días pasados a uno de nuestros artistas quindianos, tristemente conocido por el incidente con un grupo de policías como ‘el trompetista’ nos lleva a cuestionar el papel del arte en nuestra sociedad quindiana y a plantearnos reflexiones profundas acerca de cómo nos ven los habitantes de nuestro territorio y los visitantes que cada día son más y más frecuentes. Resulta paradójico que, en ciudades de altísimo tránsito turístico como New York, Buenos Aires, Lima, Madrid, Paris, México DF, entre muchas otras, el arte callejero esté bien visto, reconocido como un trabajo digno (y dignificante para el ser humano) y que sea Colombia el país que castigue con multas salidas de toda proporción a quienes quieren comunicar su arte en lugares públicos.

¿Acaso es un delito compartir los dones y talentos? ¿Hace daño la música a los espectadores? ¿Se violenta la integridad humana? Indignados por esta reacción policial y amparados en nuestro Derecho Constitucional a la protesta pacífica, quisimos manifestar nuestra inconformidad con la persecución y continua estigmatización de las expresiones culturales en la ciudad, realizando el Gran Plantón en defensa del Arte Callejero en las afueras del Portal del Quindío, lugar de los lamentables hechos contra nuestro compañero y artista Carlos Rodríguez, ‘el trompetista’. A las 5:00 p.m. del viernes 20 de julio comenzó la manifestación llena de colores, música y arte por doquier. No concebimos que el llamado a la acción policial sea por cuestión de talento y no por inseguridad. Los turistas y armenios entendieron la protesta, nos expresaron apoyo y apreciaron cada una de las interpretaciones musicales y teatrales con la que quisimos proclamar que “la luz de la humanidad es su arte”.

Es momento de plantearnos reflexiones filosóficas respecto a cuál es el alcance del arte en una sociedad. Frases como: “Si estás acostumbrado al ruido de la ciudad, pero te incomoda el arte, algo muy malo le ocurre a tu alma”, “La humanidad usa espejos de cristal para ver reflejado su rostro; el ARTE, para ver un reflejo de su ALMA”, “Persigan el delito, no el ARTE”, se leían en los carteles aportados por los artistas en la actividad.

Finalmente se planteó una reflexión adicional acerca de la necesidad de permitir una ‘dosis personal de arte’ para propios y extraños en nuestro territorio.