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Cultura  |  05 septiembre de 2018  |  01:01 AM |  Escrito por: Robinson Castañeda

Desde Argentina hasta Estados Unidos en bicicleta

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De Argentina hasta Estados Unidos en bicibleta

Alby dijo que ella prefería cruzar Suramérica en bicicleta. Fue una frase suelta pero contundente. Cuando terminó de hablar, Sebas, su esposo, quedó estupefacto. Tuvo una revelación. El tiempo que él había pedido de licencia no remunerada en la empresa eran solo seis meses y quería aprovecharlo al máximo en una aventura inolvidable que como familia los uniera aún más. Vio la oportunidad y la tomó.

El comienzo antes del comienzo:
Muchos años antes él se había preguntado si tener una familia le impediría seguir siendo libre. Lo pensó en un viaje que hizo a Suecia en moto desde su natal Italia. Apenas tenía 22 años y no quería parar.

Alby por su parte inició la aventura de recorrer el mundo a los 15 años, pero la experiencia más significativa fue cuando recién cumplió los 18 y se marchó como voluntaria a Chad, en África central, uno de los países más pobres del planeta. Ese tiempo le cambió la vida y le enseñó que la solidaridad era parte vital de su existencia.

El proyecto de recorrer Suramérica en bicicleta, después de esa conversación entre los dos, poco a poco tuvo sentido a punta de pulir muchos detalles. La licencia se acabó y Sebas junto a Alby trabajaron en la idea que ya tenía un nombre propio: Biocybling. Como una parte de la utopía que parece no terminar aún, la empresa donde él laboraba vio el potencial del plan y decidió invertir siendo uno de los primeros patrocinadores.

Ella se encargó entonces de la parte logística o como la llama “ la burocrática”, que consistía en sacar los pasaportes, hacer cronogramas, diligenciar permisos de transporte, reservar tiquetes de avión, comprar seguros médicos entre otros. Mientras tanto él buscaba inversionistas para su gesta familiar y asistiendo por motivos de trabajo a ferias, exposiciones, congresos y demás eventos relacionados a la alimentación saludable, la energía renovable y la agricultura orgánica.

Sebas conversaba con empresarios, medía tiempos, diseñaba estrategias, conocía rutas por América del Sur y ya todos juntos, también con sus dos hijas llamadas Ángela y Ana que para ese momento tenían 7 y 5 años respectivamente, iniciaron el acondicionamiento físico para cuando llegara el momento de la verdad, poder dar firmes los primeros pedalazos desde Ushuaia en el sur de Argentina, hasta Cartagena de Indias en Colombia. Estaban concentrados. No habia salidas con amigos a tomar cervezas o a comer pizzas. No iban de compras o al cine. No tenían gastos de más. Cuanto Euro obtuvieron fue ahorrado e invertido en el viaje.

Las familias de ambos no sabían del proyecto y solo se enteraron hasta cuando fue una realidad inevitable. Ellos solo buscaban llenarse de buenas energías y que nada ni nadie les dijera que no era posible “Una locura de tal tamaño”. Porque nunca, ni Sebas ni Alby lo vieron como algo demencial y desde el comienzo han obrado con responsabilidad, sobretodo para proteger a las niñas y contrario a lo que muchos opinan, la seguridad ha sido algo primordial que llevan como parte del equipaje.

Con el patrocinio de una empresa de bicicletas de Alemania, que son diseñadas para grandes trayectos, lograron tener una pieza importante del plan. En teoría todo estaba listo y con algunos ensayos a recorridos cercanos en Italia lo comprobaron. Él aprendió a desarmar y armar los vehículos con “Algo de destreza”, según reconoce, a lo que agrega:

“Soy un amante de las bicicletas. En 2006 hice un viaje a Islandia en este vehículo y entendí el significado de moverse con libertad y sin contaminar el planeta”.

Mientras aprendía mecánica conoció el continente latino por medio google maps, sabiendo de memoria la salida y la llegada con antelación, y gracias a contactos en Argentina ya tenía un lugar inicial donde comenzar a vivir el sueño.

El principio:
El 31 de diciembre del 2015 estaban ad portas de la travesía. Sacaron todo del apartamento al que no regresarían en muchos meses o quizás años.

“Fue un último instante de ver y tocar cada cosa que luego se guardaba en cajas, pues no sabía cuando las iba a volver a tener entre mis manos”, recuerda Alby.

El vuelo intercontinental se programó para el 11 de enero del 2016. Un primer viaje lleno de tensión por el peso y tamaño del equipaje, según las normas del aeropuerto, lo cual amenazaba con tener que apartarlo y así retrasar el cronograma por tiempo indefinido.

Sebas lo recuerda como algo que puso en riesgo el proyecto pero que fue resuelto con pericia.

“El regalo más grande que me dio el universo en esos días fue que las bicicletas llegaron completas y en buen estado al aeropuerto en Argentina”, dice él.

La primiparada con la cultura latinoamericana a modo de bienvenida fueron los 50 dólares que pagaron por el servicio de taxi para llevarlos durante tres kilómetros hasta la casa de un amigo. La segunda inocentada fueron los 100 dólares que se gastaron por día de alojamiento antes de comenzar la ruta, en una cabaña sin mayores comodidades.

“Empezamos mal”, dice Alby, quien reconoce el alto costo de lo gastado en ese instante, pero era la inexperiencia a la que tendrían que darle cara y aprender a negociar o de lo contrario los recursos ahorrados por meses se acabarían en menos de tres semanas.

Dos días después él armó las bicicletas, montaron las maletas, se ajustaron los equipajes y listos los cuatro a pedalear.

“Ocurre que eran las tres de la tarde cuando iniciamos el recorrido pero en ocho kilómetros y sin salir del pueblo nos fue imposible seguir. Las personas ya nos felicitaban y se tomaban fotos con nosotros. Nos pedían autógrafos, nos hacían entrevistas. Fue tal el caos que generamos que nos dieron las cinco de la tarde y tuvimos que postergar hasta el día siguiente”, comentan Alby y Sebas mientras se ríen de los buenos recuerdos.

Frente a frente con el sueño cumplido:
A la tarde siguiente ahí estaban papá, mamá y las dos niñas. De frente a la inmensidad de la carretera solitaria y extensa. En el kilómetro cero del recorrido viendo el instante preciso que habían planeado por un año hecho realidad y que se les presentaba lleno de preguntas que solo el camino y el tiempo resolverían. Cinco días tuvieron que pasar desde ese primer momento para volver a ver un ser humano diferente a ellos en la ruta.

Desde entonces no se han detenido y en Armenia, hace pocos días, completaron los 20.055 kilómetros de pedaleo. Pueblos, ciudades, parajes, caseríos, veredas y provincias han hecho parte de su camino. La lluvia, el sol o cualquier otra inclemencia no los ha detenido, aunque reconocen que en algunos tramos han pasado por crisis de agotamiento, pues son cinco kilómetros en promedio los que recorren a diario. A veces pedalean menos o a veces más, todo depende, ya que en algunos sitios se quedan por días o semanas para trabajar en lo que puedan y ganar algo de dinero bien sea vendiendo artesanías, recogiendo cosechas, aprendiendo y enseñando sobre alimentación saludable, cuidado y respeto por el medio ambiente, entre otros contenidos de su proyecto Biocycling.

Lo que han ganado hasta el presente:
Viajan de forma sencilla. Sin mayores comodidades pero tranquilos y sobre todo muy felices. Siempre con una sonrisa que genera confianza. No se quedan en hoteles lujosos ni comen en restaurantes caros. Van sin pausas pero sin prisas. Hasta el momento han conocido más de 40 organizaciones que tienen proyectos de alimentación saludable, autosostenible y responsable con el medio ambiente en sembrados de productos como manzanas, peras, arándanos, cacao y café entre otros.

Han cruzado seis veces la cordillera de los Andes y las niñas han aprendido el idioma español de forma fluida. Van Siempre unidos como familia. Ayudándose mutuamente en cada kilómetro. Adaptándose a todos los lugares y culturas que encuentran. Manteniendo el equilibrio con el mundo. Haciendo nuevos amigos que los han apoyado dándoles albergue y alimentación mientras ellos, la familia feliz, abre y une puentes de afecto cumpliendo su sueño.

Cambio de destino:
Llegando a Perú el 15 de marzo del 2017, poco más de un año de haber iniciado, cerca al lago Titicaca, cuando compartían con la comunidad del lugar Alby y Sebas decidieron que la ruta no terminaría en Cartagena de Indias como se programó desde el principio, sino que la extenderían hasta California en Estados Unidos.

¿Para cuándo creen que llegarán al nuevo destino luego de ese cambio repentino? No tenemos prisa, dicen. No sabemos cuándo pueda ser ese regreso a nuestra casa en Italia. En un año, quizás dos o más. Es imposible una respuesta ahora. Solo queremos seguir viajando, seguir siendo libres, seguir siendo la familia feliz y ayudar a construir un mundo mejor.

Si desea saber más sobre la ruta que en este momento tienen, conocer sus experiencias, comunicarse con ellos o hacerles algún donativo en dinero, puede encontrarlos en Facebook como Happy Family BIOcycling.

 

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