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Columnistas  |  27 octubre de 2017  |  12:00 AM |  Escrito por: Manuel Gómez Sabogal

¿Educación siglo XIX?

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Manuel Gómez Sabogal

El maestro que intenta enseñar sin inspirar en el alumno el deseo de aprender está tratando de forjar un hierro frío. Horace Mann

He recorrido el Quindío, visitando muchos colegios. Lo he hecho, porque he tenido la oportunidad de realizar dichas visitas, gracias a diferentes factores. He conocido rectores buenos, regulares y otros a punto de pensionarse. He conversado con docentes felices porque saben qué están haciendo, otros con cara de resignación, porque no encontraron más para hacer. He visto docentes dictando clases en muchos de los colegios.

En algunos centros educativos, encontré poco material de enseñanza, en otros, el material arrumado, recogido. Computadores en cero uso, por falta de algunos elementos o porque eran pocos, teniendo en cuenta la cantidad de estudiantes. En un colegio, los libros que deberían estar en la biblioteca, en un espacio poco común. En la “pieza de atrás, donde se guarda lo que no sirve, lo que estorba”

Conozco las universidades en Armenia. Envidio a algunas en otras ciudades.

He sido docente en colegios y universidades, durante muchos años. Siempre me encantó enseñar. Mis últimos años en la Universidad del Quindío fueron geniales. La utilización del computador en mis sesiones y el sentarnos a discutir, hablar de los diferentes temas de clase junto a un árbol frente a la Biblioteca infantil, eran mi mayor pasión. Sentía que habían cambiado en mucho mi estilo, mi metodología, mi forma de transmitir.

Sesiones donde había música, teatro, frases, libros, todo eso ayudaba a mis estudiantes a cambiar el concepto de enseñanza. Cada día yo aprendía mucho más. En estos días, pleno siglo XXI, me enteré que hay docentes que se quedaron muy atrás. Son docentes jóvenes, profesionales que han sido educados para ser profesores.

Muchos docentes no saben lo que es enseñar o se hacen los que no entienden. Lo peor, no saben educar. Porque he encontrado jóvenes docentes que ni son creativos, ni tienen las suficientes agallas para educar, para dejar huella. Los conmueve el examen, la nota, las calificaciones, sin importar lo que su alumno hace, construye, demuestra.

Es muy triste que un docente califique lo que no debe a un alumno que rinde el máximo. Los estudiantes demuestran capacidades y son creativos, pero algunos docentes son anticuados e incoherentes con lo que dicen y hacen.

¿Por qué todavía hay docentes siglo XIX en instituciones que se dicen siglo XX, no XXI? Lo más grave es que son docentes jóvenes, docentes que uno imagina tienen nuevas ideas, son creativos y con ganas de que sus estudiantes sean excelentes. Pero no, son docentes jóvenes con ideas retrógradas.

Digamos que es una protesta sana, sincera y concreta. Los docentes jóvenes deben motivar, incentivar, transmitir conocimientos con ganas, buscando esa creatividad de niños y jóvenes. No pueden ser docentes pasivos, rancios. Deben ser docentes con ideas renovadoras. Que la educación abra el paso a nuevas ideas. Una educación que deje huella en niños y jóvenes.

Los salones de clase, en muchos casos, son aburridores para materias que deben ser demasiado prácticas, agradables, adecuadas a la época, al momento, a los cambios.

Educación siglo XXI con nuevas ideas, conceptos, estilos. Aquí si caben las palabras creatividad y actualización. Que muchos se den cuenta y cambien esa actitud pasiva y retrógrada por algo nuevo y diferente.

 

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