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Columnistas  |  12 enero de 2019  |  12:00 AM |  Escrito por: Juan David García Ramírez

Los cosmointelectuales se burlan del resurgir conservador

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Juan David García Ramírez

En un especial para el periódico El Espectador, titulado ¿Está de vuelta el Fascismo?, el historiador británico Michael Buleigh sostiene que el conservadurismo moderno está atravesando una grave crisis, por la degeneración a la que lo han conducido las élites políticas de Occidente, obsesionadas con la manipulación de la identidad nacional y el rechazo a la globalización como fuerza del cambio. Sin llegar a equiparar a los líderes, partidos y movimientos de derecha que han surgido en el último decenio, con el Partido Nacional Fascista de Mussolini o el Nacionalsocialista de Hitler, ha dicho en todo caso que personajes como Beatrix von Storch, de Alternativa para Alemania, o Jacob Rees-Mogg, partidario del Brexit, avergonzarían a un pensador conservador como Eric Voegelin. Burleigh habla de unas élites políticas que realmente no son conservadoras ni liberales, ni de derecha ni de izquierda. Se trata de grupos que han manoseado a la gente en Estados Unidos, el Reino Unido, España, la Unión Europea, Colombia y cualquier lugar del mundo, imponiendo sus experimentos para mantener controlada a la población y nunca ceder un centímetro del poder.

En la actualidad, aunque Michael Burleigh y numerosos intelectuales que viven en otro mundo lo nieguen, para el ciudadano común no es una maravilla que los políticos y los grandes medios de comunicación ocupen su tiempo y recursos a difundir discursos o ideas que consideran más urgentes que los problemas reales que afectan a todos diariamente. Solo basta encender el televisor para comprobarlo: si bien la violencia contra la mujer es un hecho y los estados deben atender el problema con eficacia y diligencia, el exceso de noticias sobre el asunto se ha convertido en propaganda a favor de la ideología de género, desconociendo las cifras abrumadoras y contundentes que ponen a otras expresiones de la violencia en primeros lugares. Hay una evidente tergiversación de la realidad allí: mientras los hombres y las mujeres procuran convivir de la mejor manera en todos los ámbitos de la vida social, las élites insisten en promover una agenda feminista radical, que ya no busca mayores libertades o el reconocimiento de la igualdad, sino una guerra abierta contra los hombres.

No se trata entonces de conservadores poderosos, a los que se ridiculiza como retrógrados, o de masas ignorantes que votaron Leave en el Brexit, apoyaron a VOX en Andalucía o llevaron a Bolsonaro a la presidencia de Brasil. Si muchos países están girando hacia la derecha y optando por liderazgos diferentes, no es debido a una campaña de desinformación o por un menor coeficiente intelectual de los electores. Es por el cansancio de la ciudadanía, que vé cómo la riqueza producida con su trabajo o emprendiendo, se gasta en propagandas multimillonarias como la mencionada atrás, o en programas de privilegios (entitlements) para inmigrantes ilegales, como en Reino Unido, donde el recién llegado puede escoger el apartamento donde vivirá, se le deposita dinero en una cuenta bancaria y se le ofrece un menú semanal de su preferencia, todo a cargo del sufrido contribuyente.

Esta semana, en España, el Partido Popular y VOX firmaron un acuerdo de 37 puntos para gobernar Andalucía, y en su totalidad pretende recuperar la confianza de los ciudadanos en las instituciones, y podría decirse que representar sus intereses principales y cotidianos, cambiando la urna de cristal de los políticos cosmopolitas por las cuestiones reales que preocupan a la gente.

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