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Columnistas  |  14 enero de 2019  |  12:00 AM |  Escrito por: Carlos Alberto Agudelo Arcila

Desentrañismos

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Carlos Alberto Agudelo Arcila

El gen de la corrupción nace cuando se tiene uso de razón politiquera.

Juego con la noche, con el aire, con la manzana, con la palabra, alucino y escribo el agua, bebo la escritura, recreo mis sentidos después de la hora exacta de un siglo cualquiera…

Ánimas putativas en la zanja de nuestro ADN.

Voluntades que encandila la inmundicia.

El cangrejo camina hacia la muerte, con idéntica velocidad que lo hace la persona, cuando huye de la vida.

Mundo paralelo 1: Caer desde el abismo al techo, morir a la inversa.

Mundo paralelo 2: Dejar que el cerebro ataque la bala y quedar vivo, como si fuera otra forma de suicidio.

Colar el río de cocodrilos, la selva de animales salvajes, el mundo de hombres mediocres.

Números ovíparos con resultados hueros en la escala de valores.

Si la humanidad es hija de alguna de las insaciabilidades del ser supremo, surge una interrogación: ¿Dios se auto complació con su devaneo de ser Dios, hasta que le infligió al hombre la magia de la lujuria? También cabe interrogar al materialismo: ¿si de la nada surgió el deseo, es esta trascendencia efluvio sexual trasvasado desde el círculo vicioso de la nada?

El ridículo es el sumidero por donde resbala la ridiculez.

La mal llamada libertad manipula el periodismo con bozal, sin embargo tiene perros amaestrados en ladrar la posverdad.

Crucificar espermatozoides en la antesala de la eyaculación.

Caerse, levantarse, con la misma proeza que lo hace la luz desde su oscuridad de luciérnaga.

Despertar el optimismo al observar en el gris del firmamento el vuelo, que se vuelve ráfaga de sangre inexpugnable.

Quien idolatra a una nación es un títere de sí mismo.

Tener conciencia de triunfo es darnos cuenta de la nada que somos.

Moralistas que condenan a los pies desnudos a caminar por el mundo, sin el dueño de sus piernas.

Conciencia fétida que se convierte en “elefante blanco”, en el palacio de la muerte.

Vencer la ley de gravedad del odio. Levitar en el paraíso del pasto, al lado de mugidos y ánimas de cuatreros.

Como deletreando en un aviso de neón la divagación del pensamiento: la existencia de Dios a modo de una verdad demostrada y la infamia del hombre a manera de una literatura fantástica.

El voto obligatorio es muestra eminente de lo infructuoso de la democracia.

Cada ser humano es un animal único en vía de extinción.

Neonazis criollos saludan la vida con el himno universal de la muerte.

El rocío sobre la piel sarnosa serena el amanecer del ladrido.

Nuestra democracia jamás caerá en el abismo porque el abismo es sinónimo de nuestra democracia.

Ser sabio es vitorear la existencia a través de un nuevo amanecer.

Autocriticar la vida inauténtica es mirarse en el espejo, comprender que los reflejos propios están al corriente de nuestra no existencia, porque no son compatibles los gestos naturales, con las que se reflejan en la hondura del cristal.

La nada como un estado del alma.

La materia entra al cuarto de la poesía y se ilumina de espíritu.

Cuando el desencanto tropieza con la reflexión se transforma en filosofía.

Olvido convergente a las cinco de la jaula carcomida por la ausencia del trino.

Primero amarse uno mismo, después sernos infieles al enamorar a nuestro semejante.

Omnipresente estafa: la politiquería.

El populismo impregna sociedades de países subdesarrollados, no por la inteligencia de los politiqueros sino por ignorancia del pueblo.

Miradas que aman cuerpos hasta que la edad del ser amado resbala sus arrugas, por las extremidades de este amor

 

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