La situación que viven nuestros hermanos venezolanos nos concierne a todos y cada uno de los colombianos sin importar los sesgos políticos, ideológicos o de cualquier índole que se quieran analizar. Habría que preguntarles a historiadores y educadores en qué momento y a quien se le ocurrió la brillante idea de sacar de la enseñanza en los Colegios la cátedra de historia de Colombia, la que sólo hasta diciembre de 2017 con la ley 1874 fue revivida por el Congreso de la República. Si bien el espíritu de la ley permitiría avanzar hacia la paz y la reconciliación desde el aula, haciendo énfasis en cómo enseñarla y en la memoria de las dinámicas de conflicto y paz que ha vivido el país, es el hecho mismo de estudiar y comprender nuestra propia realidad para entender cada una de las circunstancias que vivimos como ciudadanos en el contexto nacional y regional. Resulta paradójico y a mi juicio aberrante, que hoy la percepción de los colombianos acerca de la inmigración de los venezolanos hacia nuestro país, sea rechazada por cerca del 48% de nuestros connacionales, según sondeos de opinión realizados recientemente. No se explica cómo en un país donde uno de cada diez Colombianos ha salido del país para establecerse en el exterior (4,7 millones según cifras del 2016, de los cuales 800 mil están en Venezuela) hoy se rechace la presencia de inmigrantes en nuestro territorio por casi la mitad de nosotros. Me atrevería a decir sin temor a equivocarme que cada uno de nosotros tenemos uno o varios familiares viviendo en el exterior y digo más, muchos de esos que hemos salido del país para buscar nuevos horizontes huyendo de la violencia y falta de oportunidades, lo hicimos con una visa de turista sin importarnos las consecuencias de llegar a un país sin la documentación adecuada para la incorporación social y laboral. Obviamente que la llegada desbordada de los ciudadanos Venezolanos es atribuible en primera instancia al mal gobierno del dictador Maduro, pero también a la falta de una política clara y ordenada de la llegada de ellos a nuestro país sumado al hecho de la falta de una adecuada cooperación internacional en una crisis humanitaria sin precedentes en la historia de Latinoamérica. Cómo hace falta conocer nuestra historia, nuestras raíces, nuestro pasado de lucha como una gran nación y no dividida y polarizada como lo está hoy en día. Pienso que debemos ser solidarios y comprensivos con la tragedia de ellos y no dejarnos llenar la cabeza de odio y cizaña cuando nos hablan hasta del absurdo de una guerra con Venezuela.

Finalmente, celebro que se incorpore nuevamente la cátedra de historia en los colegios para que entendamos que Un pueblo sin memoria sin duda es un pueblo en decadencia y está condenado a repetir sus propias tragedias del pasado.