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Editorial  |  01 febrero de 2019  |  10:08 AM

¿No nos gusta trabajar? ¡Respeto, por favor!

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Los empresarios que llegaron al Quindío después del terremoto del 25 de enero de 1999 y que haciendo uso de la llamada Ley Quimbaya de incentivos para quienes invirtieran en el territorio devastado por el fenómeno natural, o que fueron encargados de porciones de la reconstrucción, tomaron como caballito de batalla la ‘pereza de los quindianos para trabajar’, como disculpa para traer sus propios trabajadores o empleados desde sus lugares de origen o de otras partes del país, a precios más baratos, por supuesto. Para ellos, no es el colombiano, sino el quindiano, una especie rara que no le gusta trabajar.

Analicemos. La mayoría de las ONG que reconstruyeron al Quindío y su ciudad capital con los contratos otorgados por el gobierno nacional a través del Forec, eran foráneas, sobre todo de Bogotá y otras grandes capitales, empresas que a pocos días del terremoto con la tragedia a flor de piel, ya estaban ofertando su concurso para la reconstrucción con equipo, material y humanos propios, lo que indica que desde semanas después de ese 25 de enero de 1999, hubo poca oportunidad de empleo para los quindianos.

Y a partir de allí ‘la cogieron’, como dicen popularmente, y por una causa oscura no difícil de descifrar, contra los trabajadores quindianos. “En el Quindío la gente no quiere trabajar formalmente”, fue la razón para no contratar a los miles de damnificados del desastre natural. Y entonces: “Muchas empresas deben traer sus trabajadores de otras partes del país”, frase que se puso de moda y que infortunadamente caló incluso en los empresarios locales y lo peor, en los dirigentes políticos del Quindío. Para la muestra un botón: para el l alcalde de Armenia, economista Óscar Castellanos Tabares, oriundo de esta capital ciudad donde adelantó sus estudios, donde ha hecho su carrera política, donde ha trabajado, come él y su familia y demás…, ha dicho también, que los quindianos, sus coterráneos, sus paisanos ‘no les gusta trabajar’.

Qué salida tan cómoda del hombre que dirige los destinos de Armenia, La Villa de Tigrero que un día ante el empuje de sus habitantes, por su desarrollo y progreso en tan solo unos años de fundada fue llamada por el poeta Guillermo Valencia ‘La Ciudad Milagro de Colombia’. La ciudad que se convirtió en poco tiempo en la capital del ‘Joven, Rico y Poderoso’ departamento del Quindío. Y entonces ahora con una gran desfachatez, falta de sentido de pertenencia y de respeto por su tierra, para nuestro alcalde a ‘los quindianos no nos gusta trabajar’.

Las plataformas de los nuevos centros comerciales La 14 y Éxito fueron las encargadas en un primer momento de estigmatizar a los quindianos. Muchos de los que se presentaron para obtener un empleo fueron rechazados por estas empresas porque según las mismas ‘se negaban a trabajar sábados y domingos’. Asimismo, para el vicepresidente ejecutivo del grupo empresarial Don Pollo, Luis Felipe Ossa, los trabajadores de esta parte del país carecen de ganas para el trabajo. Igualmente, cómo no recordar a la entonces directora de la oficina Territorial del ministerio de Trabajo, Diana Patricia Muñoz, cuando en una sesión de la Asamblea Departamental del Quindío manifestó con la más tranquila insolencia: “A los quindianos les falta disposición, actitud para laborar”.

Y más todavía. Un sonado estudio del Sena dio como resultado la sumisión de los quindianos con un subsidio creado por el gobierno nacional luego del terremoto. ‘Gran análisis’ de la entidad que nos puso en el imaginario colectivo, no solo como los colombianos que no nos gusta trabajar, sino como seres que nos resignamos con un subsidio que no supera los $170 mil pesos trimestrales. Nos mandaron al suelo la moral laboral y hasta la dignidad.

De los que si no hablaron los dueños de esas empresas, los gerentes de las entidades gubernamentales y el mismo alcalde, es de los intereses que esconden esas afirmaciones: lo primero, la falta de mano de obra barata para llenar los bolsillos de los empresarios, y lo segundo, justificar la incapacidad de unos gobernantes ante el desempleo rampante que ha llevado a Armenia y el Quindío a ocupar el podio nacional durante los últimos años. Los armenios y quindianos merecemos y exigimos respeto: somos trabajadores, muy buenos, solo que exigimos la dignidad de un buen salario.

 

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