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Columnistas  |  11 febrero de 2019  |  12:00 AM |  Escrito por: Carlos Alberto Agudelo Arcila

Desentrañismos

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Carlos Alberto Agudelo Arcila

Del memorizar al análisis hay una distancia luz. Semejante a la de aquí hasta el otro lado del crepúsculo.

No admiro a los inteligentes. Estamos obligados a ser inteligentes. O si no rebuznemos sesudez profunda.

Morir es el mayor arte de imitación que hay en la vida.

La venganza de una mujer enamorada hay que pesarla por toneladas, en la báscula del amor.

Una relación concluye en matrimonio, porque los presuntos enamorados resbalan, desde el cimiento racional hasta lo gótico de la locura.

El sexo que no es trampa, termina siendo bosquejo de naturaleza muerta.

"Dios ha muerto. Parece que lo mataron los hombres" (Nietszche). Y por qué no, Dios vive, porque los hombres le siguen dando vida.

Demasiadas veces la existencia es arte no apto para consumo humano.

“Quien no esté libre de pecado…” que lance la última piedra.

Lo inmoral del político guerrerista radica en ese deseo morboso de querer convertirse en héroe de la paz.

Desde la prehistoria existe el sesgo arrabalero moderno.

Palabras que son solo conceptos. El mejor ejemplo es el vocablo “Dios”. Debería existir la crucifixión contra quienes no evitaron este absurdo lingüístico. El problema permanece, por falta de una escalera racional del lenguaje… sería más fácil crucificar a “Dios” que el concepto mismo.

Lo imposible revela lo insignificante del ser humano.

El caos como espina dorsal del ego.

Mundo paralelo 18:

Se dirigió hasta el monte a recoger sombras para exponerlas en el mercado de las luces. Absorto bajó al pueblo con un cadáver en sus brazos. De todos modos en la feria se observa una sombra semejante a un cadáver, la cual ganó el premio como la sombra más pesada de la exposición.

Mundo paralelo 19:

Relámpago y trueno, esplendor y tos que el rostro del firmamento sobrelleva como gripa del tiempo.

La mentira es semblante demacrado de la verdad.

Vértigo del silencio, en la puerta de “una sola palabra tuya bastará para sanarle”.

La indiferencia es sinónima de “aquí hay gato encerrado”.

Dios nació como por arte de magia, a través de la manga del “pecado”.

Primero apareció la maldad, después se creó a Dios y luego vino la retahíla de “…amaos los unos a los otros”.

Si la existencia no estuviera rodeada de poesía, la prosa de la vida sería aún más catastrófica.

La muerte de la poesía sobrevendrá cuando la nada se transmute en el acontecer más grandioso de ella misma.

Críticas que desgonzan miradas de ternero degollado.

Elogios que nos desfasan hasta el remordimiento de no haber fracasado.

Cuando el sexo ya no sea parte de la vida, ese día se modificaran las reglas del “amor”.

La bandera de la guerra la iza el fanático, desde el tricolor de su ira.

Remordimientos con pizcas de desazones por esta actitud.

Negar a Dios a las tres de la tarde. Creer en Dios a las cuatro de la tarde. Quedar aturdidos ante estas disquisiciones inútiles, a las cinco de la tarde. Abrirle la compuerta a la existencia a las seis de la tarde, por el tiempo que nos queda de vida.

La convicción enreda el caminar de nuestro raciocinio.

Entre el mundo real y el mundo de la imaginación, existe el resquicio sutil del milagro de la ciencia.

Errores “prodigiosos” que se vuelven arte exclusivo, solo en quien tenga capacidad de asimilarlo.

A veces es bueno tener mala memoria olfativa para nunca acordarnos, que algún día vamos a convertirnos en seres putrefactos.

No herir a nadie, solo imaginarnos la sangre que fuimos capaces de evitar contra nosotros mismos.

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