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Armenia  |  13 febrero de 2019  |  12:00 AM |  Escrito por: Edición web

EL VIAJE A TURQUÍA II. Los armenios fueron víctimas del grupo denominado: Los jóvenes turcos, en medio de la Primera Guerra Mundial.

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La historia no se puede negar. Las fuentes del genocidio de los armenios en el antiguo mundo otomano, son irrefutables. El alcalde de Armenia (Q) Óscar Castellano Tabares y nueve concejales de este municipio fueron invitados por el gobierno turco a dar un paseo por el famoso estrecho de El Bósforo para convencerlos de que no hubo genocidio. El próximo viernes regresan al Quindío, seguramente con la idea de borrar la historia del pueblo armenio, lo que solo podrán hacer en el papel, porque la historia no se borra de un plumazo y menos la de un legendario pueblo, donde por primera vez anidó el Cristianismo.

EL VIAJE A TURQUIA I: ¿Por qué los turcos invitaron al alcalde de Armenia y a nueve concejales a los palacios de Estambul?

El gobierno de los jóvenes turcos

Retomamos el trabajo académico del profesor Carlos Antaramián, en su investigación histórica denominada: “Esbozo histórico del genocidio armenio”, publicado por la Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México, para trata de explicar cómo sucedió el genocidio del pueblo armenio en el territorio turco.

En el año de 1908 sucede en el llamado imperio Otomano una revolución, que pone en el poder a los llamados jóvenes turcos. Esta transformación, que en principio se creyó benéfica para todos los habitantes de este imperio, tuvo un giro inesperado, y catastrófico para el pueblo armenio, que vivía en estas planicies de Anatolia, pero que no tenían un país, un Estado organizado.

“El aparentemente liberal, igualitario y fraternal partido de los Jóvenes Turcos, triunfadores de la revolución, con ideas democráticas y liberadoras, se convierte en un grupo chovinista y genocida, creando un nuevo orden y eliminando la cuestión armenia, al exterminar al pueblo armenio (Hovannisian, 1986: 26).

Cuando todos creían que el restablecimiento de la Constitución de 1876, que implicaba que el Imperio otomano se convirtiera en una monarquía constitucional en que las libertades individuales y los derechos étnico nacionales serían respetados, mismos que al principio fueron reconocidos y salvaguardados, de pronto, se convierte en una cuestión solo turca, en un nacionalismo a ultranza donde se prioriza el exterminio de aquellos que, viviendo en ese territorio, no son turcos o musulmanes, entre ellos los armenios”.

De la fraternidad a la muerte

“Con la llegada del gobierno de los Jóvenes Turcos, de la noche a la mañana, el regocijo de los turcos, armenios, griegos, judíos, árabes y kurdos era tan intenso que se llamaban hermanos; los cristianos –quizá la mitad de la población del Imperio en ese momento– dejaban de ser infieles asquerosos y salían a las calles en manifestaciones multitudinarias.

Bajo el grito de libertad, fraternidad, justicia, orden y diversos clichés de la modernidad, se abrazaban como recibiendo un nuevo mundo tanto tiempo esperado. “Una atmósfera de ternura general siguió al establecimiento del nuevo régimen, y escenas de reconciliación casi frenética en las cuales turcos y armenios se abrazaron en público, señalaron la aparente unión absoluta de dos pueblos antagónicos”.

“Pero, muy pronto (marzo-abril de 1909), el sultán trató de instaurar el ancienne régime con la asistencia de algunos elementos reaccionarios. El ejército turco liderado por los Jóvenes Turcos reaccionó y logró destronar al sultán, además de suspender los derechos constitucionales y declarar un estado de emergencia. Los armenios se convirtieron en los más ardientes defensores del nouveau régime y, a pesar de la masacre de unos 30.000 armenios en Adaná en 1909 los líderes de esta comunidad continuaron con su política otomanista y no alteró su cooperación con el partido de gobierno, de los Jóvenes Turcos.

El rompimiento se hizo total en 1912, cuando el régimen de gobierno asumió una política chovinista y de opresión a las pocas minorías nacional religiosas que quedaban en el imperio: la armenia, griega y asiria”.

“La secularización –y su impacto sobre la laicización– ya era parte del proyecto de la dirigencia de los Jóvenes Turcos, y sus líderes ultranacionalistas tomarían el poder en un nuevo coup en 1913. Un triunvirato gobernado por Mehmed Talaat, ministro de Asuntos Internos y posteriormente Gran Visir; Ismail Enver, ministro de Guerra; y Ahmed Djemal, gobernador militar de Constantinopla, posteriormente comandante de la iv Armada y luego ministro de Marina, fueron quienes contemplaban la transformación del multinacional y anacrónico Imperio otomano en un homogéneo y secular Estado turco, cuyo lema sería: “Turquía para los turcos”. Como ha mostrado Vahakn Dadrian (1993), para 1914 el plan de exterminio ya había sido pensado y redactado en un importante documento conocido como “Los diez mandamientos del Comité Unión y Progreso”.

¿Cómo los mataron?

El régimen turco utilizó varias estrategias para el exterminio, pero son famosas dos de ellas. La primera, convocar a los jóvenes armenios a alistarse en el ejército turco para la guerra, frente a la Primera Guerra Mundial. Ya en el campo de batalla, los soldados de origen turco tenían la orden de disparar y matar a aquellos soldados, de sus mismos regimientos, que tuvieran origen armenio, o griego, o simplemente cristiano.

Y la segunda, fue el conocido éxodo al que fueron sometidos, siendo masacrados por miles en los campos y el desierto mientras trataban de huir en busca de refugio en otros lugares de la gran meseta de Anatolia. Se calcula que mataron más de un millón y medio de personas entre 1915 y 1918, en desarrollo de la Primera Guerra Mundial. La cuestión turca, Turquía para los turcos, les funcionó, pues no solo se cometió el genocidio, sino que propiciaron el éxodo, apropiándose de las propiedades y riquezas que los armenios tenían en el antiguo Imperio Otomano, especialmente en la gran Constantinopla, hoy Estambul y en lo que hoy se conoce como Ankara, la capital turca y en toda la región de Anatolia Central.

La política de negar lo evidente

“A pesar de la gran cantidad de evidencia disponible tanto en fuentes turcas como en la de los aliados del Imperio Otomano (Alemania y Austria), fuentes neutrales o del Vaticano, así como una enorme cantidad de testimonios, no solo de armenios sino también de la población turca o kurda que actualmente vive en la zona que antes de 1915 estaba habitada por armenios, Turquía insiste en negar este genocidio.

Quizá, nos dice el historiador turco Taner Akçam, Turquía tiene temor por las posibles repercusiones en términos de compensación por territorio y propiedad. Si dejamos a un lado el asunto de los reclamos territoriales, que más que del derecho internacional depende de principios éticos y honorables, el asunto de la compensación financiera es muy real, sobre todo en relación con las propiedades que tenía la Iglesia o las que tenían los armenios masacrados, y en este sentido, hay una serie de demandas específicas que pueden y deben ser resueltas. Además, para muchos armenios, el valor que tiene la compensación monetaria por un pedazo de tierra es insignificante en relación con el valor que tiene el pedir perdón, sincero, por el crimen cometido”.

Los asesinos son los padres de la Patria turca actual

“El factor moral es otra de las razones de peso. Algunos miembros del Comité Unión y Progreso, escapando de los juicios realizados por el Tribunal Militar en Constantinopla/Estambul, lograron incorporarse al Movimiento Nacionalista Turco de Mustafá Kemal, incluso convirtiéndose en figuras centrales del gobierno de la naciente república. Dado que no se les hizo responsables de los crímenes cometidos, dicha violencia se volvió el modus operandi en su futuro actuar político, excluyendo a todo aquel que no se considerara un buen ciudadano turco (Goçek, 2015: 198), lo que explica la masacre de los kurdos en el Dersim, en 1938. Otros personajes del genocida Partido ittihadista fueron ensalzados posteriormente por el gobierno turco, entre los que merecen especial mención los casos de Talaat y Enver Pashá, responsables del exterminio de más de un millón de personas, condenados a muerte por dichos crímenes y asesinados por “justicieros” armenios”.

“En 1926, estos dos asesinos fueron enaltecidos por el parlamento turco como héroes de guerra y sus familias recibieron pensiones estatales, inclusive sus cuerpos fueron repatriados y se erigieron mausoleos enfrente del Ministerio de Defensa”.

“Como menciona Akçam, declarar que algunos de los padres de la actual república son criminales de guerra, sería cuestionar la identidad misma del Estado turco (2002: 11). Hay de igual modo un componente que impide que la sociedad turca se enfrente con su pasado, no solo en el caso del genocidio armenio, sino que gran parte de la historia actual también es constantemente silenciada por el gobierno, como la cuestión kurda y el papel de los militares en su represión”.

“Al negar los hechos, los genocidas evitan que las víctimas realicen el proceso de duelo por la pérdida de sus familias y de su patria, por lo que viven encerradas en ese universo de violencia que padecieron, incapaces de generar un proceso de sanación. Pero la sociedad que cometió el genocidio también sufre, nos dice Müge Göçek, ya que el “no aceptar la responsabilidad por la violencia cometida en el pasado conduce a la institucionalización y normalización de la violencia en la sociedad, lo que imposibilita que dicha sociedad alcance una verdadera democracia” (2015: 189)”.

Reconocimiento del genocidio

“Ya son 29 países –desde que Uruguay lo hiciera en 1965– que reconocen que las masacres de armenios en el Imperio Otomano, según la definición creada por Lemkin, son un genocidio. Además de la importante Asociación Internacional de Estudiosos del Genocidio, otros reconocidos académicos y estudiosos del Holocausto han alzado su voz para instar a Turquía a reconocer este crimen de Estado, entre ellos varios de origen judío: Elie Wiesel, Yehuda Bauer, Israel Charny, Deborah E. Lipstad o Susan Sontag, entre otros”.

“En distintos brochures distribuidos por embajadas turcas alrededor del mundo se menciona que solo 20 de los 200 parlamentos en todo el mundo han reconocido que las masacres de armenios en 1915 son un genocidio. Efectivamente, países como Malawi, Tonga o Nauru no se han pronunciado sobre este tema, pero Austria (en 2015) y Alemania (en 2005, 2015 y 2016), países que estuvieron al lado de Turquía y apoyaron con armamento y con militares al Imperio Otomano, ya lo han hecho. Alemania, además, ha ido aún más lejos –como señala Hilmar Kayser en una reciente entrevista– a raíz de la resolución del Parlamento alemán reconociendo el genocidio armenio (2016). En dicha entrevista afirmó que la Alemania moderna, como sucesora del Imperio alemán (1871-1918), heredó la responsabilidad legal y política de los actos de su predecesor:

Y aunque el gobierno alemán como tal no participó ni apoyó el asesinato de los armenios, lo que hizo fue mirar hacia otro lado y dejar que el genocidio pasara ya que pensaba que con eso beneficiaría los intereses de Alemania. Ahora, en 2016, el Bundestag se refiere a esta página negra en la historia alemana y se disculpa. La resolución no es una condena contra Turquía, es Alemania enfrentando su propia historia (Entrevista a Hilmar Kaiser en Diler, 2016)”.

Colombia es un país que no ha reconocido oficialmente el genocidio armenio, cuestión que solo se debate ahora, porque una ciudad, Armenia, capital del departamento del Quindío, tiene el mismo nombre de la nación masacrada, y en un acuerdo de su concejo municipal, se invita a conmemorar el día 24 de abril como el día del Genocidio de los armenios, el pueblo euroasiático que vivió en el mismo espacio de los turcos en el llamado Imperio Otomano.

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