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Editorial  |  10 abril de 2019  |  12:00 AM

“Cuando un amigo se va”

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“Cuando un amigo se va queda un espacio vacío, que no lo puede llenar la llegada de otro amigo. Cuando un amigo se va, queda un tizón encendido que no se puede apagar ni con las aguas de un río. Cuando un amigo se va, una estrella se ha perdido, la que ilumina el lugar donde hay un niño dormido…”

El pasado 4 de abril murió en Móstoles, municipio y villa de Madrid, España, el cantautor argentino Alberto Cortez uno de los poetas más connotados de los últimos tiempos. Había nacido en Rancul, Argentina el 11 de marzo de 1940, había cumplido 79 años de edad.

Cortez recorrió todos los escenarios del mundo llevando sus poemas, sus mensajes de vida. Amigo del cantautor Facundo Cabral, con quien interpreto obras como ‘No soy de aquí ni soy de allá’ y ‘Cuando un amigo se va’. En sus conciertos trataban de entrelazar el humor con sus canciones. Con veinte años se fue en barco a Génova, y de allí en tren a Amberes, donde grabó su primer disco.

“Durante su extensa carrera artística, realizó actuaciones y colaboraciones con destacados artistas, como Facundo Cabral, con quien grabó cuatro discos y realizó exitosas giras por América Latina. Junto a Estela Raval grabó un disco titulado ‘En un rincón del alma’, lo que se tradujo en un gran éxito, al igual que con María Dolores Pradera grabó a dúo la misma canción para el disco ‘En buena compañía de dicha artista’. ‘Distancia’ con Mercedes Sosa para el disco Cómplices, lo que derivó en una gira integrada por ambos en 1991. Grabó con Ricardo Arjona su tema Mi árbol y yo. También canciones del director musical español Mike Ribas. Musicalizó tres canciones grabadas para álbumes de Joan Manuel Serrat: Nanas de la cebolla, sobre un poema de Miguel Hernández, Retrato y Las moscas”, estas dos últimas sobre poemas del inolvidable poeta español Antonio Machado.

Con Alberto Cortez se fue la palabra hecha poesía. ‘El gran cantautor de las cosas simples’, mantuvo un homenaje permanente a la ternura, al abrazo, a la alegría, a la mujer, al hombre, al niño, al adulto, al abuelo, a la naturaleza, al perro, a la rosa, al viento, al mar, a las estrellas, a la esperanza, a la derrota, a la victoria, a la amistad, al amor…pero sobre todo al respeto por el otro, al respeto por la vida.

Las canciones de Alberto Cortez están llenas de valores, son una pedagogía que con un acariciador sonido se esparcen en el espacio para que niños y hombres aprendan a convivir con la práctica de las cosas simples. Ese fue el gran legado del cantautor argentino “… A mis amigos legaré cuando me muera mi devoción en un acorde de guitarra y entre los versos olvidados de un poema, mi pobre alma incorregible de cigarra”.

Alberto Cortez se murió pero no se ha ido, debe estar buscando a su querido Pablo para decirle, Perdí tu dirección’. Alberto Cortez vive en mí en la Parábola de uno mismo, en La Vejez, en Castillos en aire, en Qué maravilla Goyo… y en mis Cachorros: en Andrés Mauricio, en Juan Manuel, en Mateo, y en Jacobo que ya se apresta para estar en modo Alberto Cortez.

“Se nos fue nuestro entrañable y viejo amigo. Realmente mi dio mucha tristeza saber de su muerte. Muchas gracias a usted papá por habérmelo presentado, fueron las palabras de Andrés Mauricio el pasado 4 de abril cuando se enteró de la fatal noticia.

Y Juan Manuel, desde el Viejo Continente, en Épila un pueblito de España, dejó todo su sentir ante la partida de Cortez en palabras simples llenas de emoción y de tristeza. “Hoy en mi memoria, queda todo aquello vivido y sentido, suspiro y pienso que algunas personas jamás nos dejan, nunca se van por completo, aunque ya no estén su esencia queda, su voz se escucha, las sentimos sonreír, al final son eternas. De uno de mis grandes maestros de vida, Alberto Cortez, me quedan las cosas más bellas y más sublimes y a veces quiméricas. ‘Te llegará una rosa cada día’, a las puertas de unos ‘Castillos en el aire’ a pleno sol, pero ‘de que sirve la vida, si a un poco de alegría le sigue un gran dolor’. ‘Aquellos que no tienen fantasía no pueden entender que era nuestro perro, una metáfora de la aventura...” A mi amado padre, gracias por darme tan bonito tesoro, conocer a Alberto Cortez.

“Comprendí que Alberto Cortés convirtió el poema en canción, y de sus melodías me quedan las emociones más fuertes que puede sentir un hombre: la tristeza del espacio vacío ‘Cuando un amigo se va’, el gran amor de la ‘Compañera mía’ que siempre ha sido de mi padre, mi madre, la ternura y las palabras que a través de los años les adeudo a mis dos mejores amigos, el entender de quien eran las travesuras del Callejero, y por supuesto, la Maravilla de Goyo que se comprende cuando se llega a ser padre”, fue el sentir de Mateo ante la muerte del cantor de la vida.

Las canciones, los poemas, la voz de Alberto Cortez estarán por siempre custodiadas por mis Cachorros, como el legado más preciado que se multiplicará en sus Cachorros…

“...Perdí la dirección donde escribirte, pero ya no me importa. Me he quedado sin ti, por el camino, sin tu luz, sin tu voz y sin tu sombra, pero sé que tu ausencia, aunque no quieran, será una ausencia corta… Hasta pronto querido amigo mío, volveremos a vernos,… cuando todo lo hermoso de este mundo, me repita tus versos…”

Allá en la eternidad, gracias Alberto Cortez.

 

 

 

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