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Columnistas  |  15 abril de 2019  |  12:00 AM |  Escrito por: Juan David García Ramírez

Caída de Omar al Bashir: ninguna dictadura es para siempre

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Juan David García Ramírez

Este año 2019 promete ser espectacular, en lo que a eventos trascendentales se refiere. Solo en la semana que termina, Netanyahu fue reelecto como primer ministro de Israel, la Unión Europea amplió al 31 de Octubre el plazo para el Brexit; el fundador de Wikileaks, Julian Assange, fue detenido por la policía británica y perdió su condición de asilado en la embajada ecuatoriana en Londres, y la dictadura chavista se encuentra a punto de caer. Seguramente, otros tantos acontecimientos sacuden el mundo a esta hora, y lo harán también mañana y la próxima semana. El cambio es una constante en la Historia y es una de las claves más importantes de la Geopolítica; ninguna sociedad permanece inmutable, así que unas sufren turbulencias recurrentes y otras tienden a una mayor estabilidad, pero jamás son estáticas.

Por esta razón, unos regímenes han sabido sostenerse por largo tiempo, mientras que otros han durado poco menos de dos generaciones. De esta manera, el cambio y las circunstancias políticas, sociales y económicas que este trae, exigen capacidad de adaptación en los líderes y los más diversos grupos que se enfrentan por el poder. La tiranía castrista, que durante sesenta años ha tenido sometida a una pequeña isla a solo 90 millas de los Estados Unidos, continúa incólume y se resiste a desaparecer, exprimiendo y controlando a Venezuela y Nicaragua, e intentando influir en la política mexicana. Corea del Norte es gobernada con puño de hierro por Kim Jong-un, al tiempo que Irán se mantiene bajo el dominio de los ayatolas, desde 1979. Pero esta semana, en Sudán, el régimen opresor de Omar Hasan al Bashir ha caído y aquí se confirma la tesis sobre el cambio, aplicada a los tiranos: a pesar de su ambición insaciable de poder y del aparato represivo que diseñan para atornillarse en él, su fin llega en el momento indicado.

Como prácticamente todos los dictadores, al Bashir llegó al poder en 1989, mediante un golpe de Estado contra el gobierno de Sadeq al Mahdi. Sin embargo, solo fue a partir de 2003 que alcanzó reconocimiento en el club de las tiranías, cuando se desató el conflicto en la región de Darfur, en donde el ejército sudanés y las milicias islamistas Yanyauid, bajo sus órdenes, asesinaron a más de 300.000 personas y desplazaron a otros cientos de miles, causando una de las mayores tragedias en la era contemporánea. Al Bashir, acusado desde 2008 por la Corte Penal Internacional de cometer crímenes de guerra, de lesa humanidad y de genocidio, y con una orden de captura vigente por semejantes hechos, continuó en el poder hasta el jueves once de Abril, cuando la presión de la ciudadanía en las calles, con el apoyo de las fuerzas militares, forzó su renuncia. Durante más de una semana, aproximadamente un millón de sudaneses se manifestaron en inmediaciones del palacio de gobierno en Jartum, y no se marcharon hasta que al Bashir dejara el poder.

Son dos las lecciones que se desprenden del fin del régimen genocida de al Bashir: la primera, que ninguna dictadura es infalible y es posible derrocarla, así que ahora mismo, el miedo y la desconfianza dominan a Maduro y todos sus socios en la empresa criminal chavista. Y la segunda, que esto solo es posible con el compromiso y determinación de los ciudadanos, dispuestos a correr todos los riesgos por su libertad.

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