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Columnistas  |  21 abril de 2019  |  12:00 AM |  Escrito por: Carlos Alberto Agudelo Arcila

Desentrañismos

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Carlos Alberto Agudelo Arcila

Despojar de toda mística la estética que se tiene sobre Dios. Darle al sentido de la espiritualidad una visión renovada de su moral. El Dios, al que los creyentes le temen, no es un ser recomendable; es una patología que la seguridad personal crea como refugio último donde se puede albergar la esperanza melancólica, que el ser humano sufre desde sus ancestros más primitivos.

La inteligencia bien aplicada es embrión de la sabiduría.

No conozco cima más alta, difícil y digna de alcanzar en nuestro corazón, que la felicidad.

La sombra del pájaro sobre la sombra del árbol, trino de sombras.

Que las filosofías se revuelquen en el pantano de ellas mismas, dejando que la autenticidad prosiga su vereda sin ser salpicada por lo grotesco de sus retóricas.

Para el pobre la época más difícil es esta. Desde ayer y para siempre.

Cuando te juzguen y creas que tus pasos son justo, nunca le expliques a nadie tu camino de escombros; purifica la leña de tu vida a través del fuego de la verdad.

Volverse uno palabra y caminar entre páginas en blanco, hasta llegar al pensamiento hospitalario de alguna certeza.

Esas grandes ideas, es decir, esos grandes hombres, tienen derecho a exigirlo todo, menos un mundo donde no estén rodeados de opiniones necias.

La persona mentirosa es desconcertante. Lo triste es que la mentira llega con todo su poder destructivo siguiendo su camino, como un tornado inacabable, hasta dejar en ruinas al mentiroso…

A pesar de este mundo de estupideces, la vida es lo más maravilloso que le puede suceder a un espermatozoide.

Que al dialogar con un buen libro logremos que este escriba una página sabia en el libro de nosotros mismos.

Para el hombre ignorante es demasiado difícil guardar silencio. Solo el sabio es poeta milagroso de su voz interna.

La opinión deja de ser opinión, cuando la verdad es única opinión.

Perfecto ropaje espiritual es vivir a conciencia.

Ser grande, es iniciar el rumbo hacia el encuentro consigo mismo.

Aspirar a la felicidad es un instinto de conservación del hombre triste.

Parece que al levantarse el mezquino cierra sus ojos, para no gastar sus alegrías en la aurora.

Cuando a un mentiroso se le escapa una verdad, empieza a prendérsele la mística de las falacias. Comienza a convertirse en un materialista degenerado de la sinceridad.

Un espejo en plena oscuridad nos refleja nuestra sombra como pensamiento encarnado en pesadillas dentro del mismo espejo.

El ojo de una aguja en un pajar, es la humanidad ante lo infinito del espacio universal. ¡Con qué cinismo el hombre se cree el campo entero de ese ojo!

La inspiración es arquitectura de lo insustancial, siempre y cuando se discipline el arte de los sentidos.

Los demagogos de la poesía son un peculado espiritual a la sangre poética.

El poeta escribe el agua, al igual que bebe el poema.

Macondo es Aracataca; pero no el del magdalena, sino el que se diagnostica en el palpitar de los continentes.

¿Punto o punto y coma?... ¡Ah, rubicón del lenguaje!...

El estilo es la conciencia del arte.

Los burócratas son sicarios oficiales de la economía.

Como un virus prenatal, siempre me confunde una tos idealista cuando escribo.

Los hombres que poco saben y piensan que saben, sufren de priapismo intelectual.

El amor es huella digital de la sensación.

¡Antes de “Mi” nacer, estaba muerto de “Yo”!

Entre la vida y la muerte hay una película por verse.

Si el hombre no fuese constante angustia y desolación, no existiría Dios en su mente.

 

 

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