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Cultura  |  06 mayo de 2019  |  12:00 AM |  Escrito por: Robinson Castañeda.

Mechas y el Mocho Jaramillo, un vistazo a nuestro ayer

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Mechas y el Mocho Jaramillo, un vistazo a nuestro ayer

Una crónica escrita por Jorge Orrego Gaviria.

En la esquina de la calle 20 con la carrera 14 (más conocida como la peatonal) está ubicado José Ever Serna; sentado en un butaco de madera, junto a fotos antiguas del Quindío que ofrece a los transeúntes.

Su rostro adusto, su impecable presencia, están prestos para atender al curioso que se acerque a dar una mirada al pasado de nuestra región.

Dispuestas de manera discreta en una cartelera, pueden apreciarse decenas de fotografías antiguas, en blanco y negro, que dan testimonio de las gentes, los personajes, las calles, los eventos sociales, los acontecimientos históricos, los terremotos, en fin, la vida y que se remontan hasta la fundación de Armenia, en 1889.

Hoy en día, cuando se habla tanto del Paisaje Cultural Cafetero y cuando centenares de viajeros recorren nuestro territorio, bien vale la pena dar una mirada al pasado.

Recordar nuestra arquitectura tradicional consistente en casas de bahareque con muchas puertas y ventanas que permiten iluminar el interior de las viviendas. Evocar los autos antiguos, las modas, las familias numerosas que posaban frente al fotógrafo para dejar plasmada su historia.

esto puede verse allí, en el negocio de José Ever, a quien también llaman Mechas. Él es natural de la Tebaida y se ha ganado la vida en diversos oficios. De tal suerte que los comentarios detallados que hace, mostrando cada foto, con nombres y fechas exactos son el resultado de un conocimiento vivencial de las gentes del Quindío.

En una de ellas, tomada al azar, aparece el Mocho Jaramillo, personaje importante de Armenia, a mediados del siglo pasado.

Antonio Jaramillo Hoyos -ese era su nombre completo-, perdió la pierna izquierda en un accidente que tuvo cuando conducía una motocicleta a gran velocidad. Desde entonces optó por hacer del caballo, su fiel compañero y medio de transporte cotidiano.

Se le veía pasar solemne, montado sobre un caballo blanco, recorriendo las cuadras que lo separaban casi desde el parque Sucre, donde quedaba su casa, hasta la Plaza de Bolívar, por la ya mencionada carrera14.

El mocho Jaramillo era un hombre de negocios. Se ganaba la vida como comisionista en la compraventa de propiedades, bien fueran casas, lotes o fincas; hacía los avisos publicitarios en el propio cuerpo de su compañero equino.

Era asiduo cliente de varios cafés del centro, pero sobre todo mantenía en El destapado. Allí atendía sus negocios, entre tintos, gaseosas y cervezas.

Si la charla con los amigos se iba convirtiendo en juerga, le decía al caballo que regresara a casa.
Por eso era frecuente ver pasar el caballo blanco del Mocho, rumbo a casa, sin jinete.
Tenía fama de borrachín y pendenciero; pero así eran los hombres en esa época patriarcal.

Otras veces se le veía acicalando el caballo, en la parte posterior de su casa donde quedaba el establo.

Con una peineta desenredaba y alisaba la cola y la crin del caballo. Con un pincel y tinta escribía los anuncios en la piel del caballo y hasta dibujaba una muleta, a manera de sello personal.

Antonio Jaramillo Hoyos hizo de su discapacidad, su identidad; hasta el punto que la calle donde vivió era conocida como la falda del Mocho (calle 14 entre carreras 14 y 15).

Su sombrero Borsalino destaca bien contra el cielo sepia, su corbata vistosa, su traje formal y la pierna que perdió en su juventud; todo, se integra bien con su montura, creando una estampa que pervive.

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