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Columnistas  |  12 junio de 2019  |  12:00 AM |  Escrito por: Carlos Alberto Agudelo Arcila

Desentrañismos

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Carlos Alberto Agudelo Arcila

Afrontar la vida Afrontar el entorno despiadado Introducir nuestro cuerpo entre el viento como si el viento fuera un cuchillo y el cuerpo viento atraído hacia el viento cortante Desentrañar la levedad de la raíz Compartir frutos ilusorios con la sed del extraño Ir hasta la desembocadura de los ríos del mundo a olfatear el verde junto al ulular de un día sin resolver el crujir bajo la sombra del azul más allá del destino de una gota de rocío Bostezar sin sonrojo el tiempo improbable al pie de la página en blanco antes de escribir el instante cuando se abre la puerta al linaje de los fantasmas Transpirar el recuerdo de las palomas idas Llegar a la taberna después de abandonar la piedra a la vera del destino incierto Sin pestañeo alguno afrontar la existencia así como el perro agonizante resuelve ante sí mismo el último ladrido

Sumo uno más uno y camino a tientas entre el hollín del tiempo inmemorial Resto uno menos uno me perfecciono en el debate del bien y el mal lugar propicio para ocultar lo poco por verse y el cual pronto ha de evaporarse hasta el grado de yo mismo volverme el ausente que la existencia nunca ha de extrañar mientras el medio ambiente de cada día golpea mi rostro mi porvenir entre tanto pongo la otra mejilla saco de mis entrañas sombras de pasos recios para darle a mi vida un poco de decoro y luego irme de calle en calle a observar el pastizal de la hormiga con la perspectiva de llegar hasta la crin del caballo ciego Yo el hombre el poeta el silencioso el hurgador de nada que viajo sin espejo alguno me observo a través del ventanal hecho trizas y asumo la vida como una realidad que transgrede la existencia misma Ahora busco multiplicar algo como lo hizo Jesucristo con el pan y el vino Algo igual a la lejanía que hay entre las úlceras de los dedos de una misma mano cuando indica la urgencia de contrarrestar la entrada en la habitación sin puertas de ese otro yo que es el único en saber de mi soledad sentada en la butaca de polillas

Omnipotente a la derecha del vaso de whisky. Infalible junto al punto rojo en la pared blanca, en la diestra de sí mismo. Desde la periferia de la tierra mira, sin conmoverse, la hambruna en el mundo, mientras sigue en el tabernáculo refrescándose con sus aire de ser Dios…

Poesía solo hay una, se halla en el blanco donde se reúnen los colores infinitos de la vida.

Sacerdotes, pastores, evangelizadores proverbiales en el instante de aliar la espiritualidad con el mundo comercial. Equivocan la enseñanza de Jesucristo, al grado de la ideología de este maestro permanecer crucificada a la diestra de la verdad… ¡de conocerse así mismo!

¡Grave desastre suicidarse un martes!

No entiendo nada ¿Y para qué entender? La existencia no necesita ser pensada. Basta con meter la mano en el pozo, beber de la cisterna el instante, sin filosofía alguna sobre el agua.

Con experiencia fantasmal un suicida confirma lo traumático del suicidio.

Por respeto, a ciertas estéticas sicológicas no quiero hacer perder el tiempo ajeno, con limpieza de sangre o algunas hojas caídas en el sitio del ahorcamiento, por causa de un suicidio mío.

Nuestra historia es historia de la mentira. Se funde en piedra, se perpetúa el disimulo de la perversidad.

Falta una palabra, como única palabra de los anales literarios del pueblo, para decirlo todo…

Amén por la rana y Basho.

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