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Columnistas  |  26 junio de 2019  |  12:00 AM |  Escrito por: Carlos Alberto Agudelo Arcila

Demonios de un día

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Carlos Alberto Agudelo Arcila

A los poetas de la amistad, Alfonso Salazar Saray,

Miguel Antonio Gualteros Forero.

 

ÚLTIMO ADIÓS

Cuando le dije que ya no la quería, que después de tantos años me cansé de la rutina y mi decisión era dejarla, gritó: “¡eres un monstruo!”. Sólo atiné a lanzar un rugido, último adiós, y me arrastré hacia la alcantarilla.

DISCURSOS

Fantasmas dando discursos de inauguración en las ruinas del coliseo.

POMPOSO FUNERAL

Después del Sumo Pontífice inferir que llevaba sangre de su sangre, resolvió hacerle pomposo funeral al zancudo.

COMO SI FUERA…

crimen se ejecutó a la hora exacta, el día preciso. El sicario sonrió cuando disparó el único tiro, el cual fue calculado con la maestría de un verdadero asesino. El autor intelectual de este homicidio fue informado por el propio ejecutor. Desde lugares distantes ambos bandidos brindaron entre sí. Ante el roce de las copas pedazos de cristal cayeron en los pisos. Una gota de licor rodó de Este a Oeste, mientras otra gota se deslizó desde el Oeste al Este, hasta encontrarse y formar una lágrima, como si fuera de la madre del occiso.

ENGÁÑATE

- Cuando te sueño, vives.

- Pero si estoy viva, aún en tu vigilia.
- No, anoche te maté en mis sueños.
- Seguro que estoy viva: me palpo, te palpo.
- Está bien, engáñate.

Al terminar el diálogo, ella se esfumó sobre el aroma que desprendían las flores del jarrón mientras él, sonriente, se deshizo en sombras por la rendija que le condujo al mundo donde pertenecía.

NIEVE

Todo lo blanco, para el vampiro, es tan triste…

PRESENCIA

Fétido olor. El dinosaurio estaba y no estaba allí. Era sólo cuestión de gusto, imaginación y olfato del lector.

SUPLICIO

“Ambos debemos morir a la vez”, le dijo él a ella. “Recuerda que fue nuestro sagrado compromiso ayudarnos el uno al otro, el otro al uno”, repitió.

“Sí, pero amo a otro y mi compromiso ahora es con él”, respondió, agregando, debes morir solo. Sin embargo, por fidelidad a cuanto nos dijimos, mi deber es ayudarte”.

El ingenuo hombre la escuchó sorprendido. Ella caminó hasta la gaveta del nochero, extrajo el revólver, lo miró y con un poco de compasión apuntó bien. Ambos sonrieron.

REALIDAD

Soñé que cuando desperté, el dinosaurio todavía estaba allí. En realidad, cuando desperté, el dinosaurio todavía estaba allí.

EL TERRORISTA

Al decomisarle una realidad, le sentenciaron a la guillotina en la dictadura de la fantasía.

EL GESTO

Un gesto nada más. Un gesto que nada decía. Un gesto que decía todo. Un gesto. Eso era. Sin embargo le temíamos. El gesto se abría y por su abertura se observaban olas que venían contra nosotros. Cerrábamos puertas y ventanas con trancas difíciles de derribar. Nos encerrábamos hasta cuando se acabaran los alimentos. Nos asustaba salir. Yo mandaba a mi esposa a comprar mercado. Ella protestando abría despacio la puerta principal mientras en un momento de ave aterrorizada volaba a la tienda. En otras ocasiones, luego de estar encerrados por larga temporada, mi esposa me exigía ir por la remesa mientras yo con temblores en mi alma huía por la ventana de atrás. Una de las últimas veces que vimos al gesto, fue cuando se dividió en dos. Por su boquete observamos una hermosa playa. Nos entró la confianza. Abrimos puertas y ventanas sin prevención alguna. Organizamos un paseo a la playa donde nos encontramos el día de hoy. El gesto ha hecho presencia en este paraje distante. Nos hizo el gesto de adentrarnos en el mar donde alcanzamos a ver nuestra casa inundada por olas y animales marinos.

 

 

 

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