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Columnistas  |  11 julio de 2019  |  12:00 AM |  Escrito por: Carlos Alberto Agudelo Arcila

Desentrañismos

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Carlos Alberto Agudelo Arcila

Me niego a creer en un Dios que tenga como hijos a hombres criminales.

¿Podrá Dios soportar un instante sin que lo anteceda el instante?

Sería feliz el día que cualquier religión tuviera la decencia de excomulgarme de su hipócrita manera de adorar a Dios.

Observa en el árbol la hoja seca y sobre ella el rocío que te invita a despertar tus sentidos, a compenetrarte con ese instante absoluto; si logras asombrarte, nunca más dudarás de que tu existencia sea un milagro.

Las buenas imágenes literarias son superlativas de la decoración idiomática. Con toda religión, la metáfora de Dios pierde la belleza, del lenguaje de la verdad.

A medida que pasa el tiempo, voy siendo un silencio de aquel hombre que corre dentro de mi sangre.

Dos rumbos hay a seguir: el de la vida, que es un disimulo; el de la muerte, que es un enigma…

Desnuda te ves hermosa mujer. ¿Y qué tal vestida imaginable sensualidad?

Soy un vacío de mí, lleno algún día por el polvo en que me he de convertir.

Cuando alguien me habla de sus virtudes, no dejo de asombrarme y de sentir piedad por él. No ha entendido nada sobre la colonización de las neuronas.

Escribir una palabra y hacer de las acciones una enciclopedia prodigiosa de la vida.

Estoy seguro de esa voz ininteligible y de un escalofrío, atestiguando la existencia del yo desolado que a diario se refleja en el contorno del hombre sin objetivo alguno.

No insinúes la palabra, hombre que te enlodas en el epígrafe de la vulgaridad.

Así como el pájaro y el viento copulan, hasta que el ave se vuelve viento de colores, la palabra y la acción deben engendrar la vistosidad alegre del bien.

¿Huyes de tu miseria interna? Vayas donde fueres, tu ser conflictivo siempre arrastrará el conflicto hacia ti mismo.

Si hay un Dios que necesite ser alabado, este Dios sufre de narcisismo espiritual.

No conozco palabra más injusta y ridícula que la acción de la habladuría.

Al voltear la página de la mañana leo en mí mismo el escarabajo humano, símbolo del eterno renacer…

Nunca mires de frente al sol. No dejes caer tus ojos sobre las sombras. Observa hacia el horizonte, que allá en el maizal de la vida el sol retoña sus sombras, mientras que la realidad labriega en la cosecha adelantada, recolecta capachos de luz.

Me preocupa la poesía, porque cada instante es un poema.

En la época del romanticismo el poeta era constante lector de lunas.

Conozco ediciones a las cuales hay que corregirles hasta el nombre del autor, debido a que publican y luego escriben.

Poesía es el arte de sentir, de inspeccionar la palabra como hecho objetivo; es entrar en comunión con los elementos de la naturaleza.

Un cretino de las musas es aquel que se siente inspirado.

La patria es una ilustre desconocida de quienes en nombre de la democracia explotan a los sufragantes.

Amor, como un milagro, vivo de ti tu voz, perfume de palabra hecho de tu carne.

El político, en épocas de elecciones, ablanda sus sentimientos hasta cuando al ser elegido acartona sus instintos cínicos de politiquero.

¿Para qué preocuparnos ante una crítica deshonesta, si la obra por sí sola ayuda alimentar la envidia del crítico?

¡Estoy en el siglo del perdón ante el instante que pasó!

Como algo paradójico existo y luego me quieren hacer creer que soy nihilista.

Ser, es ser siempre para el ya.

El cuento de la inspiración no se narra en ninguno de mis poemas.

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