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Región  |  15 julio de 2019  |  12:08 AM |  Escrito por: Edición web

La piedra arqueológica y “patriótica” de Salento

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Por Roberto Restrepo Ramírez

En el sector norte del parque principal de Salento se encuentra el único monumento del país que podría clasificarse dentro de una categoría poco usual; lo “arqueológico patriótico”. Es algo no sólo único, sino que es inconcebible, por su indebida utilización para ser colocado ello en el espacio público.

Se trata de una gran piedra de origen montañoso, llamada laja en esta región que, como miles de ellas, fue trasladada por empuje humano, desde la lejana cordillera y por kilómetros de recorrido, hasta diferentes lugares de la extensa hoya del Quindío. Con ellas se conformaron los yacimientos rectangulares que los arqueólogos denominan estructuras líticas y que los campesinos conocen mejor como “tumbas de cancel”. El nombre cancel se adoptó de la denominación que los colonos del siglo XIX, en el Quindío, le pusieron a las tablas aserradas que íban en las paredes de sus ranchos, antes de construir sus casas de bahareque.

La piedra arqueológica de la plaza turística de Salento es hermosa y gigante, y también es un elemento más de ornato en el visitado lugar. Se encuentra allí, a la vista del público, desde hace cien años, cuando probablemente la administración municipal de la época –agosto de 1919– decidió grabarla con letras claras para conmemorar el primer centenario de la batalla de Boyacá, y dedicársela, como dice allí, a los héroes de la patria.

La clasificación de piedra arqueológica – y por consiguiente como un bien del patrimonio arqueológico de la Nación – se debe a su muy comprobado recorrido, desde sitios muy lejanos, que hicieron con ella y otras piedras similares los antiguos pobladores de este territorio, hace más o menos tres mil años.

La piedra nunca debió haber sido grabada. Sin embargo, los daños en los bienes arqueológicos del país son, lamentablemente, de mucha ocurrencia. En el Quindío, también por ignorancia y codicia, miles de objetos de cerámica y de oro fueron destruidos en las jornadas de saqueo y guaquería, mientras transcurrían las fundaciones de los primeros pueblos. Esta piedra arqueológica de Salento, pudo ser encontrada allí mismo, cuando se trazó y se construyó la plaza principal después de 1865. A ella, hasta la época de los años ochenta del siglo XX, la acompañaron otras piezas arqueológicas de piedra, pero de época más reciente. Se tratan de los metates para triturar el maíz y de los pilones, utilizados éstos por los pobladores de Boquía para pilar el trigo. En los prados del parque de Salento también se encontraban algunas piedras redondas que presentaban un agujero cuadrangular en su centro y que servía como parte constitutiva del molino. Estas piedras circulares y los pilones para el trigo fueron elaboradas a mediados del siglo XIX y principios del XX, y ellas desaparecieron del entorno de la plaza hace unos 30 años. Se comenta que algunos pobladores las trasladaron al interior de sus viviendas. De todos aquellos objetos arqueológicos de piedra, sólo un pequeño metate se encuentra aún en el prado de la concurrida plaza.

Es precisamente el desconocimiento de origen geográfico las lajas de piedra, de su traslado y de su uso – probablemente ceremonial – el que ha motivado la destrucción masiva de ellas cuando se encuentran en la remoción de tierras de obras de infraestructura que se realizan en el centro y suroccidente de Colombia. Las lajas fueron dispuestas para conformar los conjuntos arqueológicos de muchos sitios del país, y el más conocido es el del Parque Arqueológico de San Agustín, Patrimonio de la Humanidad, en el departamento del Huila. Por esa razón, en algún momento, un arqueólogo conocedor de las estructuras líticas o tumbas de cancel afirmó que las estructuras líticas del Quindío semejaban un “San Agustín, pero sin estatuas de piedra”.

La piedra arqueológica de la atiborrada plaza de Salento se convirtió en un atractivo turístico más. Si bien no tuvo por qué ser alterada para plasmar las letras y una pequeña figura que semeja un símbolo masónico, ello debe entenderse como un inocente acto, producto del bien intencionado interés de los funcionarios públicos de entonces, para celebrar con pompa el primer centenario del proceso de independencia de Colombia.

Piedras monumentales como ésta, la que hemos querido llamar la “arqueológica patriótica” de Salento, se encuentran diseminadas en la amplia extensión rural del municipio Padre del Quindío.

Están en los caminos que conducen al Parque Nacional de los Nevados, en la extensión de los valles paramunos, cerca del lugar llamado Herencia Verde, y se trasladaron varias hasta el sector del Mirador, que permite apreciar el Valle de Cocora, donde se reubicaron para disponerlas como un sitio de exhibición.

La piedra “arqueológica patriótica” de Salento acompaña a otros monumentos patrioteros de la plaza principal. Son dos: el busto erigido a la memoria de uno de sus fundadores, realizado por el artista Neftalí García, que se entronizó allí, frente a su templo, el 4 de marzo de 1950 y que además presenta una placa que reza “Homenaje a Pedro Vicente Henao”, donde aparecen también las rúbricas de otros personajes, grabadas sobre la superficie de mármol. El otro monumento es la estatua del Libertador, de autor anónimo, escultura en bronce, que llama la atención porque en la mano derecha de su brazo levantado se aprecia la espada, y en su mano izquierda se ve el florete o su funda, lo que significa que por allí pasó Bolívar el 5 de Enero de 1830, vía a Santafé de Bogotá, en recorrido por el Camino Nacional que atravesaba la región.

Tres monumentos -dos de ellos clásicos y el otro de procedencia arqueológica-, que hacen honor en estos 200 años de la independencia de Colombia, al primer pueblo fundado en las montañas del Quindío, y que un día de tantos fue picado por el bicho del turismo.

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