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Columnistas  |  22 julio de 2019  |  12:00 AM |  Escrito por: Diego Luis Ramírez Hincapié

Sultanes y concejales

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Diego Luis Ramírez Hincapié

La controversia que se ha presentado en el Concejo de Armenia por una “infeliz” pintura es, en apariencia, una discusión fútil y chilindrina, sino fuera porque todo esto está marcado con el código de barras de la penetración cultural de un país de economía fuerte, como lo es Turquía.

Veamos por qué. El estado turco carga a sus espaldas el pesado yugo del genocidio armenio ocurrido entre los años 1915 y 1917, triste episodio de la historia universal, solo superado por el genocidio judío de la segunda guerra mundial, orquestado por el nazismo.

Turquía nunca ha reconocido este oscuro episodio de su historia y de la historia de la humanidad. Siempre ha dicho que fue y ha sido un acto de guerra con los consabidos efectos colaterales.

Lo cierto es que la República de Armenia ha sido uno de los estados más ultrajados en el transcurso de la historia. Turcos unas veces, rusos en otras han sido los encargados de vilipendiar a este heróico pueblo caucásico que ha resistido y sobrevivido hasta el cansancio el acoso y la persecución religiosa.

Pero ahora, un simple incidente parroquial saca a la palestra las verdaderas intenciones turcas.

Inocentemente, alcalde y concejales armenios (del Quindío) viajaron con todo pago a Turquía, en visita oficial y de intercambio cultural; es decir los turcos están siendo formalitos con los armenios del otro lado del océano, para demostrarle al mundo que el incidente con los armenios (los del Cáucaso) fue solo un incidente, un asunto de guerra que ya pasó.

Pero lo que no pueden olvidar los otomanos (turcos) es que el “incidentico” con los armenios quedó para siempre en los anales de la historia como el Genocidio Armenio.

Ignorar la historia no es un delito, pero si puede ser un pecado de lesa humanidad; dibujar o pintar un sultán en un sitio público, en tales circunstancias es más que una aberración : Abdul Hamid II ha sido llamado por los historiadores el Sultán Rojo, “el gran asesino” y “el sultán sangriento”, por sus crímenes contra el pueblo armenio.

Y si nuestra capital Armenia se llama así como homenaje a la torturada Armenia del Cáucaso, no tiene sentido ahora que nos estén recordando con la figura fatal de un sultán, que los turcos son inocentes de tal barbarie, cuando los historiadores la condenan.

Borremos esa abominable figura sultanesca, así como borraremos de nuestra memoria para siempre nuestros sultanescos concejales que inocentemente o por ignorancia se prestaron para tan sutil jugada. Por ahora no más sultanes ni concejales.

 

Armenia, 19 de julio de 2019

 

 

DIEGO LUIS RAMIREZ HINCAPIE

 

Diegoluisramí[email protected]

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