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Columnistas  |  23 julio de 2019  |  12:00 AM |  Escrito por: Carlos Alberto Agudelo Arcila

Desentrañismos

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Carlos Alberto Agudelo Arcila

Intuyo la poesía desde espacios íntimos que convergen en la cebolla.

Leer, masturbar nuestro espíritu en aras de proseguir lecturas que nos anime a leer.

Hombres y mujeres despiertan, corren hacia el abismo donde entierran el porvenir de los horrorizados.

Palabras que son cerillas encendidas, lumbre al pie de la sombra. Honro el vocablo junto a la ceniza del cigarrillo.

Observar mundos paralelos de arriba hacia abajo y luego cruzar la calle.

Noche incierta. No duermo. Espero la noche reconstruida de la noche.

Pretenden conocerse a sí mismos, llenar sus vacíos espirituales con adoctrinamientos petardistas, sin explorar neuronas que los despierte, que los conlleve a meditar su propia existencia, a impregnarse de razonamiento objetivo hasta lograr el encuentro del Dios interno.

La historia de la libertad es océano congelado en la cubeta de la tiranía.

Mirar desde todos los ángulos la gota de rocío, también el sol que la espía, desde luego…

La sombra de la mariposa vuela, lleva hasta la altura el halo del color, desde hoy se institucionaliza el día de la sombra.

Hombre, con “los pies bien puestos sobre la tierra”, arrenda garaje para ofrecer su vida al mejor postor.

Las personas que se esfuerzan por encontrar la felicidad, deberían tener a la mano una aguja, para zurcir ciertas desilusiones…que la felicidad desteje.

Miradas póstumas al principio de ciertas relaciones.

Creería en Dios si fuera sopa proverbial en la garganta de la hambruna.

La historia está libre de pecado. El hombre es la piedra en el zapato de la historia.

Domingos que son esquinas sin tener dónde dar la vuelta a la vida o a los sueños o al mundo o al tornillo en el aguasola o al lado del polvo eres de cada día en que alguien deja de existir porque es la una o las tres o el momento indicado de nunca más escuchar la música de un domingo sin fondo sin luz sin mujeres que le den paso firme a la tarde Domingos aquí allá en el centro en el deseo en la estatua del prócer de la muerte en el parque donde el héroe desenfunda un revólver para dispararle al perro callejero que ahora es monumento a la vida Domingos lisiados Domingos vagos Domingos inciertos Domingos de misa domingos que cuelga de la babaza en el bar Domingo que me palpo vacío y hundo el dedo hasta mis vísceras que claman por otro domingo con antesala en la casa de los desahuciados en la que habitan lémures que no dejan espacio al hombre para prender la mecha frente al espejo que deje ver a los ocupantes del domingo extraño Domingo pálido Domingo de miércoles en el que se puede describir el arribo de la lechuza al árbol que deja espacio para ahorcarse los desventurados del mundo De pronto los domingos dejan de ser esquinas se urbanizan con hierro extraído de la concentración del oleaje La espuma contra las últimas tinieblas hacen sucumbir el lunes.

La luna ayudó tanto a la poesía cursi que demasiados poetas se volvieron luz pálida de ella.

Trabajar de lunes a domingo, claro que extender martes de ocio, por martes infinitos…

La humanidad universal es aceptable, no obstante tiene el defecto del ego que individualiza al hombre en un mortal repulsivo.

Existo y luego pienso si ayer existí y luego pensé para escribir no sé qué, señor Descartes.

Necesito solo una palabra de esperanza para decirle no al político en elecciones.

En la sal del mar se hace legible la biografía no tan dulce del río.

 

 

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