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Columnistas  |  25 agosto de 2019  |  12:00 AM |  Escrito por: Manuel Gómez Sabogal

Mis alumnas del colegio

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Manuel Gómez Sabogal

Hay historias llenas de violencia y se pasan en televisión, se muestran en la prensa o las emiten en radio. También, hay historias "light" llenas de artistas de la farándula.

Pero hay unas historias que tienen vida, son ejemplo y transmiten fuerza, energía y son aquellas que no se muestran, porque no tienen lo que "desean" los lectores, televidentes o quienes escuchan radio.

Fui maestro, docente, profesor en algunos colegios de Armenia, entre ellos el Colegio de Nuestra Señora del Rosario.

Como algo curioso, tengo los mejores recuerdos del Colegio de Nuestra Señora del Rosario, entidad que desapareció, lamentablemente.

Un encuentro obligatorio. Era necesario estar allí, pues ellas despedían a una compañera y yo había sido su profesor. No fue el año anterior, ni hace poco. Fue hace muchos años, cuando el colegio de Nuestra Señora del Rosario existía en Armenia. Las religiosas dominicas eran las que regentaban esa institución al norte de la ciudad y la hermana Fabiola era la rectora.

Con el paso de los años, no terminó esa bella amistad entre las estudiantes. Un grupo que siguió adelante, encontrándose y reencontrándose. Ya han despedido a varias compañeras. Y en esta occasion volvían a reunirse para una despedida llena de emoción y tristeza. Porque hacía pocos meses se habían reunido para celebrar un año más de su bachillerato. Para recordar, rememorar épocas pasadas y contar anécdotas repetidas de momentos juveniles y llenos de alegría.

Llegué a la sala de velación y encontré a algunas de ellas, sentadas, conversando y contando cómo habían sido los instantes que pasaron juntas. Saludé y los abrazos llegaron. ¿Te acuerdas de mi? ¿La reconoces? Y ahora, vienen más.

Cierto, porque más tarde aparecieron otras de las compañeras. Nuevamente, las veía reunidas y las imaginé en el salón de clase en el segundo piso del colegio o en el recreo, sentadas conversando.

En el salón de clase, locas, dicharacheras, tercas. Así eran ellas. Se salvaban dos o tres, pero el resto, convertía en manicomio cualquier sitio donde estuvieran juntas.

Porque los grupos de bachillerato siempre fueron importantes, estos encuentros, así sea con la tristeza regada por toda el alma, dejan un gran mensaje a todos aquellos que todavía creen en los valores como fundamentales en un mundo que prefiere el odio, el rencor, la intransigencia, la intolerancia.

Las compañeras se reunieron a despedir a su amiga del alma, a sentir que se iba parte de su vida e historia, pero continuaban unidas más que antes para seguir dando ejemplo al mundo de que la amistad es más fuerte y se estrecharon más los lazos entre todas. Un gran recuerdo y un día donde la tristeza, las lágrimas y sollozos imperaron para dar paso a abrazos y momentos únicos en la vida de un grupo lleno de amor.

Que muchos bachilleres de diferentes colegios se reencuentren, se abracen, vivan momentos de reminiscencia y muchas alegrías. Que renazcan el afecto y los abrazos para que desaparezcan los odios y rencores. ¡Qué viva la vida!

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