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Columnistas  |  18 septiembre de 2019  |  12:00 AM |  Escrito por: Juan David García Ramírez

Estados Unidos y México, librando la batalla contra la inmigración ilegal

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Juan David García Ramírez

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Hoy en día, el furor globalista a favor de la inmigración ilegal se ha tomado los medios masivos de comunicación, las aulas de las universidades, el debate electoral en todas partes, como también las posiciones de jóvenes recién lanzados a la arena política. Han tomado una fuerza extraordinaria afirmaciones como que las fronteras no tienen sentido, o que nadie es ilegal, y la más popular entre las plataformas activistas de millenials y centennials: ¡La inmigración es un derecho! De repente, los estados nación contemporáneos se hallan ante una amenaza mayor que el propio terrorismo internacional, y son los burócratas de la ONU, la Unión Europea y demás entidades empeñadas en borrar a partir de ahora varios siglos de evolución política, con el pretexto de construir un gobierno mundial. La implicación más seria del proyecto globalista de suprimir la soberanía y las atribuciones del Estado, es la paulatina desaparición de las identidades nacionales y de la conciencia histórica que las define.

Gobernantes como Ángela Merkel, Emmanuel Macron y Pedro Sánchez, entusiastas partidarios de actuar como representantes de quienes no son ciudadanos, en perjuicio de los intereses de quienes sí lo son y los han elegido, vociferan contra cualquier decisión política de sus pares o contradictores, orientada a salvaguardar la integridad territorial de los países. Siguiendo un libreto dictado por Bruselas, hoy condenan al gobierno italiano y mañana al británico, cuando manifiestan su preocupación por los problemas que la inmigración ilegal masiva está trayendo a la seguridad y estabilidad social.

Pero esta semana, los gobiernos de López Obrador y Trump nos traen buenas noticias: En una reunión bilateral entre el secretario de Relaciones Exteriores de México, Marcelo Ebrard, y una delegación del Departamento de Estado de los Estados Unidos, se destacó que las medidas emprendidas para contener el flujo migratorio a través de la frontera de más de tres mil kilómetros entre los dos países, han surtido un efecto positivo, pues, mientras en Junio se había dado un incremento del 300% en la llegada de inmigrantes provenientes de toda Centroamérica, entre Agosto y Septiembre se ha dado una disminución del 58%. No obstante, Ebrard advirtió sobre otro gravísimo problema, y es la entrada de miles de armas de Estados Unidos a México, a través de los estados de Texas (41%), California (19%) y Arizona (15%). Las armas, adquiridas legalmente al otro lado de la frontera, son usadas por los carteles mexicanos de la droga, de modo que al narcotráfico y a la trata de personas se suma un nuevo flagelo: El 70% de los delitos con armas de fuego en México, se relaciona con armas compradas en los estados fronterizos.

Esta realidad, característica de un entorno de nuevas guerras, es ilustrada con crudeza por el director italiano Stefano Sollima, en Sicario: Día del Soldado (2018). En la película, los carteles mexicanos obtienen más lucro con la explotación de los inmigrantes que con el narcotráfico, al tiempo que las autoridades estadounidenses deben investigar una serie de atentados terroristas, cometidos por yihadistas que ingresaron al país por la porosa frontera con México. Los líderes mundiales harían más por las personas más vulnerables, explotadas por redes como las que se muestran en Día del Soldado, si se esforzaran por promover mejores condiciones de vida en los países de los que éstas provienen, en lugar de hacer llamados irresponsables a la invasión programada de sus sociedades.

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