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Cultura  |  12 noviembre de 2019  |  12:02 AM |  Escrito por: Robinson Castañeda.

El fútbol entre aficionados

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Crónica: El fútbol entre aficionados

Por: Guillermo Salazar Jiménez// Correo electrónico [email protected].

La fiesta del fútbol se vive en las tribunas del estadio, pero se siente desde las calles que lo rodean. Para vivirla plenamente es necesario sentarse en una mesa de cualquier fuente o bar y escuchar a los aficionados. Saben las alineaciones, discuten sobre la titularidad de tal o cual jugador, pronostican marcadores. Hacen apuestas. Se sienten directores técnicos. Para aprender sobre aquellas cosas del fútbol, diferentes a lo estrictamente relacionado con los partidos, es necesario estar en aquellos lugares, extraños para aficionados amateurs, pero únicos para seguidores profesionales.

El que tiene la plata manda, dice uno de los contertulios, por eso la Dimayor no quiere atender la solicitud de los jugadores. La disputa por la dirección del fútbol es vieja, donde el poder del dinero marca la historia. La División Mayor del Fútbol Colombiano, Dimayor, no está sola, depende de Colfútbol, Federación Colombiana de Fútbol, creada en 1971. Otras asociaciones nacionales datan desde 1924 y afiliadas a la Fifa desde 1936. Vale la pena señalar que en 95 años de historia Colfútbol ha estado dirigida por 15 presidentes, en promedio seis años y tres meses de reinado para cada uno.

Lo que dice Lucho es cierto, pero vea, hace 71 años la Dimayor rige el fútbol profesional, con aciertos y desaciertos, propios de sus intereses económicos. Antes el espectáculo mandaba la parada, hoy el dinero juega de titular. Basta con recordar en 1949, la llamada época del dorado, cuando llegaron las estrellas argentinas que habían entrado en paro. Recuerdo que mi padre decía que por la ambición del dinero recaudado por tales rutilantes estrellas fuimos acusados de piratas y desafiliados de la Fifa. Para ser readmitidos en 1951 los dirigentes se comprometieron a devolver los extranjeros antes de 1954. Es historia patria.

Desde siempre las disputas han estado presentes, habló el de la camiseta roja, por algo dicen que Barranquilla es la casa de la selección. El primer paso se dio en 1924 cuando se fundó la liga de fútbol del Atlántico, doce años después, en 1936 la Fifa nos aceptó. Como la plata manda, la Dimayor ha ganado todos los partidos. En 1958 se dio la “rebelión de las ligas”, Antioquia, Cundinamarca y Valle crearon una asociación con 12 ligas y programaron un campeonato nacional. Exigían dinero producto de los torneos y transacciones. Pudo más el dueño del dinero. Igual sucedió en 1961, previa la eliminatoria del mundial de Chile. Desacuerdos entre dirigencias de 1962 a 1964 la ratificaron como rectora del fútbol profesional. Desde entonces las ganancias se las reparten entre la Dimayor, que rige a los 36 clubes profesionales, 20 de primera y 16 de categoría B, y la Difútbol –División Aficionada del Fútbol Colombiano -, que dirige a los equipos aficionados. Ahora el problema es con los futbolistas. Son los personajes de la película, mejor dicho del partido.

Cierto, afirmó el señor de la camiseta verde. Los futbolistas olvidados se están haciendo sentir desde 2004, cuando nació Acolfutpro –Asociación Colombiana de Futbolistas Profesionales -. Son 1.117 agremiados de los cuales 670 pertenecen a clubes de primera. Los 12 puntos planteados desde hace más de un mes para discutir con los dirigentes, es un asunto de gremio y no de un uno u otro equipo, como lo quieren hacer ver algunos periodistas deportivos. Basta con leer los estatutos para deducir que no solo es cosa del fútbol; se trata de dignidad y respeto por los futbolistas como personas y trabajadores. Ya no son esclavos del espectáculo, donde ganan aplausos o críticas, según el marcador del partido, pero los dirigentes se quedan con el dinero. Además de personas y futbolistas, son colombianos que desde su trabajo y ejemplo construyen país.

Intervino al que llamaron Lucho. Ahí está la diferencia, ahora los futbolistas se sienten trabajadores colombianos con derechos para lucharlos. Aquí están los estatutos –sacó de su maletín varios papeles –dicen clarito que la asociación trabaja “bajo los principios de solidaridad, justicia y equidad que contribuyen a la transformación social de nuestro país”. A ver, dónde dice, si aquí el objetivo cuarto: “Participar en la elaboración y expedición de leyes, decretos, reglamentos y negociación colectiva”. Ya no son simples pataduras que corren tras el balón, ahora se sienten trabajadores, con derechos por exigir, y ciudadanos responsables de construir país. Lucho devolvió varias hojas, y sentenció: por eso no es nada raro que su slogan sea “Reglas claras, vida digna”. Es más, entre los doce puntos que los dirigentes se niegan a discutir, están los dos, tres y cuatro que tratan de concertar: estatuto del jugador, código disciplinario y la minuta de trabajo obligatoria. Es lo mínimo para sentirse respetado como trabajador. Incluso es más importante cuando explican que pretenden “Asesorar a futbolistas, hombres o mujeres, nacionales o extranjeros, activos o desempleados, en la defensa de sus derechos sobre los contratos, en convenciones colectivas, y representarlos ante las autoridades judiciales, deportivas, nacionales o internacionales”. Tienen que ser muy sordos los dirigentes que no aceptan conversar y muy ciegos los futbolistas que critican negativamente a Acolfutpro. Hay futbolistas que les interesa la comodidad que les representa el dinero, pero poco las necesidades de sus colegas.

Ahí está el principal problema de Colombia: la desigualdad en la riqueza. Habló el más joven de los amigos de la mesa. Delgado, con manillas de colores, un tatuaje con un nombre cubría el dorso de su mano. Parecía hijo de Lucho, estaba a su lado. Pinta de futbolista. Era universitario. Prosiguió: las grandes diferencias entre clubes y futbolistas son tan grandes que crean potentados y serviles. Transfermark lo afirma, mientras Nacional está tasado en 25.83 millones de euros, Envigado vale 9. 18 millones. Por eso los derechos de televisión le sirven a Nacional para adornar los camerinos, mientras Envigado los destina a pagar su nómina mensual. Los grandes equipos pueden tener nóminas numerosas, como Santafé que cuenta con 42 jugadores, mientras Tolima, Once Caldas, Pasto o Cúcuta registran 28. Y ni que hablar de los salarios.

así se llamaba el joven, prosiguió: no voy a señalar el monto de los salarios, quiero establecer comparaciones para que se entienda mejor. Teófilo Gutiérrez es el colombiano mejor pago en Junior, con sus siete millones diarios se podría pagar la mesada a más de ocho obreros, con salario mínimo. De acuerdo con fútbolred.com.co Falcao, nuestra estrella goleadora, gana 131 millones de pesos diarios; con ese dinero se podría pagar la nómina completa del mes a un equipo nuestro, construir una escuela rural o un puesto de salud. Con los 76 millones de pesos diarios que gana James, otro referente de nuestro fútbol, se podría cubrir el pago mensual de 38 maestros titulados o igual número de médicos recién egresados. Aquellos sueldos de miedo, contrastan con el salario mínimo que ganan la mayoría de nuestros futbolistas. Por algo, dichas figuras con inversiones portentosas y lujos insospechados no intervienen a favor de los futbolistas criollos, que sueñan por salir a jugar al exterior o ser contratados por equipos ricos. La ilusión de mejorar su contrato para tener casa propia, pagar la salud o estudios de los hijos, se desvanece a medida que los campeonatos transcurren y los partidos terminan. Vuelve a su mente en las concentraciones y renace los lunes o martes cuando madrugan a entrenar de nuevo.

 

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