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Columnistas  |  17 noviembre de 2019  |  12:00 AM |  Escrito por: Juan David García Ramírez

Ciudadanos del mundo, resistiendo la subversión ideológica

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Juan David García Ramírez

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El proceso de destrucción de la civilización occidental y sus herederos, está en curso. No comenzó este año, ni recientemente. Cuando se habla de la decadencia moral y la corrosión del carácter en las sociedades abiertas, se trata de una realidad palpable, tangible y que se presenta ante nosotros en cada esquina, pero que no todos perciben. La erosión de la identidad nacional e histórica, de la cohesión social a través de la institución natural de la familia, de la idea del imperio de la ley, y de la ética del trabajo y el esfuerzo individual, se ha dado a pasos agigantados.

Últimamente, circula por YouTube una serie de conferencias y entrevistas a Yuri Bezmenov, un periodista ruso y exagente de la KGB, el servicio de inteligencia de la desmantelada Unión Soviética. En ellas, explica con gran detalle y claridad el concepto de subversión ideológica y la guerra de propaganda, armas usadas en la Guerra Fría por la URSS, y también ahora mismo, por la asociación entre Globalismo y Comunismo, para debilitar y transformar progresivamente los países que se convierten en su objetivo estratégico, o sea, aquellos que cuentan con una economía de mercado y un sistema democrático liberal. Bezmenov plantea que el proceso se lleva a cabo en cuatro etapas previamente concebidas: Desmoralización, desestabilización, crisis y postcrisis.

La desmoralización, la más importante de todas, consiste en socavar las bases más sólidas de la sociedad democrática, a través de la penetración de la educación, la religión, la cultura local, los medios masivos de comunicación y los actores económicos. Repasando los hechos de estas semanas turbulentas en Europa y América Latina, las ideas de Bezmenov se tornan más relevantes y actuales que nunca.

En España, el ascenso del partido VOX como tercera fuerza política en el Congreso de los Diputados, habiendo logrado 52 escaños, representa un cambio muy importante en la composición política del país. No obstante, el hecho fue presentado como la llegada de la ultraderecha fascista, homófoba y racista, en prácticamente todos los medios de comunicación españoles y del mundo, sin importar que más de 3’500.000 ciudadanos dieran su confianza a VOX. La democracia solo es democracia cuando ganan los totalitarios, que son quienes aspiran a destruirla. En Bolivia, luego de trece años de hegemonía del Movimiento al Socialismo, de Evo Morales, la sociedad civil se organizó junto las fuerzas militares, para recobrar su libertad y poner fin a un régimen que se había convertido en una pandilla secuestradora del poder. Pero una vez más, las grandes cadenas noticiosas, de espaldas a la gente, señalaron los eventos como un inaceptable golpe militar al legítimo presidente Morales. Y en Colombia, ante la preocupación de la ciudadanía por las amenazas de saqueos, destrucción del transporte público y de locales comerciales por parte de terroristas, para la fecha del paro nacional contra el gobierno de Iván Duque, se ha difundido la idea de que quienes asumen el compromiso cívico de defender el Metro de Medellín, el mobiliario urbano y proteger la propiedad privada, son realmente hordas de radicales dispuestos a violar el derecho a la protesta social. En los tres casos es notorio que la subversión ideológica ha alcanzado a ciertos pilares del mundo democrático, pero no del todo, y por fortuna, a los individuos libres, que aún pueden decidir por sí mismos y rescatar sus países de las garras del totalitarismo.

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