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Columnistas  |  24 noviembre de 2019  |  12:03 AM |  Escrito por: Evelin Montoya

Las alternativas de la sociedad para lidiar con el régimen

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Evelin Montoya

Hace algunos días, en una visita a la ciudad de Guanajuato, México, tuve la oportunidad de intercambiar palabras y experiencias con jóvenes de los diferentes países de Latinoamérica. Hablamos de la situación que cada una de sus naciones enfrenta; intercambiamos experiencias y posturas entre puertorriqueños, bolivianos, ecuatorianos, uruguayos, argentinos, mexicanos, chilenos, colombianos y venezolanos, entre otros.

A sabiendas de cada una de las coyunturas que esos Estados están atravesando, hubo una, en particular que se llevó toda mi atención: Venezuela. Y no me cuestioné por la situación política y de orden social que ya todo el continente conoce, me impresionó su economía y la tendencia que está marcando, sobre todo por lo paradójico que resulta.

Macarena, así se llamaba una de las venezolanas que viajó a Guanajuato, es abogada y docente universitaria en su país; ella tenía una preocupación, necesitaba un lugar para cambiar algunos cientos de euros que había llevado con ella, por dólares, porque en su país todo se compraba informalmente en dólares y los euros no valían tanto. También poseía dólares y se veía emocionada por gastarlos comprando zapatos, carteras y algunos artículos para llevar a su familia ya que en México los conseguía más económicos que en Venezuela, donde eran casi incomprables.

Me sorprendió este hecho porque ratifica mi postura acerca de que las dinámicas sociales cambian las reglas de juego del Estado. En Venezuela se comenzó a gestar una mutación de la economía a partir de intercambios comerciales desde la base social. Las implicaciones de la noticia que Macarena me informaba, dibujaron todo un panorama de transiciones y riesgos u oportunidades según se maneje esta circunstancia.

Las grandes olas migratorias de venezolanos y la venta de sus billetes en los semáforos de Colombia por cualquier peso, han expuesto rápidamente la hiperinflación de esa moneda, que según el Fondo Monetario Internacional es de 200.000% en 2019 y tiende a incrementarse.

Frente a la escasez y debilidad del bolívar, los venezolanos comenzaron a realizar sus transacciones con monedas extranjeras como el peso colombiano, el euro y el dólar estadounidense, siendo este último el que más se ha arraigado en dicha economía; pasó de realizar el 5% de los pagos de productos y servicios en 2012, al 54% en lo que va de 2019.

Estoy hablando de una masificación de facto del uso del dólar en Venezuela, implementada por los ciudadanos de forma paulatina e informal al margen del régimen de Nicolas Maduro.

Tal situación lleva implícita la pérdida de funciones del bolívar como moneda de intercambio nacional porque los ciudadanos han perdido su confianza en ella. Tal como Harari lo afirma en sus textos, el dinero es un relato humano y su existencia depende de que las conciencias intersubjetivas crean en él, si no es así, es mero papel que carece de valor.

No obstante, este es el inicio de transformaciones nacionales que se hacen desde la base, desde lo social. Pese a ello, es equivocado hablar de una dolarización en Venezuela, no hay dolarización porque la moneda oficial sigue siendo el bolívar, además ese país no cuenta con las condiciones necesarias para que así sea y tampoco comulga con el programa ideológico del dictador ni su posición en el panorama internacional.

Lo que sí se puede asegurar, es que se trata de una alternativa de supervivencia que los ciudadanos están asumiendo en respuesta a sus necesidades insatisfechas, como una reacción social a las problemáticas económicas en las que se ven sometidos. No todo es color de rosa, porque la inflación sigue siendo en dólares.

 

 

 

 

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