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Editorial  |  02 diciembre de 2019  |  07:08 AM

Rescatar y ampliar la Calle Real

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La peatonal de La Calle Real de Armenia que ganó el premio Kart Brunner en la Bienal Nacional de Arquitectura en Cartagena en el 2008, se está convirtiendo poco a poco en un mercado Persa, en un lugar de baratillos, de vendedores ambulantes, de basuras e inmundicias, frente a la indolencia de las autoridades municipales y de la propia ciudadanía.

Este lugar debería de ser un sitio mimado de los ciudadanos, de los gremios y de la administración municipal de Armenia. Pero no lo es, por el contrario, cada vez se hace más evidente su abandono. La actual peatonal de la Calle real debería de ser apenas el comienzo de un gran proyecto para el centro de la ciudad, que reivindicaría a la capital quindiana como epicentro del turismo departamental y, de paso, complementaría los atractivos que tienen los demás municipios.

La calidad del diseño arquitectónico de este espacio, su formato más allá del piso, incluyente para el ciudadano y el comerciante, alegórico de la cultura cafetera y paisajística del Quindío, lo sitúan en el ámbito público, en la defensa de lo colectivo como un valor definitivo y pedagógico para las sociedades que desean superar las taras del individualismo, de la exclusión y la intolerancia.

Por estas características, el proyecto debería continuar. Primero, hacia el sur, por la carrera 14, hasta llegar al propio río Quindío. Desde la 21 a la 24, debe conservar el mismo ambiente que tiene en la parte alta, cuando el individuo se topa con otra ciudad que camina, que observa, que conversa, que se encuentra, que dialoga entre la plaza Bolívar y el parque De Sucre.

Pero de la calle 24 hacia el río, el proyecto debe seguir la línea deportiva. Allí está la ciudad que juega, que suda la camiseta, que masifica el deporte como elemento fundamental de salud y la utilización acertada del tiempo libre. El polideportivo Cafetero y los desarrollos del antigua parque Cafetero deben continuar hacia el sur. En esa misma línea, el municipio debería de adquirir los predios que se ubica sobre la carrera 14 entre las calles 26 a 29, hasta la propia ladera que baja al río. En ese espacio expandir la ciudad con centros deportivos.

Pero al llegar a la calle 29, el proyecto debe convertirse en un esplendoroso mirador, con sendero ecológico que lleve al río, un sitio de contemplación de la belleza de la montaña que está al frente, con los cultivos de café y plátano y los guaduales y las mirlas y los azulejos alegrándonos la vida. Y allá, más arriba, la imponencia de la gran cordillera Central, tutelar de nuestros ancestros y nuestros hijos. Es un sueño que a veces acaricia a muchos ciudadanos y a veces los atormenta. Los acaricia cuando reparan en sus posibilidades, pero los atormenta cuando piensan en la incapacidad y en la pobreza de nuestros políticos.

Hacia el norte, el proyecto debe continuar hasta la calle novena, donde empieza la avenida Bolívar. Sería, en suma, una peatonal, no de cuadras, sino de kilómetros, de dos kilómetros, con todos sus acabados, con bulevares, conchas y escenarios para artistas y con un pueblo defendiéndola, amándola, disfrutándola. Un lugar excelente para encontrarse, un referente que no permitirá que jamás nos perdamos en una ciudad que cada vez necesita ser más dialógica, más humana, más comunicativa y más incluyente.

Ahora que se debe empezar a discutir un nuevo Plan de Ordenamiento Territorial para Armenia, debería discutirse este sueño, que, sin duda, le daría una nueva connotación a la ciudad, que tanto lo necesita.

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