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Columnistas  |  21 enero de 2020  |  12:00 AM |  Escrito por: Nataly Materón Lasso

NO ES DEMASIADO TARDE PARA SER OPTIMISTA

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Nataly Materón Lasso

A menos que alguien como tú se interese de verdad,

nada va a mejorar jamás

Dr. Seuss

En un principio la vida en la tierra estaba compuesta por multitud de especies animales y vegetales, vivía en armonía, cumpliendo sus tareas, ayudando así al desarrollo de ese “ciclo sin fin”; sin embargo algunos animales empezaron a evolucionar, se apoyaron sobre sus extremidades inferiores, comenzaron a cazar, a comunicarse y sobre todo a pensar, su cerebro creció entre 1000 -1500 cc, pero es bien sabido que la inteligencia no siempre es sinónimo de consciencia, y menos cuando el corazón no se encuentra conectado a las decisiones. ¿A qué ser nos referimos? ¿Qué animal logro ser “racional” ?, la respuesta es simple, su conducta no tanto, es el ser humano.

Avanzando en el tiempo, es cada vez más normal encontrar documentales sobre el cuidado del medio ambiente, algunos más catastróficos que otro, pero siempre con un punto en común: la llegada del hombre y la destrucción que deja a su paso, animales extintos, recursos agotados, contaminación, pobreza (porque el ser humano ni siquiera es compasivo con su propia especie); todo lo anteriormente mencionado solo reafirma la idea de que el es una máquina de destrucción y ambición, pero ¿es acaso el fin de todo? ¿ya no nos queda más que una simple resignación? ¿es demasiado tarde para ser optimista?, la respuesta a todos esos interrogantes es no.

De paso hemos dicho lo suficiente para identificar el problema, ahora es momento de proponer soluciones o en palabras de Capra, pensar en el

Desarrollo Sostenible, como una opción para un cambio urgente de paradigma social, el cual, se define como “una constelación de conceptos, valores, percepciones y prácticas compartidos por una comunidad, que conforman una particular visión de la realidad que, a su vez, es la base del modo en que dicha comunidad se organiza (1998: 27).

Dicho de otra manera, convertirnos en ciudadanías emergentes, aquellas que son conscientes que el progreso no es igual a destrucción, entender que debemos cambiar nuestras costumbres con el fin de proteger a cada especie y entender su valor en la tierra, pues la ignorancia junto a la indiferencia también crean caos, pero el amor por la tierra y sobre todo el respeto por ella nos convertirá en seres diferentes, aquellos que reciclan, utilizan medios alternativos de trasporte, usan sólo lo necesario, adoptan y ayudan a los menos necesitados, comprenden que todos somos iguales y existe un equilibrio que debe ser protegido, sólo si nos trasformamos en ese tipo de seres entendemos que el dinero es únicamente un medio, no un fin, los gallinazos no se venden ni por todo el oro del mundo y la naturaleza es una caótica belleza.

En conclusión y retomando algunas ideas, el panorama de nuestro hogar no es muy alentador, sin embargo, la tierra nos sigue llamando para que entendamos que el territorio es parte de nosotros y si él se agota nosotros también. No es demasiado tarde para ser optimistas, siempre y cuando abramos los ojos del corazón y le cerremos la puerta a la ambición, el tiempo se agota, la naturaleza nos observa, sigue a la espera de que la escuchemos, démosle un nuevo aliento, seamos “la voz que al viento dio canciones puras” (Arturo, 2004: 24), porque a menos que de verdad cambiemos, nuestros días solo serán una cuenta regresiva.

Referencias

Aurelio Arturo, 1963. Morada al Sur.

Capra, F. (1998). La Trama de la vida. Una nueva perspectiva de los sistemas vivos. Recuperado el 2018, 11, 08 en: https://es.scribd.com/doc/23628553/Capra-Fritjof-La-trama-de-la-vida-1996

Wilchex, G. (1997) Véndame unos gallinazos, señor alcalde. Recuperado el 2019, 01, 22 en:https://en.calameo.com/read/005591435f44bf5c49681

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