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Columnistas  |  27 enero de 2020  |  12:00 AM |  Escrito por: Aldemar Giraldo

LA VELOCIDAD EN LAS DECISIONES

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Aldemar Giraldo

Bien parece que la velocidad en las decisiones judiciales es directamente proporcional a la gravedad de las faltas cometidas por un terrícola; a mayor gravedad, más tiempo se toman nuestros jueces, ayudados por los abogados que dilatan los procesos hasta alcanzar el vencimiento de términos; nuestra realidad colombiana es prolífica en procesos y juicios que se alargan y se alargan como resorte de cauchera vieja; basta mencionar el litigio contra el expresidente de Corficolombiana, José Elías Melo, investigado y en juicio por caso Odebrecht, el eterno juicio de Alvaro Uribe por incontables señalamientos y que divide a Colombia; el largo proceso contra su hermano, Santiago Uribe, acusado de crear grupos paramilitares, la larga espera del narcotraficante Pastor Perafán, acusado de introducir 30 toneladas de cocaína a los Estados Unidos, , el show judicial de Samuel Moreno, la parafernalia que ha circundado a los hermanos Nule, el retraso en las decisiones sobre los falsos positivos, los pantallazos de Jorge Pretelt, el caso Colmenares, etc., etc.

En nuestro país, la lentitud de la Justicia no siempre es inevitable, a veces, es premeditada y empleada como estrategia para dilatar la resolución de un procedimiento, máxime, si se trata de un gamonal, politiquero de marras o con gran influencia en el medio económico o social. Así ha sucedido en los casos antes mencionados, en los cuales se han inventado maromas insólitas, unas veces, para salir victoriosos y otras, para ralentizar los procedimientos en los cuales se encuentran inmersos.

Con el caso de Mockus ha sucedido todo lo contrario; la Sección Quinta del Consejo de Estado falló en su contra una demanda por el contrato que Corpovisionarios hizo con la Gobernación de Cundinamarca y en el cual aparece el senador como representante legal; el fallo fue rápido, sin dilaciones, como si se tratase de un ladrón de billeteras. Da tristeza ver la falta de apoyo de la clase política y dirigente del país; olvidan que detrás de su temblor y movimiento oscilante se encierra una mente lúcida, diáfana, transparente y sin el menor asomo de engaño o corrupción; nadie postergó audiencias, análisis o juicios de valor, Simplemente, los medios de comunicación expresaron: “Mockus se va del Senado”. Para otros, el tembloroso salió bien librado, pues no le decretaron la muerte política y tiene como salvavidas un recurso extraordinario de revisión ante ese mismo tribunal o que la Corte Constitucional seleccione su caso. No la tiene fácil, pues no es corrupto y confía en la Justicia. En sólo tres meses cambió el escenario político de Antanas.

Feliz debe estar el demandante, José Manuel Abuchaibe, abogado que no es conocido a nivel nacional, pero sí en La Guajira, en donde ha sido cercano a los cuestionados exgobernadores Oneida Pinto y Kiko Gómez. ¿Qué interés particular puede tener este jurista? Me imagino que la defensa del estado de derecho y la moralidad en Colombia. Este guajiro aspiró al Congreso en 2014 y después de quemarse trató de buscar la anulación de la elección de Alfredo Deluque Zuleta a la Cámara (movimiento “Nueva Fuerza Guajira”), pero “tacó burro”, ya que esta demanda fue negada por la Sala Plena del Consejo de Estado. Como decía mi abuela: “Vaca ladrona no olvida el portillo”.

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