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Cultura  |  29 enero de 2020  |  12:00 AM |  Escrito por: Edición web

Antología del cuento quindiano

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Ciro Andrés Pérez G.

Son prolíficos los autores que se han dedicado al mundo de las letras y que han consagrado toda una tradición literaria en el Departamento del Quindío desde el siglo XX hasta la fecha actual. Narradores, poetas y ensayistas compendian las rúbricas de los escritores que han ayudado a afianzar la identidad de esta parte del eje cafetero. Sobre todo en la narrativa puede evidenciarse una evolución importante en las temáticas que transmutaron de los tópicos terrígenos y costumbristas a relatos urbanos y frescos que acogen temas más diversos y renovados. Captar y plasmar este tipo de acontecimientos en una obra con el objetivo principal de difundirlos al público en general, suele ser una tarea compleja. De ahí que la reciente Antología del cuento quindiano, que publicó la Biblioteca de Autores Quindianos, y cuya compilación estuvo a cargo de María A. Zapata Orozco y Jason D. Grajales Suárez, ambos egresados de la Licenciatura en Literatura y Lengua Castellana, cobre relevancia para generar el debido conocimiento acerca de la las obras y los autores que nos pertenecen. Sin duda, un libro muy práctico, especialmente para aquellos que desconocen la tradición y la historia literaria de nuestro departamento.

Acerca de las obras compiladas

Principiando el libro, se encuentra un texto donde los compiladores hacen un breve recuento histórico del desarrollo y la transformación que ha tenido la cuentística regional desde el siglo XX hasta nuestros tiempos. Allí mismo se dividen los autores recogidos en tres categorías: los precursores, los modernos y los contemporáneos. En total son 22 los escritores que se recogen dentro de la antología. Con excepción de algunos de ellos, generalmente hay dos cuentos publicados por cada prosista.

Mencionemos algunos de los autores y sus cuentos. Así, encontramos obras como La rotonda o Marihuana de Eduardo Arias Suárez, donde el resentimiento por los rostros, los conflictos pueblerinos, las alucinaciones y la preocupación por el ser persisten como efectos psicológicos. Lo mismo ocurre con Tragedia en un rostro de Luis Vidales, narración que ya atisba algo de moderno al involucrarse al lector en un relato que fracasa como historia. Algunos cuentos están ambientados en las peripecias rurales donde es la violencia colombiana lo que predomina. Tal es el caso de Entre vivos y muertos, de Fernando Arias Ramírez o Brazo cortado, de Adel López Gómez. En Humberto Jaramillo Ángel (donde prevalecen las descripciones románticas, la nostalgia y las comas insistentes) se alcanza a percibir el costumbrismo de una forma atenuada. Abona mucho a las historias de este cuentista los finales inesperados, como ocurre en No soy loco, donde el personaje se narra así mismo de forma dual.

Más adelante encontramos a los autores que se preocupan por las experiencias cotidianas del ser dentro de una metrópolis distinta; en otras palabras, se evidencia un desplazamiento de los ambientes pueblerinos y rurales a entornos más urbanos y distantes. Cuentos como Oasis. La muerte laberíntica, de Gloria Chávez Vázquez, nos transporta al delirio de la muerte, del espejismo, de un narrador que parece hablarnos desde el más allá. Por otro lado, Alirio Sabogal Valencia nos confronta con las cucarachas en su relato Hambre, insectos que hacen parte del diario vivir urbano y que se cuelan por todas partes, incluyendo la cocina. En Duda, Orlando Montoya ilustra la tensión de una pareja hostigada por la monotonía y la falta de profundidad. Más aún, podemos encontrar en esta serie de relatos modernos un cuento de corte anticlerical, como es el caso de Las hostias que bajaban del cielo, de César Carvajal Henao, que indica un cambio de pensamiento en la mentalidad religiosa tradicional.

Por último, se destacan las obras contemporáneas de autores que se han adaptado a los nuevos fenómenos tecnológicos, culturales y sociales; escritores que reflejan en sus escritos un gran acervo cultural y unas temáticas ampliamente renovadas. Los casos más representativos son los cuentos de Umberto Senegal, donde existe la intertextualidad, la fantasía y lo escabroso de la vejez; Igualmente, hay unos enlaces explícitos en los cuentos de Gustavo Rubio Guerrero con las narraciones de Cortázar, donde se superponen, además, unas técnicas narrativas interesantes, como el uso de la metaficción. Carlos Alberto Castrillón y Alister Ramírez Márquez, por su parte, afincan sus relatos a la horda tecnológica y virtual, planteando así nuevos dilemas en lo que respecta al mundo humano en relación con las vanguardias tecnológicas actuales.

Reivindicación de la narrativa quindiana en el panorama nacional

Acaso la literatura del Gran Caldas —y entre ellas la quindiana— cayó, en su momento, en un costumbrismo efervescente que terminó limitando la calidad de las producciones culturales en el eje cafetero. Eso y el naciente Grupo de Barranquilla que en 1940 integró a escritores de la talla de García Márquez, Fuenmayor, Cepeda Samudio, entre otros, invisibilizó en parte a los escritores de esta parte del país que por aquel entonces conformaba un grupo someramente reconocido.

Impulsar una antología de cuentos del Quindío supone una reivindicación importante de las producciones culturales del eje cafetero, especialmente por la transición en términos de calidad y de renovación que ha tenido la narrativa quindiana. A pesar de todo, ya desde los autores tradicionales se pueden ver intentos interesantes de experimentación literaria. El extraño crimen de las calles de las palomas, de Adel López Gómez, verbigracia, se aleja bastante de lo costumbrista en la medida en que parodia las novelas policiales. Y así podríamos ejemplificar con otros casos. Lo importante es señalar que los autores modernos y contemporáneos van muy a la par de lo que se espera de la literatura de hoy. Ya no se habla de pueblos, montañas, caminos empedrados o violencia rural. Los escritores se han enfocado en las nuevas realidades urbanas y han renovado sus técnicas de creación. En Adeta, de Carlos Alberto Castrillón, por ejemplo, puede contemplarse un relato de ciencia ficción que se compone desde la tesis del doble cuento de Piglia. En Cuento tomado o Meditación de un personaje de Gustavo Rubio Guerrero existe la transtextualidad y la metalepsis. Por su lado, Umberto Senegal nos propone historias fantasiosas o tétricas, como sucede en Zoológico de ancianos.

En suma, existen una buena cantidad de literatos que merecen ser rescatados de la marginalidad. Ojalá las investigaciones y las publicaciones de la Biblioteca de Autores Quindianos puedan tener una difusión profusa y los libros no se queden sobre estantes o cajas empolvadas en espera del olvido.

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