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Columnistas  |  20 febrero de 2020  |  12:00 AM |  Escrito por: Aldemar Giraldo

EL BURRO FLAUTISTA

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Aldemar Giraldo

“Sin reglas del arte,

borriquitos hay

que una vez aciertan

por casualidad”. (Tomás Iriarte)

En esta fábula, el burro se topó con una flauta abandonada, la sopló y le sonó; ante el sonido, el animal elogió su música asnal. Así pasa en nuestra triste realidad: muchos se encuentran flautas en distintos lugares o instituciones e improvisan, accidentalmente, melodías bestiales que hacen temblar la realidad. Se da en muchos campos, especialmente en el artístico y político.

Muchos padres les hacen creer a sus hijos que cantan espectacularmente; omiten el análisis y la crítica; los exponen al ridículo ante las visitas y, posteriormente, ante un público sediento de figuras y héroes. No en vano, varios “carebonitos” o agraciados se convierten en figuras estelares sin tener la culpa; otros, en críticos o censores musicales o de arte; cómo olvidar, por ejemplo, los “criticones” literarios que no han escrito más de dos renglones copiados al azar.

Ante la avalancha de realities, con formatos importados de otros lares, no ha quedado otra opción que improvisar jurados o juzgadores sin el más mínimo conocimiento de lo que hacen o representan los participantes; en muchas ocasiones, se aplaude la grosería o ignorancia de los jueces, quienes crean y recrean un lenguaje variopinto y barroco, convirtiendo las manifestaciones artísticas en sainetes burlescos, bastos y chocarreros.

Ya no importa la voz ni la capacidad de interpretación; mucho menos, el tono, el timbre, la intensidad o la duración de los sonidos, ni qué decir del ritmo o de la medida; todo ha sido reemplazado por el color o la forma de una peluca, el tamaño y grosor de un bigote postizo; el tejido del disfraz o vestido utilizado; el tacón y la punta de unas botas texanas; el matiz claro de una lentes de contacto, la inclinación de la solapa o la malla que recubre las piernas de las niñas que se exponen al juzgamiento como caballos de paso o trocha en exposiciones de ferias grado A.

Como vamos, nuestros jurados evaluarán las diagonales o laterales descritas por los participantes al desplazarse por las pistas de los canales de televisión, sin omitir juicios de valor sobre la “alzada”, la fortaleza del apoyo en sus remos, el tamaño de la cola, como también la conformación del anca y del dorso.

Más vale un caballo o una vaca que un participante en un reality; al menos, en una exposición equina o bovina, los jueces tienen formación y experiencia. A propósito, como los animales son seres sintientes, son tratados con más respeto mientras compiten por una cinta roja o azul. Como decía mi abuela: “A menudo, un bello vestido hace vender el caballo”.

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