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Columnistas  |  23 febrero de 2020  |  12:00 AM |  Escrito por: Óscar Jimenez Leal

EL JARDÍN DE TUS OÍDOS

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Óscar Jimenez Leal

La Biblioteca de Autores Quindianos tuvo el acierto de publicar este libro de la autoría de Jaime Lopera Gutiérrez, cuya extensa obra se halla consagrada en el Olimpo literario y periodístico de la región. En 135 páginas bellamente editadas, y con prosa sencilla, precisa y elegante posa de villano bueno – calificación deslizada por Jhon Isaza, en el prólogo -, en cuanto nos arrebata el tiempo del ocio y la rutina para adentrarnos con mirada penetrante a través de “postigos al aire” por fragmentos de obras de reputados autores de la literatura universal como Borges, Sábato, Mújica, Laínez, Fontanarrosa, Lawrence Durrell, Ibarguengoitía, Ezra Pound, Nabokov (sin “Lolita”, quizás para no padecer las iras de los defensores de la infancia y adolescencia). Luego, reseña la Saga de James Bond para conmemorar el centenario de nacimiento de Ian Fleming, a quien hizo célebre el presidente Kennedy cuando, en el fragor de su fama y prestigio, un periodista le preguntó sobre su libro de cabecera y respondió: son dos, La Biblia y la novela de un desconocido autor inglés que creó un personaje, el agente 007, con licencia para matar; al otro día, la industria editorial y los más conspicuos directores de cine irían en pos de los derechos de autor para publicar su obra y llevarla al cine. Continúa, Lopera, relatando el filme del director italiano Nanni Morelli, que escandalizó al Estado Vaticano merced a que el elegido Papa sucesor de Juan Pablo II, el Cardenal Melville, en lugar de salir al ventanal de la Plaza de San Pedro a impartir la bendición Urbi et orbi, se rehúsó a aceptar el cargo, por Miedo escénico, entre otros motivos.

La otra parte del libro, la mayor, la dedica el autor a algunos devaneos literarios, como así los llama, no obstante su profundidad analítica; a pasearse por episodios borgesianos de relatos famosos, incluidos algunos de colombianos destacados; y los más, son ensayos y reflexiones del autor en la intimidad con la página virgen.

En suma, y a pesar de que el autor se adelanta a desecharlo, la obra se caracteriza por su valor didáctico en el sentido de que desliza, tal vez sin proponérselo, sabias y elementales enseñanzas sobre la manera de escribir y entender la literatura y, además, suministra los elementos técnicos para su aprendizaje. Para la muestra un botón: “una frase equivocada, un vocablo fuera de su curso en medio de la elaboración de un texto literario, sofoca la creatividad y paraliza la mano.” En la misma dirección de enseñanza, pueden citarse los versos consagratorios de De Greiff, Carranza, Aurelio Arturo, Luis Carlos López, Porfirio, Rubén Darío, Machado o Neruda.

Solo le faltó al autor del Jardín de Tus Oídos, para superar su incompletez y lograr la plenitud de la emoción estética frente a la belleza dinámica de un buen partido de fútbol, sugerir a los espectadores que apagasen el sonido del televisor o de la transmisión radial para ver entonces un hermoso ballet clásico.

Trata, por otra parte, de afirmar la identidad del localismo para de allí trascender a lo universal, al hacernos caer en cuenta que así como el teatro de los acontecimientos universales en la obra de Joyce transcurre en el Dublín del siglo pasado o el escenario de Ana Karenina y de la Guerra y la Paz del Conde León Tolstoi se situó en la finca de su propiedad “Yásnai Poliana, cerca de Tula, Rusia, o para ser vernáculos, Suenan Timbres de Luis Vidales tuvo como cuna la ciudad de Calarcá, ora los poemas de Baudilio Montoya que recorrieron primero los caminos y veredas del Quindío, desde La Bella hasta Puerto Espejo, y a través de ese postulado se vislumbra todo lo universal. Al fin y al cabo las vicisitudes de la historia o las de la creación artística, así como todo el acontecer humano tienen su asiento geográfico en la urbe o en la aldea.

Es, pues, en últimas, un bello tratado de preceptiva que nos proporciona elementos para entender y descifrar los textos y el mensaje literario, con la ventaja adicional de que sus contenidos se pueden captar en forma independiente, de atrás para delante o desde la primera página de manera consecutiva hasta lo última. O leer empezando por la mitad, o saltándose títulos.

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