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Cultura  |  23 febrero de 2020  |  10:00 AM |  Escrito por: Edición web

ARSENIA CARDONA, EL AMOR CONVULSIONADO DE JESÚS MARÍA OCAMPO, EL TIGRERO

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Por: Roberto Restrepo Ramírez

A los 70 años de la muerte de María Arsenia Cardona, la esposa del fundador de Armenia, don Jesús María Ocampo, todavía se desconocen detalles de esa relación que, por lo escrito sobre ellos, se tornó distante, a tal punto que ella no lo acompañó en la travesía que emprendió Tigrero cuando decidió partir a la montaña cordillerana del Quindío y donde encontró la muerte. Muy diferente es esta situación a la que Arsenia y Tigrero enfrentaron cuando salieron a explorar territorio, a finales del siglo XIX, después de su matrimonio, y huyendo hasta la región donde fundaría la ciudad de Armenia.

Cuando falleció, en la mañana del 21 de febrero de 1950, Arsenia Cardona de Ocampo contaba con 77 años de edad. Vivía en una pequeña casa del sector de El Bosque de Armenia, la cual había sido otorgada por el municipio, junto con una pensión que le permitió sobrevivir con su familia y además permanecer en cuidados médicos en el hospital San Juan de Dios.

Había nacido en Salento en 1873, era hija de Jesús María Cardona y Ramona Buitrago. Cuando estaba pequeña, la familia se trasladó, primero a Circasia, y luego a la población de Anaime, Tolima, donde su padre trabajó en una finca de Tigrero. Tenía 13 años cuando conoció a Ocampo y finalmente contrajeron matrimonio en Ibagué en 1866. Tigrero tenía 37 años.

El 26 de septiembre de 1938, el cronista Alfonso Valencia Zapata le hizo una entrevista a doña Arsenia, la cual fue publicada en su primera edición del libro “Quindío histórico” de 1955. En el escrito aparecen apartes de su vida, entre ellos la versión que le contó a Valencia, con referencia a que el municipio le había confiado una ocupación de parquera en el sector San José El Bosque, donde finalmente construyeron su casa, en un lote donado por don Santiago Vélez Palacio.

Valencia Zapata escribió lo siguiente en la página 75 de esa primera edición: “Algunos años después de la fundación de Armenia, María Arsenia Cardona de Ocampo atendió requiebros y Tigrero desilusionado se fue a la montaña, hasta que llegó la hora de su muerte en la quebrada de Guayaquil en Río Verde”.

De acuerdo con el significado de aquella expresión, “requiebros”, y del verbo “requebrar”, todo indica que ella pudo recibir los piropos y los halagos de otra persona, lo que disgustó profundamente a su esposo. El mismo autor, en sus ediciones de “Quindío Histórico”, escribió lo siguiente: “Tigrero sufría las decepciones domésticas. Amargo y doloroso fue su exilio. María Arsenia, que fue su mujer fiel a través de la selva del Quindío, lo desdeñó al final de la jornada. Ocampo, mirando el desdeño, abandonado por los afectos de quien fue su compañera, se fue en busca de más selva porque solo en ella encontraba tranquilidad”.

Una historia de amor y desdén de los esposos fundadores de Armenia, también llena de mitos y anécdotas de ambos personajes, que muchos autores han abordado en sus obras literarias. Uno de ellos, Helio Martínez Márquez, en la página 44 de su libro “Por los caminos del tiempo”, anota: “Parece que dolorosas intimidades robaron a Tigrero el honor y el amor de su esposa y solo y grande, se internó en lo profundo de la selva, para identificarse con la naturaleza y abrazarse y fundirse con la tierra, su gran pasión y su gran amor, y al pie de un árbol secular empezó, dicen las historias, a lavar en las aguas cristalinas, el rubio metal que alimentara la codicia de los hombres y la conquista del Quindío”.

Estas líneas se refieren a los últimos suspiros de Tigrero quien, dice el registro histórico, murió aplastado por un árbol, en su labor de minería de oro en aquellas montañas donde voluntariamente se había confinado.

Otro autor, el historiador Miguel Angel Rojas Arias, escribió en “Los amores de Tigrero”, año 1995, y en forma de cuento, los eventos que rodearon a la pareja en sus pasajes de colonización y donde se recrean la esgrima montañera o las acciones de personajes históricos o de leyenda, entre otros aspectos singulares.

En la obra “Quindío histórico”, no se menciona a Arsenia por sus ejecutorias, aunque sí por las curiosas anécdotas sobre ella y Tigrero. En el capítulo titulado “Algunos recuerdos de los fundadores”, de la edición de 1963, páginas 163 y 164, se consignan las dos más simpáticas. La que se refiere a la caza de una hembra de jaguar, o tigre como llamaba Ocampo a la fiera, y que le valió el apodo de Tigrero. Y la de las bacinillas de esmalte fino que él le regaló a Arsenia. Asombrada por su hermosa y reluciente lámina, y que reemplazarían al beque de madera de yarumo, le contestó que ella mejor las guardaría “porque eran mejores para ordeñar”.

El día de la muerte de María Arsenia se expidió el Decreto número 16 de febrero 21 de 1950, “por el cual se honra la memoria de una fundadora de la ciudad”. Dos de sus mandatos rezaban lo siguiente: “Artículo 4. Designar a don Jesús López Dávila para que lleve la palabra en el Cementerio a nombre de todos los hijos de Armenia”. “Artículo 5. Todos los gastos del entierro serán por cuenta del municipio”.

El cadáver fue velado en cámara ardiente, en el salón del Cabildo, en medio de muchas ofrendas florales. A las cuatro de la tarde fue trasladado hasta la Iglesia del Sagrado Corazón de Jesús al oficio fúnebre y finalmente fue sepultada en el monumento a los fundadores, junto con los restos de Tigrero, en el Cementerio San Sebastián. Allí estuvieron hasta que el panteón y el camposanto fueron suprimidos y trasladaron sus cenizas a una cripta de la iglesia de piedra, en dos bóvedas contiguas. La de ella aparecía como “Arsenia Cardona de Ocampo Esposa del Tigrero”.

Hoy las cenizas de ambos reposan en el Parque de Los Fundadores de Armenia, en el nuevo monumento.

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