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Columnistas  |  22 noviembre de 2017  |  12:00 AM |  Escrito por: Jorge Julio Echeverri

Semblanza de un poeta rebelde

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Jorge Julio Echeverri

Cuando Lunero Páez, seudónimo del poeta calarqueño Orlando Torres, se presentó ante el alcalde municipal, con su primer libro de poemas titulado “FUGACIONES” (1994), con el objeto de obtener una compensación económica, el burgomaestre tomó el teléfono y llamó a su secretario de agricultura: - ahí le mando a un muchacho que le va a vender un libro de “fumigaciones”. Al oír aquello, el poeta salió renegando del despacho del alcalde, con una espinita en el corazón y otra en la boca: “si éste es el alcalde, cómo serán los burros que lo eligieron”, mascullaba Lunero. Había editado 500 ejemplares que le habían costado buena parte de sus ahorros producto del trabajo como maestro de obra certificado por el SENA regional Quindío. Como obrero de construcción, había fabricado su propia casa-libro, años atrás en el barrio Gaitán, pues había cubierto todas las paredes y peldaños de las escaleras con sus poemas: “Soy un constructor/ de casas/ un enjaulador de extraños/ que de cuando en cuando/ sacan/ a pasear sus frustraciones”. Nadie antes que él, se había tomado tan en serio su destino. En la breve reseña biográfica de FUGACIONES declara ser “poeta por nacimiento”. De aquella etapa recuerdo: “Vivo al otro lado/ de la mujer que habito/ Tan lejos vivo/ que traspaso primero/ las puertas del cementerio/ para llegar a casa.” Pero con la humildad que lo caracteriza, recorrió las calles de los pueblos del Quindío ofreciendo sus libros, para trasladarse luego a Bogotá y matricularse en los talleres de la Casa de poesía Silva. Viene luego “DESVUELOS” en el 2002, con una cosecha de 46 poemas, en los que empieza a brotar su creatividad, una sutil ironía incipiente y transformadora, que se adhiere como la hiedra a los resquicios de lo social: “Me ahoga el país que habito/ trenza a picotadas el día que amanece/ cada uno resucita de su propio infierno (…) Nos mienten en todo lo que soñamos/ lejos de toda caricia…”. En el “PRONÓLOGO A CUATRO MANOS”, Mauricio Trujillo y Rafael Urrea Soto señalan acertadamente que “Un referente cercano lo encontramos en Huidobro y el movimiento creacionista. Neologismos como cotidiario, alampalidias, son creaciones que, en su contexto, abordan desde la forma preocupaciones poéticas de variada dirección. Remanentes creacionistas que nos hacen identificar una voz propia, con un tono inconfundible, muy necesario en estos tiempos en que los escritores se aventuran sólo por la palabra mas no por el tono y su sello personal”. A partir de “DESVUELOS”, comienza a percibirse una tensión que trata de quebrantar el lenguaje, porque el poeta necesita que sus palabras digan mucho más, que expresen toda la locura, la rabia, la pasión que siente, mas no con las manidas y deleznables palabras de otros, sino con un lenguaje que lleve “su tono y su sello” tan inconfundibles. Esta punción lo llevará tres años más tarde a publicar “LABÉLULA” una atrevida aventura poética, llena de entresijos y claves que, si bien dificultan su lectura, representan un divertimento que reta la imaginación del lector: “Dédrame trocar gu gulga”, puede ser otra forma de decir “Déjame tocar tu vulva”. Así, el artista ha transgredido el lenguaje, el “buen decir”, la moral, si se quiere, pero es innegable que ha empezado a dibujar el entorno de su propio y único mundo: el de un “poeta por nacimiento”.

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