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Cultura  |  08 marzo de 2020  |  12:45 AM |  Escrito por: Robinson Castañeda

Parásitos: Un clásico del que se hablará por años

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El señor Kim y sus dos hijos corren por las calles en medio de un aguacero imparable. Es media noche. Empapados van descendiendo escaleras por la ciudad sin parar. Poco a poco bajan a su mundo real dejando atrás el imaginario que inventaron. Ese que tomaron prestado por unas cuantas horas cuando jugaron a ser ricos y del que tuvieron que escapar saliendo mal librados.

Al llegar a su destino luego de cruzar la extensa metrópoli se encuentran con lo que les ha dejado la fuerza de la naturaleza al escampar. Parece el karma por sus actos cometidos. Pero ese caos será la razón de un nuevo comienzo. El definitivo quizás. Lo que les dejó la lluvia se convertirá en la única motivación para seguir con el aparente plan que tenían desde un comienzo.

El asunto es que parece no haber un plan ni siquiera aparente después de todo, pues solo así, sin tener uno a seguir, nada puede fallar, o eso dice el propio señor Kim meditando, tirado en una vieja colchoneta húmeda mientras mira desesperanzado el cielo ya despejado.

Parásitos es una película coreana estrenada en el año 2019 de la que aún faltan muchas hojas por escribir y que con el paso de los años seguirá dando de qué hablar hasta convertirse merecidamente en un clásico al estilo de los que tanto conocemos.

Este filme es ya un referente indispensable del séptimo arte gracias a la forma original de combinar equilibradamente los tres géneros puros en un guion de cine ,como son la comedia, el drama y la tragedia.

En Parásitos, esta mezcla poco vista en otras producciones nos lleva aparentemente de una historia a otra diferente, cambiando de ritmos, enfoques en todos los actos e incluso la fotografía. Pero como todo en ella no pasa de ser eso, apariencia, nada puede estar más lejos de la realidad.

La historia es la misma solo que su guionista y director Bong Joon-ho, así nos lo hace creer gracias a la genialidad de sabernos contar cada plano, escena, secuencia y acto correctamente envuelto en distractores que van desde el suspenso hasta el terror.

De forma magistral en el primer plano, este artista de lo visual nos dice a qué vamos con lo que se vendrá en dos horas de narración. En un solo movimiento en los 40 segundos iniciales nos muestra las condiciones sociales a las que se enfrentan sus personajes día a día en un círculo perfecto hasta el final.

Seres que habitan en los submundos de una ciudad caótica e indiferente, sin oportunidades, pero en la que están dispuestos a devorar o ser devorados para sobrevivir, separados por una delgada línea de presa a cazador o viceversa.

Esta producción que puede ser adaptada a cualquier país va más allá de lo que a simple vista podemos ver en el trailer o lo que nos dice su nombre. Ella nos muestra, gracias a un guion bien ajustado e interpretado tanto por actores como el ya nombrado director, a esas personas que el sistema, la suerte, el destino o el nombre que se le quiera dar, nacieron condenados sin saber por qué a su miseria absoluta. Se encuentran en ella por más idiomas que hablen, emprendimientos que hayan tenido, vena artística que posean y veces que se hayan presentado para ingresar a la universidad y ser profesionales, como es el caso de los protagonistas donde en un diálogo uno de los personajes le dice a su compañero, que tiene más conocimientos que cualquiera de los profesores que él conoce. Pero así son sus vidas. No tienen lo que merecen.

En conclusión la obra nos enseña unas clases sociales extremadamente opuestas económica y socialmente hablando, donde los parásitos no son esos pobres que buscan escalar su estrato matándose con los de su misma condición, ni son esos delatados por su olor particular a humedad y su mala facha. Tampoco son esos que contienen la respiración para que el que fumiga las calles acabando las plagas, también fumigue sus casas como efecto colateral y gratis mientras buscan una señas de wifi.

En esta cinta los parásitos son esos ricos que no saben cocinar sus alimentos, conducir sus lujosos autos ni organizar sus costosas mansiones. Esos que no pueden sobrevivir mucho tiempo sin la ayuda de los obreros. De los nadie que no importan al sistema pero que son la mina explotada y dejada a la deriva sin sueños, tan solo con el día a día entre sus manos.

Así que todos en esta producción en la que no hay enemigos ni antagonistas a vencer pueden ser los parásitos de otros, incluso de sí mismos. A lo mejor en la realidad lo somos de alguna forma y no lo hemos notado. El estrato es lo de menos. Tampoco importa el sueldo, profesión, trabajo o empaque.  
Trailer:

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