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Cultura  |  25 marzo de 2020  |  12:00 AM |  Escrito por: Rubiela Tapazco Arenas

Bitácora de Renzo Vel en cuarentena: Segunda parte

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Por Luis Carlos Vélez.

Texto enviado al correo del amigo que publica la Bitácora, a quien igual que hace Vila-Matas, llamaré Robín Rut.

He aquí los motivos:

Esta mañana recibí un novedoso mensaje de Renzo Vel: la figura de un ojo que interpreté como indicio de que debía revisar mi correo. No puedo negar que por un momento la satisfacción de hacer llevadero mi encierro personal con el borrador de la segunda bitácora del “amigo desconocido”, que ya empezaba a inquietarme por saber quién era en realidad, acabó pronto. Por lo sucedido después sospeché que una vez notó en su celular que abrí nuestro whassap, envió otro textual: “Agradezco sus diligencias para que mi borrador fuera publicado. Espero no le moleste saber que aunque hoy es imposible corregir, sepa que los lectores atentos, y amigos de cazar gazapos detectaron errores en sus frases introductorias a mi bitácora. Me gusta lo añadido al título. Lo seguiré utilizando. Recuerde que no tengo interés en mis bitácoras. Quede tranquilo: no averiguaré si publican o no la próxima”.

Confieso que dispuesto a recibir en mejor posición el primer mazazo de mi enigmático amigo acomodé mi cabeza en el testero. “Elimine en su primera línea las palabras “de la noche”. Inténtelo y notará que evita la redundancia. No se disguste pero acepte que para eso estamos los amigos. ¿Qué tal si hubiera escrito: “Anoche a las diez llegaron…?”. Me doraba su píldora y dejaba para el final: “Me gusta lo añadido al título. Lo seguiré utilizando”. A medida que leía viví sucesivos estados de ánimo: sorpresa, desconcierto, vergüenza, ira y deseos de venganza que terminó la carcajada que despertó a todos en mi casa. Al instante asomaron asustados en la puerta de mi cuarto. Pensaban que por causa de la cuarentena la locura rondaba mi cabeza. Por tranquilizarlos, dije: ¡No preparemos almuerzo. Pidamos arroz con pollo a un restaurante… Nuevas carcajadas alegraron el encierro de mi casa.

Me disgustó que resaltara mis errores. (¿A quién no? Y además si ese quién presume de escribir bien). No está de más decir que corregí en mis archivos, que dispuesto a no correr el riesgo de que suspendiera su envío, me abstuve de replicar a Renzo. Decidí que lo enviaría al periódico digital sin revisión (¿cómo y por qué hacerlo si por lo visto no tengo autoridad?). Debe saberse que no me importa si Renzo llega conocer estos mensajes a Robín Rut.

Pienso que mi silencio salvó por el momento la continuidad de esta “amistad”. No puedo negar que quizás debido al encierro, el extraño deseo de venganza que me invadió y ahora se acrecienta, hará que disfrute en secreto (porque no los revelaré) sus máximos o mínimos errores en la bitácora que acaba de llegar. No sospecha Renzo cuánto deseo descubrirlos.

BITÁCORA RENZO VEL EN CUARENTENA

Marzo 21.

6.45 a.m.

Renzo encendió el celular a las 5:45 de la mañana. Solo aparecían dos mensajes de amigos: un audio donde una mujer a punto de llorar narra aterrorizada su conversación con un conocido residente en Málaga. Pinta con palabras que dan entender que sabe de qué habla, que el coronavirus está conformado y reforzado por otras formas de virus. Asegura que su conformación genética lo hace casi invulnerable. Comenta la congestión en los hospitales, el temor de los médicos, insuficientes en número, resistencia física y lucidez mental para atender enfermos, y enfrentar la muerte que la acosa a cada segundo.

Terminado el audio Renzo percibió que su espíritu decaía.

En otro mensaje: un vídeo donde un médico después de dar su nombre, sitio de trabajo y especialidad, hace de lado los sucesos inmediatos para enfrascarse en atacar a las grandes potencias. Según sus palabras jugando a ser dioses planearon con antelación y en laboratorio, el dominio de las masas con su negocio de vender miedo. Decía entre otras cosas que el miedo que compran disminuye el sistema inmunológico y pone a la humanidad al borde de la locura; que virus y enfermedades existen desde la aparición del hombre. Hacía un repaso estadístico al número de muertos por virus y bacterias a los cuales el hombre resiste a través de los siglos.

Apagada la voz del médico en el celular, Renzo sintió que al fluctuar de la tranquilidad a la locura entraba en la incertidumbre de no saber qué caminos tomar para entretenerse en cuarentena.

que leer mensajes de los amigos ayudaría a distraer su atención. Leyó algunos e ignorando los sombríos compartió los que invitaban a mantener la actitud positiva y la cordura sabia.

9:00 a.m.

Desde su ventanal de Samsa observó hacia la calle y descubrió que sus vecinos, en especial el neurocirujano venezolano, mantenían selladas las puertas y ventanas. En la calle desierta antes animada por gritos de vendedores de mazamorra, trapeadores, verduras, y otras baratijas, percibió la desolación en la luz del sol sin nubes. Por primera vez disfrutó el olor de los jardines que entraba suave a su cuarto, el espaciado y lejano ruido de motos y autos.

Sin nada qué hacer ni aburrirse todavía, eligió apartarse de la realidad, sumergirse en la ficción, en la lectura de Doctor Pasavento.

El ruido en la reja de la casa del venezolano, que creyó vacía y la voz cantarina de una mujer, hizo saber a Renzo que se rompía la soledad de la calle desolada. Confirmó su opinión de que la mejor melodía para los oídos del hombre, está descrita en las palabras de algunas mujeres que hablan entre risas. Camino al libro pensó que no sobra cualquier actitud romántica en días de pandemia. Calculó que no estarían mal tres horas de evasión de la realidad en compañía de Vila-Matas.

4:p.m.

Renzo abrió el libro en la página 234 y leyó el subtítulo: “IV. Escribir para ausentarse”. Vilas-Matas en su empeño de desaparecer visita el manicomio de Herisau y dirige sus pasos al lugar donde un día de navidad encontraron congelado en la nieve el cuerpo de Robert Walser . La insistencia del autor, que en su obra se hace llamar doctor Pasavento, sufre por momentos cambios de identidad.

Dada la verosimilitud del relato, Renzo pensó que enloquecía como Walser. Tanto se identificó que conservadas las distancias de tiempo, personajes, y autores, no pudo evitar la comparación entre los sucesos de la obra y su aislamiento. Temió que antes de terminar sus días en cuarentena desaparecería como Walser o Vila-Matas. Se preguntó si por trampas descritas sus lecturas a la obra de Avram Noam Chomsky, un científico loco y un gobernante sicótico firmaron el pacto secreto que les permitiera evidenciar su poder, y decidieron aterrar a la humanidad creando y liberando un virus letal, invulnerable. Que una vez inundados los medios de comunicación con mensajes destinados a sembrar terror y muerte, cosecharían de los menos avisados, ganancias por la vacuna fabricada con antelación. Renzo creyó a caer en la idea de que con el paso de los días su círculos sociales desaparecerían poco a poco hasta quedar de ellos solo su voz congelada en el celular.

Aterrado cerró el libro y recordando el capítulo de la saga Outlander que hacía meses suspendiera, encendió el televisor de la sala para refugirse en otro tipo de ficción.

La pantalla se iluminó. Buscó en la cocina un tinto y regreso para escuchar al capitán del Marsopa anunciando a Claire, la protagonista, que su barco cañonero con rumbo cercano a La española en Santo Domingo, entraba en cuarentena por causa de la peste negra.

Nota para Robín Rut:

Resulta fácil deducir que Renzo Vel al corregir mi nota intentaba manejar mi estado de ánimo, ponerme en estado tensión mientras espero ansioso su nueva bitácora, y preguntarme exasperado a cada instante: “¿quién en Renzo Vel, un loco en cuarentena, un escritor canalla, qué pretende, a qué juega? ¿Hasta cuándo durará su empeño en ser publicado? ¿Estará enfermo y se niega a dejar de existir? ¿Cuándo recibiré su puta bitácora? Amigo Robín: ¿Quién es? ¿¡Quién!?

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