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Cultura  |  29 marzo de 2020  |  12:00 AM |  Escrito por: Robinson Castañeda

El maestro Luis Moreno y el Balconcito Florecido

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Un texto de Luis Carlos Vélez. Septiembre de 1998. Integrante del Taller de lectura y escritura Relata Quindío, y tertulias Comfenalco y La Estación.

En junio de 1991 todavía no conocía al maestro Luis Ángel Moreno Cardona. A mediados de julio empezó una larga amistad.

En ese intermedio, Pedro María Londoño, compañero de trabajo, le mostró dos textos escritos en las hojas continuas sobrantes de mis labores como inspector de caja en el banco Cafetero. La opinión del maestro resultó favorable, y envió con Pedro la sugerencia de que debía enviarle otros.

Tomado por sorpresa, sin herramientas ni ideas musicales que sirvieran de guía, robando minutos a las tareas, durante semanas escribí varios textos en el cuaderno que obsequiaba el banco a sus empleados. Decidido a enfrentar la opinión del maestro pedí a Pedro María que concertara el primer encuentro. Llegado el día, con moderado entusiasmo pero expectante, con el cuaderno bajo el brazo esperé en las escalas de entrada al banco a don Luis Moreno.

Por Pedro María supe que El Trío Galante integrado por el maestro Moreno, Pedro María y Faunier Vargas, empleado del banco Bogotá, solía ensayar en una sala del tercer piso, solitario y a medias iluminado del Hotel Maitamá, en Armenia. Que una vez terminado se despedían y cada uno tomaba su rumbo.

Entregué el cuaderno y caminé inquieto al paso del maestro hacia la calle 22. Se detenía cada dos o tres pasos para leer en silencio, con aparente desinterés y sin volver atrás las hojas al cuaderno. Sabía por Pedro María que el maestro no gastaría conmigo su tiempo de ensayo. Por tanto, solo tenía a mi favor el espacio entre la puerta del banco y el hotel para conocer su opinión. Cuando daba por perdida la ilusión llegamos a la esquina de la calle veintidós y noté que releía. Pedro María había dicho que si el maestro encontraba algo interesante, lo diría al momento.

De repente se detuvo. No entendí por qué su mano derecha hizo movimientos de arriba y abajo y a los lados de la página. Indicó el texto titulado Balconcito Florecido, y dijo: “Necesito que pase para mañana esta letra en limpio, a máquina...”. No recuerdo el momento de despedirnos, menos qué rumbo tomamos, pero dudé que la musicalizara.

La mañana siguiente comenté a Pedro lo sucedido, y aseguró: “Hace años lo conozco. Si Lucho le pidió la letras porque le interesó, y le aseguro que le pone música. Póngale mi firma, yo sé por qué se lo digo”. No podía creer que la chanza insignificante que hiciera a Pedro María un mes antes me tenía a punto de compartir el primer crédito musical con el compositor a quien interpretaron sus canciones Lucho Ramírez, Leo Marini y Conrado Cortés; Oscar Agudelo y Claudia de Colombia; Raúl del Mar, Carlos Arturo, y el Grupo Affecto entre otros. En el escritorio copié en otro papel el texto y por la tarde lo entregué. Dos días después volvió con él escrito y firmado en el papel seda usado en su oficina. Antes de marcharse, el maestro propuso:

“A modo de práctica y para que aprenda a expresar sus vivencias y no se le olviden las ideas: mantenga un pedazo de papel, hasta una servilleta en el bolsillo le sirve, para tomar apuntes y cuando tenga tiempo los revise, y busca cómo darle forma artística a las penas y alegrías. Con base en ellas amplié y corrija, así aprenderá qué hacer con las frases callejeras o las que escuche en el trabajo, en los billares, y cómo puede convertir los peores momentos de su vida en arte. Vaya aprendiendo a observar los detalles y momentos mínimos, porque las canciones están por ahí, en todas partes, lo que pasa es que no todos tienen la misma mirada para ver esas cosas, y si las ven no saben cómo describirlas. Vamos a trabajar”. Escuché sin comprender.

Ese sábado, reunidos con Pedro María en la oficina del cuarto piso del edificio Cervantes en donde trabajaba el maestro, el maestro y su guitarra dieron forma al bambuco. Para ellos fue un ensayo rutinario, para mí, algo inesperado, gratificante porque la sabiduría del maestro se manifestó en su rapidez para elaborar la melodía: puesta la letra sobre el escritorio pasó a leer la primera línea de las tres estrofas. Con acordes marcó a Pedro María la línea a seguir. Rasgó la guitarra, ensayó otros e indicó la tonalidad. Atento a que se cumplieran a rajatabla sus observaciones, no aceptó sugerencias, exigió silencio. Varias veces hizo repetir línea por línea la melodía a Pedro María, hasta quedar satisfecho. Antes de seguir adelante cantaron a dúo, y como repaso, las ocho líneas de esa primera estrofa. Acto seguido, pidió silencio y concentró su atención en pulsar y escuchar la guitarra en busca de la melodía para la estrofa escogida de antemano como coro. Pedro María, para no olvidarlas, repitió una y otra vez la canción completa. Ese momento de creatividad desconocido, me hizo saber que mi asombro era semejante al rostro caricaturesco del personaje de El extraño mundo de Subuso.

Antes de las once la mañana quedó grabada y lista la versión definitiva para ser interpretada por el Trío Galante. El maestro Luis Moreno no dejó escritas en papel una sola nota musical, raya o indicio alguno que hiciera a pensar que le serviría después como ayuda. Rápido entendí que todo lo creaba y dejaba guardado en su memoria. Al bajar las escalas del edificio, no dudé que ambos llevan en mente y para no olvidar, la melodía completa. Por la tarde en casa escuché a dúo en la grabadora, una y otra vez hasta el cansancio: Balconcito florecido.

Invitado a presenciar otros ensayos del trío, en el trabajo de Pedro descubrí poco a poco que las habilidades que desarrolla un cantante a través de los ensayos, le permiten adivinar lo que viene a continuación, y ayudan al director en su labor.

Meses más tarde se llevó acabó una presentación musical en la Casa de la Cultura de Calarcá. Participaron entre otros: Voces y Cuerdas, Trío Galante, y Ancízar Castrillón. Asistí por curiosidad. No conocía ni me conocía nadie diferente a Luis Moreno, Faunier Vargas y Pedro María Londoño. Sin sospechar lo que sucedería acudí con el mejor ánimo. Era la primera vez que asistía a una presentación de este género, y quise disfrutar el espectáculo. En el intermedio permanecí en la silla. Al cabo de un rato distinguí en la penumbra a don Luis Moreno que subía las escalas que comunican el auditorio con la salida. Se detuvo en medio de las sillas. Me pareció que buscaba a alguien y bajé a saludarlo. Estaba contento y manifestó que salió del camerino a buscarme, que lo acompañara porque “quiero que escuche algo”. Entramos. Los artistas ensayaban unos y departían otros. El maestro hizo una señal al trío, y dijo:

“Vea, Luis Carlos, cómo va a quedar el balconcito”.

De inmediato tomó la guitarra, Faunier, el requinto, Pedro aclaró la voz, y lo cantaron por primera vez. La sensación, salvo que no tuve escapatoria, fue del globo que se eleva y recorre el cielo raso hasta encontrar el agujero por dónde salir. Tal fueron los momentos de irrealidad que, después de aquella noche, jamás volví a sentir, musicalmente, nada igual.

Pasados cuatro o cinco días, en la cafetería de la carrera 15 entre calles 21 y 22, adornada con estribos, sillas de montar, carrieles y ruanas, el maestro comentó:

“En el trío no tenemos la canción para una reunión nocturna sin hombres, solo de amigas que toman traguito y hablan de viejos amores. ¿Se le mide?”.

Por su petición sospeché que adelante esperaban años de aprendizaje-sin cuaderno ni teorías-, consejos y charlas sabias o tontas por los caminos. Pequeños o grandes momentos, como recuerdos de sincera amistad.

BALCONCITO FLORECIDO// Bambuco. Julio 27 de 1991// Compositor: Luis A. Moreno// Intérprete: Dueto Sombra y Luz

Balconcito florecido// Letra.

Que sabes de mis amores
Que conoces mis dolores
Por ese amor que se ha ido
Recuerdo bien que en tus rejas
De amapolas florecidas
Deje enredadas mis penas
Balconcito florecido
No se muere la esperanza
De encontrarla nuevamente
Y decirle frente a frente
Que mi amor nunca se acaba
No sé si ya la he perdido
O si ya me echo al olvido
Me mataría la tristeza

 

Balconcito florecido
Balconcito florecido
De aquel tiempo que se ha ido
No le digas que he venido
A buscar su amor perdido

Hoy vuelvo a ti entristecido
Añorando ese pasado
Balconcito tan querido
Si vieras cómo he llorado

Video:

 

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