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Columnistas  |  06 abril de 2020  |  12:00 AM |  Escrito por: JUDITH SARMIENTO

NETFLIX ¿ÚNICAMENTE PARA ENTRETENERNOS?

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JUDITH SARMIENTO

En estos días de pandemia, de entre tantos memes, artículos, caricaturas, análisis, canciones, que me han llegado a través de las redes sociales, me llamó la atención este mensaje que transcribo: “Cuando Isaac Newton fue puesto en cuarentena en 1655 debido a la peste bubónica, él aprovechó el tiempo para inventar el cálculo, desarrollar su teoría sobre la óptica y formular las leyes del movimiento y la gravedad. Pero no se sientan presionados, sigan viendo películas en Netflix.”

Por supuesto, me sentí aludida, pues estoy en el grupo priviliegiado que tiene un televisor, una conexión a Internet y $ 17.000 mensuales para pagar la suscripción; entonces, en mi autoanálisis -que es otra de las ocupaciones útiles que el aislamiento nos permite- me di cuenta de cuánto me han servido para la reflexión, las películas que he visto durante el confinamiento. Me referiré en especial a tres de ellas que abordan, en últimas, una misma temática: la corrupción. Las tres lo hacen desde el formato de un ciudadano valiente que se enfrenta a grandes poderes para sacar a flote la verdad.

The Insider (El informante) con una nómina de lujo, encabezada por Al Pacino, Russell Crowe y Cristopher Plummer. Uno de los criterios orientadores que empleo para encontrar buenas películas es este de que sean progonizadas por actores de renombre.

Pacino encarna a un periodista -productor del famoso programa 60 minutos de la CBS, que se dedica a investigar las malas prácticas de una empresa productora de cigarrillos, al agregar cumarina a su producto, con el fin de aumentar la adicción. El personaje central en verdad, lo encarna Crowe: un científico que la empresa tabacalera ha despedido por descubrir y expresar su desacuerdo con dicha práctica, y, quien se constituye en la principal fuente de información del periodista.

La película, basada en un hecho real, pone también en evidencia el conflicto de intereses de la compañía periodística, ya que esta va a pasar a ser propiedad de los mismos accionistas de la productora de tabaco y por lo tanto no le conviene el escándalo.

El choque entre el productor del programa y su conductor, protagonizado por Christopher Plummer, es reflejo del que en la vida real ocurrió entre ambos periodistas, quienes se hicieron mutuas acusaciones por el manejo de este asunto. La historia es tan apasionante que mereció incluso una columna en el Diario El País de España en noviembre de 1999, del premio Nobel peruano Mario Vargas LLosa -titulada “El gigante y los enanos”- en la cual cuestiona la existencia de un periodismo verdaderamente independiente en un mundo cada vez más dominado por las empresas multinacionales.

El Informe Pelícano, basada en la novela del mismo nombre, escrita por John Grisham en 1992, tiene en escena a Julia Roberts y Denzel Washington. Otra vez la pareja, periodista y su fuente. Ella, una estudiante de derecho muy inquieta, que investiga el asesinato de dos magistrados de la Corte Suprema de Justicia y él, un periodista a quien la muchacha recurre cuando se da cuenta de que su investigación ha dado justo en el clavo y por ello su vida corre peligro. El móvil de los asesinatos es el encubrimiento de una explotación ilegal de hidrocarburos en una zona de protección de biodiversidad, santuario natural de pelícanos, que el gobierno no está interesado en investigar, porque su promotor es un millonario que ha financiado la campaña política de quien en ese momento ocupa la presidencia de los Estados Unidos.

Tres asesinatos más y una serie de peripecias que vive la pareja protagonista del filme, a quienes también pretenden silenciar, son el adobo de este thriller, hasta que finalmente el periodista logra atar todos los cabos, publicar la historia y hacer que el responsable sea llevado a juicio.

Aquí también el reportero debe librar la batalla, aún contra su propio editor, para convencerlo de la veracidad de la investigacion que ha hecho la estudiante.

Y finalmente Concussion (La verdad oculta) una película más reciente (2015), protagonizada por Will Smith, encarnando al médico forense africano Bennett Omalu, quien tras practicar la necropsia al famoso futbolista Mike Webster, se empeña -aún con sus propios recursos- en demostrar que los fuertes golpes en la cabeza que sufren los jugadores de fútbol americano, son la causa de sus padecimientos cerebrales, que los llevan a la demencia e incluso a la muerte, muchos de ellos por suicidio.

Obviamente la poderosa NFL -Liga de fútbol de Estados Unidos- pone toda su influencia en evitar que se sepa la verdad, pues ésta puede dar al traste con el deporte favorito de los estadounidenses y con el inmenso negocio que lo rodea.

Una vez más vemos el esquema de la pareja protagónica: el investigador y un aliado (lo encarna el actor Alec Baldwin), un médico que había prestado sus servicios a la NFL y está arrepentido, al darse cuenta de cómo están enviando a la muerte a tantos chicos, a quienes entrenan desde la escuela hasta las ligas mayores, en este rudo deporte que sigue siendo el pan de cada día en Estados Unidos.

Este drama es también una historia real, y, lo único que parece haberse logrado tras las investigaciones del Dr. Omalu, después de varias demandas de los parientes de las víctimas contra la NFL por ocultar información, es que se haga la advertencia a los jugadores, en el momento de vincularse a los equipos, sobre el riesgo que corren de padecer en el futuro una E.C.T. -Encefalopatía Traumática Crónica-. En algo se parece a la célebre frase: “El tabaco es nocivo para la salud”, que las empresas tabacaleras deben imprimir en las cajetillas de cigarrillos.

Y es ahí donde se me entreveran los tres filmes… tres películas distintas y un solo dios verdadero: don dinero, tan bien casado con doña corrupción.

Porque una industria tabacalera que sin reatos de conciencia hace más tóxico su producto, omitiendo la advertencia a los consumidores, con el objetivo de sostener y aumentar sus ventas; un programa periodístico que debe optar por engavetar una investigación seria, para no perjudicar los intereses de los accionistas; un millonario que privilegia el petróleo sobre la vida, con el silencio cómplice del gobierno que ha contribuido a elegir; una liga deportiva que sigue explotando y lucrándose del gusto por un deporte bárbaro, aún contra la evidencia de que pone en peligro la salud y la vida de quienes lo practican, son apenas algunas muestras de a dónde nos ha llevado el modelo económico imperante en el mundo.

Por eso, me pregunto: ¿Fue coincidencia que de entre tanta oferta audiovisual que hay en Netflix, viera estas tres películas, en tiempos de la pandemia por Covid-19?. Definitivamente, no lo creo. Ya no creo en las coincidencias; cada vez que me suceden se afianza en mí el mensaje de que “todo ocurre por alguna razón”.

Esta pandemia -en mi opinión- no es otra cosa que el grito de la naturaleza ante la agresión brutal a la que el capitalismo salvaje ha sometido al planeta, sacrificando de paso la supervivencia de un porcentaje cada vez más alto de la humanidad, despojado de todo, en beneficio de unos pocos.

De modo que “no se sientan presionados: sigan viendo películas en Netflix”.

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