Vientos nuevos:

No puede saberse con certeza si algo cambiará o no en nosotros ―para bien o para mal ―, después de la pandemia. Para algunos habrá sido una oportunidad para hacer cosas nunca hechas; descubrieron un talento que tenían domeñado por la necesidad de cumplir un horario y traer el cheque a fin de mes. Para otros, que están en edad de jubilarse, pero que creían que no podían estar sin hacer nada, el descubrimiento en el ocio un placer infinito y en la apertura de un abanico de posibilidades que pueden disfrutar sin sentirse inútiles.

Otro que tendrá que reinventarse es el Estado. El sistema de salud en esta crisis ha demostrado que en las manos privadas no funciona. Los que han puesto la cara y han atendido a las necesidades han sido los médicos, las enfermeras y en general todos los cuidadores. Es decir, el gremio de salud maltratado por las EPS.

Es éste un país de huérfanos. No sólo por los que hemos heredado de la “violencia” o la “guerra”, sino porque nosotros, los ciudadanos de a pie, también estamos huérfanos de un Estado que vele por el bienestar de todos, especialmente de los menos favorecidos por la cuna o las redes empresariales y de poder. Bueno, le llegó la hora de virar el timón de este barco que se llama patria y pensar que hay que llevar a todos los pasajeros a un buen puerto. Ya no más salvavidas para unos pocos. Tendrán que soplar vientos nuevos en lo social, el sistema educativo y el financiero.

La economía va a ser un desafío para todo el planeta. En lo que va de este siglo XXI hemos sido testigos de enormes avances tecnológicos; sin embargo, en realidad no ha habido grandes cambios si lo comparamos con el siglo anterior, en el que sí fueron muchos y en el que también hubo muchas crisis que todavía no ha tenido que vivir este siglo.

El trabajo informal, que es uno de los soportes del sustento de la mayoría de las familias colombianas, de la noche a la mañana ha sido el más afectado. Cuando esta crisis del Covid- 19 pase ¿qué será de todos estos trabajadores? Me llamarán pesimista y me duele en el alma siquiera pensarlo, pero… ¿cuántos de ellos pasarán a engrosar la fila de los indigentes? Pienso también en los pequeños comerciantes y las industrias caseras: ¿sobrevivirán? Tal vez convendría volver la mirada a los sistemas de seguro de desempleo de otros países, como Canadá o Dinamarca, para proteger a nuestros trabajadores en caso de cese de actividades, porque tampoco podemos pretender que las empresas asuman ese costo que sería llevar a la quiebra a muchas de ellas. Hay que pensar seriamente en la redistribución de ingresos porque el ciudadano con poder adquisitivo puede fortalecer al Estado con sus impuestos y a la economía con su consumo.

La canción Resistiré es muy alegre y optimista en este momento de encierro y nos viene bien mientras dure la cuarentena.

Después necesitaremos algo más que una canción para recuperarnos.