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Editorial  |  13 mayo de 2020  |  12:00 AM

El Covid 19, ¿culpable de crisis?

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Solo bastaron unos días para que la economía mundial se declarara en emergencia y la mayoría de sus sectores saliera a emitir alertas de colapsos, además de clamar, con tono de desesperación, por ayudas a sus Estados.

Nadie avizoró en los primeros días de 2020 y menos en diciembre de 2019, cuando se detectó el primer caso, que un microscópico virus pusiera ‘en jaque’ a todo el modelo reinante, por lo que las proyecciones y pronósticos de los gurús de las calificadoras de riesgo y del Fondo Monetario Internacional, FMI, se derrumbaron cuando hace no más de 60 días, la Organización Mundial de la Salud, OMS, declaró al coronavirus Covid 19, como una pandemia.

El pánico se expandió como el mismo virus, no solo en Asia, nacimiento del brote, sino en Europa, América y África, copando la mayor parte del globo, lo cual se acrecentó con medidas como el confinamiento obligatorio y la parálisis de los medios de producción.

“Nadie”, se escucha en cada escenario a manera de justificación, talvez, “estaba preparado para una emergencia como la que se está viviendo”, a pesar de que siempre se había advertido de innumerables amenazas o riesgos, que podrían causar inestabilidad en la sociedad, en su economía y en la vida misma del ser humano, como ocurre en la actualidad.

No se puede negar que en años anteriores se anticiparon las probabilidades de recesiones generadas por guerras biológicas o nucleares, o de epidemias como esta y otras del pasado como el H1N1, el Sars o el ébola, o de los efectos del cambio climático, que podrían ser devastadores para el planeta y la subsistencia de la humanidad. Sí, se habían esbozado, pero los gobiernos y la sociedad las percibían como escenarios lejanos o quizás reservados solo a los guiones del séptimo arte. Pues bien, estamos en uno de ellos, aunque algunos consideren que la tasa de mortalidad aún no atenta contra la preservación de la especie.

No obstante, es desatinado decir que la actual emergencia por el Covid 19 sea la culpable de toda la debacle que pintan los estudiosos económicos, los gobiernos y las autoridades. Es injusto culpar de todo al coronavirus y entregarle la absoluta responsabilidad de los desastres en la salud y de las vidas perdidas. Es atrevido endilgarle exclusivamente al virus el colapso sanitario, social y económico que se ha registrado y se estima para los próximos meses y años.

Es claro que la pandemia desencadenó un quiebre de grandes proporciones, en especial en materia sanitaria, social y económica, pues evidenció las fallas en los sistemas de salud, desveló las profundas desigualdades en la sociedad y demostró la fragilidad de los modelos y sistemas económicos en el planeta.

Así, es consecuente lo que afirma la investigadora en finanzas para el desarrollo Iolanda Fresnillo, en un análisis del 18 de marzo de 2020, titulado ‘Coronavirus y la nueva crisis del capitalismo’, publicado en el portal www.elsaltodiario.com, en el que precisó: “Es evidente que la pandemia tiene y tendrá efectos directos sobre la economía, pero hace falta que lo analicemos con una mirada más global y más amplia, para alcanzar la dimensión de la crisis económica que se ha estado desarrollando más allá del coronavirus. Porque la pandemia del virus Covid 19 está, en realidad, no solo causando una crisis por sí misma, sino desencadenando una crisis preexistente. Una mirada más larga nos permitirá identificar causas profundas de la también profunda crisis que afronta el capitalismo, para buscar así también respuestas en profundidad”.

Una vez se declaró la pandemia, el desconocimiento de la misma generó incertidumbre e inestabilidad en los mercados de valores y las economías del globo, los cuales desde años atrás ya mostraban fisuras. Al no existir una estrategia para controlar el coronavirus se optó por el confinamiento, lo que propició el cierre del comercio, la vida social y de edificaciones públicas y privadas, situación que ha reducido la producción y el consumo en las superpotencias, en los países en vía de desarrollo y en los más pobres.

Prueba del impacto fue la caída de las bolsas y la voraz guerra por los precios del petróleo, además de la devaluación de las monedas, como nuestro peso, que “ha sido la que más ha perdido valor en el mundo desde finales de 2012 hasta hoy, con una depreciación de 40%”, como lo informó El Espectador, en el artículo ‘La fragilidad de la economía colombiana en tiempos de coronavirus’, del 7 de abril de 2020.

Voces antes de esta pandemia ‘vaticinaban’ sin temor la proximidad de una nueva crisis económica y financiera, la que ahora es inminente por los efectos del Covid 19, y que ya se asomaba por los altos niveles de deuda. “Nunca en la historia de la humanidad había habido niveles tan elevados de endeudamiento. En términos absolutos, la deuda global ha alcanzado los 253 billones de dólares el último trimestre de 2019, lo que equivale al 322% del PIB mundial. Es decir, la deuda a nivel global supera el triple de la riqueza producida en todo el mundo”, expresó Fresnillo.

Organismos internacionales como la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, Ocde, y el FMI, han informado que la pandemia puede reducir el crecimiento económico mundial en 2020, al tener una contracción estimada del 3%, lo que confirma un escenario vulnerable.

Esta se proyecta como la peor coyuntura desde la Gran Depresión de 1929, y según Portafolio, en su análisis del 14 de abril de 2020, ‘Covid-19 generará caída global con más impacto en países en desarrollo’, el FMI pronostica que “solo dos economías se salvarán este año de caer en una recesión, pero en ambos casos la expansión será mínima: China, cuna de la Covid 19, crecerá 1,2%, en tanto India lo hará 1,9%. Para los países desarrollados, en cambio, se espera que la caída alcance el 6,1%. La mayoría de las grandes economías sufrirán mermas en su actividad: Estados Unidos (-5,9%), Japón (-5,2%), Reino Unido (-6,5%), en tanto el desplome será peor en la Eurozona, con duras caídas en Italia (-9,1%), España (-8,0%), Francia (-7,2%) y Alemania (-7,0%)”.

La perspectiva para América Latina y el Caribe es aguda con un -5,2%, mientras que “en el caso de Colombia, de una proyección de crecimiento que el Banco Mundial estimaba en 3,6 % para 2020 en sus estimativos de enero, el organismo internacional pasó a una previsión negativa (-2 %) en este año, por el devastador efecto del coronavirus”, reportó El Tiempo en el informe ‘Covid-19: Banco Mundial ve desaceleración en economía colombiana’, publicado el pasado 12 de abril.

En cuanto a Quindío, las cifras no se han socializado, pero el fenómeno tendrá similares efectos, más si esta región ha volcado su dinámica de crecimiento en el turismo, uno de los sectores que más demorará en retornar a la normalidad.

Pues bien, lo que se viene es que nos vamos a enfrentar a una reducción sustancial del consumo, debido a la parálisis y la incertidumbre que se ha generado en el mercado laboral, con la cancelación de puestos de trabajo o los ajustes en materia salarial. Además, la para de la producción, con la rotura de la cadena productiva, la parálisis de sectores como el de turismo, recreación y automotriz, ofrecen un paisaje grisáceo para el desarrollo, el cual se agrava por la posibilidad de que los inversionistas pospondrán sus decisiones económicas, aupados no solo por el actual momento sino a su vez por las infortunadas determinaciones, en el caso de Colombia, de las calificadoras de riesgo como Fitch Ratings, que el pasado 1 de abril rebajó la nota de riesgo soberano de BBB a BBB-, y mantuvo su perspectiva en negativa, en similar juicio al de Standar & Poor‘s, que también recientemente la ajustó negativamente.

Ya el panorama está claro y se puede aseverar que el modelo no pudo atender con eficiencia, eficacia, dignidad y calidad a las sociedades en esta situación de pandemia, y por el contrario se despedazó en un efecto dominó, desde la clases más necesitadas, pasando por la clase trabajadora, hasta llegar a los pequeños, medianos y grandes empresarios y conglomerados, siendo estos últimos, en particular, los mayores defensores del actual orden de cosas, y quienes ahora se declaran en peligro o quiebra, ‘exigiendo salvavidas’ para sus sectores, a los gobiernos de turno.

Todo es incierto. Por tanto, que esta crisis lleve a revaluar cómo se ha manejado el sistema económico en el planeta y particularmente en nuestro país, caracterizado por colosales desigualdades. Las falencias en Colombia en el área de la salud, la inequidad, las hendiduras en el régimen pensional y en la protección social, o en la atención a las poblaciones más vulnerables, y que en esta crisis han aflorado en mayor medida, demuestran que la política económica y financiera ha tenido considerables equivocaciones en detrimento de los más necesitados.

Con lo vivido por el Covid 19, las misiones de sabios, el gobierno nacional y el mismo Emisor, tienen ahora el desafío y la oportunidad para pensar más allá de las reglas fiscales, la austeridad y el sistema financiero, e incluir el componente humano y social que exige una línea económica sostenible y equitativa, que produzca bienes y servicios que respondan realmente a las necesidades de las personas.

Varias han sido las voces de los expertos para el manejo de la emergencia y la reactivación en tiempos de la pospandemia, que van desde la tendida de mano del Banco de la República, el endeudamiento con las administraciones locales, hasta créditos con entidades multilaterales y la venta de activos del Estado, empero todo debe centrarse en el componente humano y solidario, que obliga a prevalecer.

Hay que proteger no solo a los grandes conglomerados sino en mayor medida a los más vulnerables, a los informales e independientes, además de las pequeñas, medianas, micro y famiempresas, que son las que dinamizan el crecimiento local y regional.

No es una competencia, es consciencia social. Claro, no se pueden obviar las grandes empresas, entre ellas las que hacen parte de sectores como la infraestructura y la construcción, que según el artículo ‘SOS a la economía’, del pasado 4 de abril de la Revista Semana: “luego de la crisis del año 1999, estas dos actividades fueron los motores de la recuperación cuando se aceleraron los programas de concesiones de grandes obras de infraestructura 3G”.

La tarea es mayúscula y cada sector público y privado, por derecho defenderá sus intereses, controlado o no el virus, por ello se invoca la solidaridad, la sensatez y la sapiencia del presidente Iván Duque y de cada integrante del sistema económico y financiero. No es momento, por mezquinos intereses particulares, empujar a la Nación y su sociedad al ‘sálvese quien pueda’, cuando se está poniendo en juego el presente y futuro de una sociedad.

El coronavirus es una oportunidad para que se diseñe un plan de choque que salvaguarde a las personas y a la vez estructure una nueva política social y económica que nos asegure afrontar con mayor solvencia y capacidad crisis como la que ahora experimentamos. No estamos exentos a padecer una nueva coyuntura humanitaria, social, sanitaria o natural, como por ejemplo la tan reiterada del cambio climático, que ha sido menospreciado por grandes potencias, pero que es una amenaza apremiante, por eso es ineludible armonizar el desarrollo industrial y energético, con el medio ambiente y el ser humano, para no caer en una carrera por la supervivencia impulsada por el pánico, la incertidumbre y el deterioro social de la humanidad.

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