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Armenia  |  25 mayo de 2020  |  12:00 AM |  Escrito por: Rubiela Tapazco Arenas

El obispo de Armenia pide atender el clamor y autorizar la apertura de los templos

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Perplejo y sorprendido, se declaró el obispo de la Diócesis de Armenia al constatar que, para el Instituto Nacional de Salud, los eventos religiosos se convierten en un riesgo “muy alto” de contagio del coronavirus, mientras los centros comerciales, restaurantes y empresas de producción, entre otros, figuran como riesgo “alto-medio”.

En su mensaje Monseñor Carlos Arturo Quintero Gómez llama a los gobernantes y les dice que la Iglesia no es un virus para la humanidad, dice que la Iglesia está revestida del poder de Jesucristo Resucitado y que se han acatado las medidas de higiene y seguridad, promovidas por las autoridades.

Agrega, que así se ha hecho en las curias diocesanas, en los despachos parroquiales y en los templos, preparando todo como debe ser para demostrar al mundo que les interesa cuidar su vida y la de los hermanos.

Asegura que “la fe no es un virus, la fe es una virtud teológica, que nos abre a la dimensión de lo divino, que nos hace sensibles al dolor del prójimo, que nos permite aspirar a los bienes eternos, que favorece nuestra vida comunitaria y afianza nuestra identidad cristiana y nuestra respuesta de amor a Jesús, la esperanza que no defrauda”.

Dice monseñor, que el clamor del pueblo católico debe ser escuchado: “necesitamos abrir nuestros templos, reconociendo que debemos evitar la presencia masiva de fieles y ajustándonos al protocolo de bioseguridad diseñado por cada diócesis para generar entornos protectores y evitar riesgos de contagio. Nuestro pueblo es un pueblo creyente y necesita de los lugares sagrados, porque allí se une el cielo con la tierra, lo humano con lo divino y se favorece la intimidad con Dios. Nuestros fieles necesitan como nosotros sacerdotes y obispos, la vida sacramental que es un tesoro espiritual que jamás hallaremos en los bienes materiales; necesitamos de la eucaristía, fuente inagotable de bondad, alimento espiritual que nutre nuestra alma, esencia, centro y culmen de la vida cristiana”.

Agrega que “Una sociedad sin espiritualidad se adormece en el tiempo y tiende a la dispersión, a la indiferencia y a la insensibilidad. Una sociedad sin Dios, cae en el relativismo y subjetivismo moral, la acedía espiritual, el sinsentido de la vida, la desesperanza y el desencanto social. No estamos pidiendo permiso para realizar reuniones masivas, encuentros de comunidades, procesiones, misiones, actos de piedad multitudinarios, sacramentos de primera comunión y confirmación a gran escala. Estamos solicitando la apertura de los templos, para continuar viviendo nuestra fe personal y comunitaria.

Afirma el prelado, que los protocolos están diseñados para que, incluso la celebración de los sacramentos de iniciación cristiana, puedan realizarse en medio de las exigencias de bioseguridad.

Clama para que no ahoguen la fe y no lleven al confinamiento espiritual y afirma que la fe no puede ser virtual, pide al presidente y gobernantes que permitan vivir la vida espiritual para ayudar en la tarea de orar por el fin de esta pandemia.

 

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