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Columnistas  |  27 mayo de 2020  |  12:00 AM |  Escrito por: RODRIGO VALENCIA VALENCIA

UTOPIA -1-

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RODRIGO VALENCIA VALENCIA

Por RODRIGO VALENCIA VALENCIA.

En confinamiento. Escrito N° 9

Desde la isla Libertad: Sin partido político, sin atadura religiosa.

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Nunca un ser inmensamente invisible a simple vista, había impactado tanto a los residentes del planeta, hasta el punto de obligarlos de un solo golpe al confinamiento general, gracias a la ciencia; prohibiéndoles tocar algunas partes de su propio cuerpo y exigiéndoles protocolos para tocar el mundo de los objetos y relacionarse con los demás seres.

Hasta la década de los años 60s era normal que madres y abuelas con el lastre de ataduras ideológicas, prejuicios, miedos y creencias difundidas por la “santa” iglesia católica a través de pedófilas sotanas* y una educación moral que consideraba pecaminoso al maravilloso cuerpo humano, prohibieran a las niñas tocarse su vagina en flor y a los niños su pene juguetón. Pero que ahora en la segunda década del siglo XXI prohíban a niños y adultos tocar partes de su cuerpo resulta irracional; parece cosa de locos. Pero no es así.

La palabra la tiene la ciencia que identificó ese microscópico ser; espantoso y letal que subrepticiamente invadió el mundo globalizado, atacando la especie humana. El que no la escuche y viole su mandato, si no tiene armas para enfrentarlo sufrirá un castigo terriblemente siniestro: quedará aislado de su mejor gente, experimentando estragos en su organismo con la lenta cerrazón de sus vías de acceso del aire a los pulmones, hasta morir.

Sin embargo, a pesar de la difusión de avances científicos en virología, epidemiología y en general en medicina, trogloditas como Donald Trump en Estados Unidos y otra caterva de mandatarios, déspotas, insolidarios e inhumanos, privilegiando la bolsa sobre la vida de sus pueblos, hacen oídos sordos a las recomendaciones científicas; sin importarles las catastróficas acciones de aquel ser en el organismo, levantan prematuramente restricciones de confinamiento con el peligro de incrementar más el lento exterminio de miles de personas.

La FAO, que es una organización supranacional encargada de erradicar el hambre en el mundo; en coordinación con los jefes de estado, la banca mundial, los grandes conglomerados financieros que controlan el mercado planetario - por su incidencia en la economía global y local- y quienes toman decisiones trascendentales que afectan a millones de personas en el planeta, todos ellos, por primera vez en la historia, olvidando fronteras, ideologías y antagonismos en el modelo económico, durante un corto periodo de tiempo deben solidariamente en una actitud de humildad e inteligencia, amangualarse en estrecha unión (cosa difícil) sin celos comerciales, sin percepción de amenaza extranjera ni enemigos estratégicos, ni tensiones militares; con el único objetivo de garantizar por unos meses la vida y el alimento de los “ciudadanos de a pie” y de los más vulnerables de cada región para que sigan confinados evitando así la propagación del virus.

Aquellos potentados personajes deben seguir ciegamente instrucciones de las comunidades científicas; no seudocientíficas, ni económicas, ni políticas, ni religiosas, sino científicas; sin objetarlas; al menos por unos meses, mientras crean la soñada vacuna para evitar la enfermedad covid-19 que es el enemigo común.

Este es buen negocio para ellos. Si lo aceptan, después de la vacuna quedará viva la gran muchedumbre: la inmensa masa de hombres y mujeres del planeta, esclavos consumidores de sus buenos o pésimos productos y servicios que ofrecen en “cómodas” cuotas, incluyendo la atractiva basura tecnológica desechable y sofismas de progreso y distracción.

¡Amangualaos por favor! Amangualaos abrazando la ciencia y protegiendo la vida contra el minúsculo enemigo de todos. De lo contrario, con el inexorable paso del tiempo perderán para sus futuros sueños de poder político y éxito comercial planetario, los millones de clientes y electores que mueran.

Nos han vendido la idea que pregona escases de presupuesto. ¡¡Falso!! Esta idea sólo es válida para la salud, la educación, la seguridad alimentaria y el desarrollo de la ciencia que beneficie a la humanidad.

-­­­­­­¿Dónde está el presupuesto de miles de billones para tan magna labor mientras aparece la vacuna?

- Preguntarán los lectores-

- “¡Elemental mi querido Watson!” –

- Responde el soñador:

Cuando aquellos sujetos amangualados y “de pipí cogido estén”, pues que sonrientes abran las dos grandes bolsas que contienen o gestionen el billete para las próximas multibillonarias inversiones en el conjunto de naciones del mundo: La del presupuesto militar global para defensa hasta el 2025 y la de macro proyectos de infraestructura en cada país hasta el mismo año. Veremos que con esta discreta montañita de dólares, se garantizará como mínimo la seguridad alimentaria para quienes en época de pandemia salen al rebusque porque no tienen recursos para sobrevivir, sobre todo en Latinoamérica y los países más pobres del planeta.

la utopía no pedimos regresión ni rompimiento, solo imploramos una trozo de sacrificio al implacable desarrollo, al alucinante progreso de este siglo.

En este momento todos los países, unos más otros menos, están aprovisionados de un fortísimo armamento para destrucción masiva. Las grandes potencias han avanzado hasta el delirio en el desarrollo de proyectos espaciales y tecnologías de guerra extremadamente costosas. Hoy están superadas las modernas armas convencionales. Los países de la OTAN, los 193 de la ONU y los que no pertenecen a estas Alianzas llevan muchos años invirtiendo porcentajes considerables de su PIB en tecnologías para la devastación sectorizada de la especie humana.

En 1982 Gabriel García Márquez pronunció un poético discurso en México, con motivo del 41 aniversario del genocidio que hizo Estados Unidos al lanzar la bomba atómica sobre la inerme población de Hiroshima en Japón; el discurso se titula El Cataclismo de Damócles (está en internet), donde presentó los costos astronómicos de la carrera armamentística de esa época. Evaluó ese “despilfarro económico descomunal”, y demostró con cifras que “…la preservación de la vida humana en la Tierra sigue siendo todavía más barata que la peste nuclear (…) y la carrera de las armas va en sentido contrario a la inteligencia…”

Desde entonces han pasado casi cuatro décadas, y como si nada; las billonarias inversiones en armas de inmensa capacidad de aniquilación humana continúan en ascenso: los avances en tecnología hipersónica han desarrollado cañones que destruyen objetivos de aproximadamente 200 km de distancia, a una velocidad de 2,5 km por segundo; objetos voladores hipersónicos equipados con misiles; armas con tecnología aeroespacial que alcanza 30 km de altura a una velocidad de 7.000 km por hora. Tal vez hoy lo más sofisticado y ultra desarrollado para asesinar a millones de personas, se llama MOAB, que es la hipercatrehijueputa madre de todas las bombas. Esto no es ciencia ficción, es una letal realidad que estamos viviendo ahora en el 2020.

De otro lado, las billonarias inversiones en megaproyectos relacionados con estaciones y viajes espaciales; los importantes, gigantescos y variados complejos de ingeniería en zonas urbanas y rurales de todo el planeta, como túneles, estadios, viaductos, Vías 4G y muchos otros, tampoco se detienen.

La utópica propuesta es suspender por un tiempo considerable las astronómicas inversiones en el desarrollo de estos megaproyectos y las inversiones en compra o desarrollo de potentísimas máquinas de aniquilación humana y esos presupuestos invertirlos, al menos mientras pasa la pandemia, en seguridad alimentaria para que las personas vivan su pleno confinamiento sin urgencias estomacales.

Ahora más que nunca, como afirma con razón el profesor Reynel Valencia V, “…es necesario un sistema de salud compacto y confiable pero no es necesario ir al espacio; mucho menos desarrollar el progreso sobre la depredación de la naturaleza, ni comprar o construir más armas para la guerra. Son necesarios el arte, la literatura, la ciencia y la tecnología así como lo son la solidaridad, el respeto, el orden la honestidad la tolerancia y el amor”.

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*Con sus excepciones, claro está.

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