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Columnistas  |  29 mayo de 2020  |  12:00 AM |  Escrito por: Fernando Rojas Arias

TRES GATOS

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Fernando Rojas Arias

“Tres gatos cazan más que uno”, Fernando Carillo Procurador General de la Nación

En estos tiempos del coronavirus se han presentado muchas cosas curiosas, una de ellas es que a los cementerios se han dejado de llevar flores, los muertos también sufren el rigor de la pandemia. Asimismo, los hombres se han dejado crecer la barba y el pelo, parece que hubiésemos vuelto a los tiempos de los patriarcas de la Historia Sagrada, donde el cabello y la barba era la constante de la época y los estilistas no tenían cabida. Hoy en cambio toma fuerza la frase “Los peluqueros también comen”.

Se han presentado otros casos que para unos y unas es muy positivo (los fieles), pero para otros y otras triste y lamentable. Para algunos señores y señoras sus amantes furtivos tuvieron que sucumbir sus placeres en el aislamiento, en el abandono obligado por el virus enemigo del amor. Padecen igualmente los llamados Bom Bril, jóvenes hombres o mujeres que no quieren salir de las naguas de sus padres a pesar de pasar de los treinta años y quienes satisfacían sus deseos descaradamente en los aposentos de sus novias o novios. Muchachos, por lo general solteros también soportan el rigor de la pandemia, ansiosos de salir a parrandear para levantarse su parche y tener una noche con final feliz y otros, que siendo amigos, se encuentran para vivir una noche más de amigos con derechos. Todos ellos rezan porque se acabe el confinamiento y con él la abstinencia que los deprimen.

Volviéndonos serios, entre las curiosidades que salieron a la luz pública se destaca la de animales que teníamos un poco olvidados: las ratas de alcantarilla, y detrás de ellas como un instinto animal salieron los gatos de una raza conocida por estos tiempos como la raza IAS. Estos gatos no persiguen solos a una rata, lo hacen en manada para no fallar, lo hacen de a tres “porque tres gatos cazan más que un solo gato”. Con su olfato felino a la vez van acosando dos, tres o más ratas y otras que ante el acecho no les queda más remedio que salir de sus oscuras madrigueras. Eso sí, tienen la esperanza de un cuarto gato, el de la rama judicial, concretamente de la penal, que tenga la suficiente energía, la siete vidas del gato, para desterrar la maldita plaga roedora de apetito insaciable por los dineros públicos.

Estos gatos que no son angoras ni siameses tienen además la misión de desenterrar las ratas ocultas, las ratas mamás, las que han engendrado las ratas nuevas, las mismas que se amparan y esconden en las mieles del poder. Estas ratas deben estar bajo las felinas uñas de los tres gatos que no pueden desfallecer, que tienen que continuar para erradicar de una vez por todas esa plaga que se reproduce donde llega el mejor de los quesos, en las gobernaciones y alcaldías donde esos entes (de olfato fino) aprovechan cualquier hendija por donde se filtra el olor de la gran cuajada, para roerla sin importarles ni siquiera la mortal pandemia del coronavirus.

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