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Columnistas  |  30 mayo de 2020  |  12:00 AM |  Escrito por: Christian Ríos M.

GUERRA, POLÍTICA Y PODER EN EL MUNDO CONTEMPORÁNEO

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Christian Ríos M.

Los nuevos escenarios políticos en un mundo globalizado y mundializado como el actual, tienen bajo su colofón un conjunto de dinámicas en las que la guerra, la política y el poder establecen derroteros para la implementación de estrategias de tipo económico, social, ambiental, industrial, de seguridad y defensa. De la misma manera, la razón del estado donde se configuran los objetivos y los intereses de las naciones, establecen estrategias para ser ejecutadas bien sea en el plano local, regional o internacional. Se entiende entonces, que las medidas que se tomen dentro del sistema internacional de parte de los Estados-Nación de forma singular terminan surgiendo efecto dentro de la comunidad global de forma plural, evidenciándose de esta manera el ejercicio político ejercido por los diversos Estados para la consecución de sus objetivos.

Será lícito, pues, plantear una cuestión: ¿Se mantiene la guerra como instrumento efectivo de la política? El general prusiano Karl von Clausewitz, dentro de sus múltiples estudios realizados sobre la naturaleza de la guerra, se refiere de forma continua, como la confrontación de forma directa o indirecta de dos bandos o dos contra partes que de una u otra manera se enfrentan para el uno someter al otro, con el fin de imponer su voluntad: “La guerra constituye, por tanto, un acto de fuerza que se lleva a cabo para obligar al adversario a acatar nuestra voluntad” (Clausewitz, 1976). Pero con mayor análisis y profundidad, Clausewitz, toma otro concepto adicional a la guerra y se refiere de forma genuina sobre el uso específico de “la fuerza”: “La fuerza, es decir, la fuerza física (porque no existe una fuerza moral fuera de los conceptos de ley y de Estado) constituye así el medio; imponer nuestra voluntad al enemigo es el objetivo. Para estar seguros de alcanzar este objetivo tenemos que desarmar al enemigo, y este desarme constituye, por definición, el propósito específico de la acción militar: reemplaza al objetivo y en cierto sentido prescinde de él como si no formara parte de la propia guerra.” (Clausewitz, 1976).

Podemos ir estableciendo entonces dos conceptos básicos de la guerra: medios (fuerza) y objetivos (fin). El profesor Esquivel, en su asignatura introducción a la Estrategia, dictada en la Escuela Superior de Guerra, más específicamente en la maestría de Estrategia y Geopolítica, plantea que los intereses nacionales de un Estado están sujetos a una gran estrategia y una visión estratégica, estas dos componen la política nacional y de esta deviene lo que es la formulación de la estrategia; sobre la estrategia se condensan los fines, modos y medios (Esquivel, 2019). Comparándolo con el postulado de Clausewitz sobre los conceptos anteriormente tratados en este escrito, los “medios y los objetivos” que plantea el historiador prusiano, son actualizados dentro de unos fines que son los objetivos nacionales, el poder nacional viene siendo el medio y se le suma el modo, que es la aplicación de la estrategia.

Ahora, bien; la guerra no es ejecutada con la exclusiva meta de imponer voluntades, sino que también es un medio para alcanzar objetivos. Para Sun Tzu, ello concurre en un arte, en el que se busca someter al enemigo sin luchar, empleando el engaño -contradicción frente a los postulados de Clausewitz, por cuanto para éste último, la fuerza es el motor principal en la consolidación del objetivo.

Los aportes de Sun Tzu y Clausewitz emplean dos conceptos centrales, como lo son la política y la guerra. 'La política significa aquello que hace que el pueblo esté en armonía con su gobernante, de modo que le siga donde sea, sin temer por sus vidas ni a correr cualquier peligro' (Sun Tzu). Por ende, 'la guerra no constituye simplemente un acto político, sino un verdadero instrumento político, una continuación de la actividad política, una realización de ésta por otros medios'. (Clausewitz). Se puede establecer entonces, que la guerra tiene su origen en un objetivo eminentemente 'político', siendo éste el factor que la desencadena.

El mundo contemporáneo

A la par de la política, la guerra ha venido transformándose, a lo largo de diferentes tipologías y generaciones. En política, los conceptos de república establecidos desde la antigua Grecia, tomaron fuerza con las revoluciones liberales burguesas en el siglo XVIII, reemplazándose a un régimen de tipo feudal con uno de características monárquicas, de tendencia imperialista. Sin embargo, a pesar del liberalismo republicano como reemplazo del antiguo poder político, la tendencia imperial no ha perdido su objetivo. Este concepto se adaptó y se estableció en el seno de la nueva concepción del Estado Moderno. La característica de un imperio es la expansión del poder político sobre una geografía preponderante de forma directa e indirecta, en el que se establecen nuevos elementos de poder para ser ejercidos por medio de la geopolítica (Rios, 2018). Los fines, modos y medios que plantea la estrategia como política nacional de un Estado, se convierten en el corolario de las nuevas confrontaciones.

La guerra también evoluciona. Sir John Keegan, historiador inglés destaca su libro “Historia de la guerra”, (1995) como contra parte a Clausewitz que solo limitaba la guerra de forma exclusiva al Estado, conceptualiza la guerra como producto cultural de determinadas civilizaciones. (Keegan, 1995). Huntington aborda el tema del profesionalismo militar, esencial a la democracia liberal, fundamentalmente en lo referido al “control civil objetivo de las fuerzas armadas”. (Huntington, 1964). Pero fue Martin Van Creveld profesor de la Universidad Hebrea de Jerusalén quien publicó “La transformación de la Guerra”, donde aborda unos escenarios atípicos en los que la confrontación directa –ejercida por la fuerza, de Clausewitz- pierde importancia, y se empiezan a generar conflictos establecidos sobre una baja intensidad o de confrontación indirecta, o más bien de tipo asimétrico dentro de los Estados (Creveld, 1991). Ya la guerra no se da entre estados ni gobiernos, sino en el seno de ellos mismos, “al perder el Estado el monopolio de la violencia, la guerra se hace entre otros actores tales como entidades étnicas, bandas criminales o guerrillas”. (Sanchez, 2014). Tenemos entonces una evolución generacional de las guerras al punto de llegar a una cuarta generación.

Los conflictos de cuarta generación o guerras de tipo asimétrico se presentan como el cambio conceptual de la guerra clásica (Clausewitz, 1976). Grautoff establece: “en las guerras de cuarta generación el tradicional teatro de operaciones pasa a un segundo plano para entrar a dirimirse los conflictos en la sociedad civil” (Grautoff, 2007, pág. 134). Es decir, se amplía la esfera estrictamente militar al ámbito de la sociedad, de hecho, factores como la religión y su fundamentalismo termina convirtiéndose en nuevas amenazas bajo la organización de grupos no estatales donde usan el terrorismo como su principal arma estratégica (Nievas, 2006).

Política y Poder

¿Cómo intervienen la política y la guerra de forma contundente en los novedosos escenarios del conflicto? Habrá de tenerse presente que, siempre que se hable de política, destaca la relación de la misma con el poder.

En la perspectiva de distintos autores, el poder la fuerza que se ejerce contra algo para conseguir un fin determinado. Para Nicolás de Maquiavelo –uno de los padres de la escuela realista-, el poder habrá de ser ejercido en función de la conservación del mismo; en cuanto al poder político y el Estado, plantea que se deben de esbozar objetivos y causas donde cualquier medio utilizado será válido para su consecución (Maquiavelo). El teólogo alemán Hermmann Busenbaum -en su libro “Medulla theologiae moralis”- sentencia: 'Cuando el fin es lícito, también lo son los medios' (Busenbaum, 1834). Se entiende entonces, que ese fin logra consolidarse como la razón del Estado, conforme lo plantearía luego Henry Kissinger, en El Orden Mundial: 'La raison d'État es el interés nacional' (Kissinger, 2016).

Bajo esta lógica y esta dinámica, se plantea una relación complementaria e indisoluble entre el poder, la política y la guerra. Dentro de esta trilogía, se ejecuta el poder desplegado por los estados a través de la política, con la coacción misma de la guerra como instrumento de fuerza coercitiva para la consecución de los intereses nacionales como razón misma del estado. (Rios, 2018).

Hoy, el poder es llevado a la práctica ponderándose dos posiciones antagónicas: poder duro y poder blando (hard power, soft power). El primero hace referencia a un uso cruento del poder, o por la fuerza; mientras que el segundo recurrirá a metodologías no necesariamente coercitivas, como la cooperación y la simpatía. Bially Mattern plantea, en cuanto al poder duro: 'Cuando se trata de la práctica de la política mundial (en oposición a la reflexión académica sobre ella), la sabiduría recibida de que las armas y el dinero son instrumentos “duros”; aún se mantiene en gran medida; se piensa que hablan por sí́ mismos como recursos coercitivos y, por lo tanto, que funcionan de manera más efectiva' (Mattern, 2005). Nye dirá, entonces: 'El poder blando es la capacidad de atraer a las personas a nuestro lado sin coerción. La legitimidad es fundamental para el poder blando. Apelar a los valores, intereses y preferencias de otros puede, en ciertas circunstancias. La cooperación es siempre una cuestión de grado, y está profundamente influenciada por la atracción'. (Nye, 2007)

Conclusiones

Clausewitz y Sun Tzu ciertamente merecen un espacio privilegiado en las ciencias del conflicto, poniendo relevancia en lo que respecta a ejecución, planeamiento y estratagemas como fines de la guerra, como también en política. Maquiavelo desarrolla sobre la utilidad de fines y medios para conseguir, sustentar y sostener el poder.

En tiempos presentes, la guerra se sostiene como un instrumento efectivo de la política. La razón del Estado y los intereses nacionales no ganan empuje bajo una concepción utópica de las realidades mundiales, sino que se implementan a través de ecosistemas de poder blando y de un poder duro ejercido por los Estados dentro del sistema internacional. En tal espectro, el poder se desenvuelve a través de la política, y ésta, de igual modo, se erige sobre un modelo de fuerza coercitiva -la guerra. A la postre, la guerra se presenta motorizada por variables religiosas, étnicas, culturales e incluso ambientales, bajo concepciones de asimetría de fuerzas que, en el epílogo, replantean las diferentes y nuevas políticas y estrategias estatales.

En la realidad actual, los Estados implementan políticas de cooperación que, por uno u otro sendero, construyen liderazgos para consolidar fines diplomáticos; las alianzas no se reducirán estrictamente al ámbito militar, sino también al económico y/o político. Asimismo, la evolución de la guerra evidencia la actualización constante de un instrumento de coerción directa o indirecta para beneficio de la política, pudiendo configurarse como un subsistema de alerta temprana o de amenaza preventiva para las naciones. Ningún Estado se arma para hacer la paz; en todo caso, puede argumentarse que lo hace para disuadir frente a amenazas potenciales contra su poder establecido. Los alcances de esta prerrogativa serán definidos por los propios intereses de cada Estado, en donde éste evaluará cómo se encuentra en riesgo su supervivencia.

Observando un carácter tan actual como la política, la guerra se reinventa y actualiza bajo inéditos escenarios y concepciones de poder, bien fuere en el plano armamentístico, económico, ambiental, y/o cibernético. Peor todavía, pudiendo cobrar forma en la promoción de fuerzas invisibles, como una variante química/biológica (para algunos analistas y observadores, el COVID-19 consignaría un ejemplo).

Nota: Este artículo fue previamente publicado en el Ojo digital de Argentina.

Mg. Christian Ríos M.

Politólogo Internacionalista de la Universidad Militar Nueva Granada.

Twitter: @CHRISTIANDAES6

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