• VIERNES,  29 MARZO DE 2024

Columnistas  |  31 mayo de 2020  |  12:00 AM |  Escrito por: EL FLACO JIMÉNEZ

MEDITELO CONMIGO 13

0 Comentarios


EL FLACO JIMÉNEZ

Por Flaco Jiménez

Llegamos a la clínica corriendo. Nos acostaron en una camilla y de pronto veo que por la rendija de mamá que ya estaba muy dilatada (la rendija), se asomó la fea nariz de Buitragón. Y qué susto me pegó. Y con razón, porque lo único que, por esa rendija yo había visto asomar era al cabezón de mi papa y lo digo para que conste que no hubo infidelidad en Cartagena como pensaban los chismosos. El maldito ginecólogo me miraba con rabia. Yo era el culpable de todos sus diagnósticos equivocados y la gente ya empezaba a hablar mal de su capacidad profesional. Las únicas dos personas en Manizales que todavía le tenían confianza eran mi madre y la suya.

Buitragón me decía que saliera, que tranquilo, que nada me iba a pasar, pero yo le hacía pistola desde la matriz. No estaba dispuesto a salir a las buenas, si quería sacarme que entrara por mí. Entonces lanzó otra calumnia más. Primero había dicho que yo no existía, después dijo que yo era un tumor y cuando vio que no era capaz de sacarme a las buenas, declara que yo estaba mal colocado. Bellaco. Mentiroso. Si yo he tenido una mejor coloca en la vida que la que tenía en ese momento. Envidioso el matasanos. Que yo estaba mal colocado dijo, y le pidió los fórceps a una enfermera disque para sacarme por la fuerza. El matasanos metió esas tenazas y logro agarrarme de la cabeza, yo sentí que había llegado la hora decisiva. Rápidamente hice un repaso de las razones por las cuales no quería nacer. Primero tenía miedo de nacer monstruo por la fumigación con rayos X que me hizo Buitragón cuando apenas era un fetico chiquito, como ya les conté en el capítulo 12 y también tenía miedo de nacer con un complejo Edípico en caso de ser hombre, o un complejo Eléctrico en caso de ser mujer.

En esa época no existía la ecografía y ni siquiera yo mismo sabía cuál era mi sexo, porque no me habían puesto la cobijita azul. Tenía miedo también del nombre que me iban a poner. Yo me quería llamar Epicuro, como el filósofo griego que buscaba el placer, o Nerón que le metió candela a Roma, o Quintin Lame el indio que se enfrentó a los abusivos abuelos de Paloma Valencia. Pero conociendo a mis padres estaba seguro de que me pondrían salvador, Bautista, Pio, Laureano, o Santa Teresa. ¡Que oso! ¿O de pronto Eleuterio, Aniceto, Epaminondas? ¿Cómo hubiera sido el bulin en el colegio? Mejor me hubiera quedado adentro y sería Nonato. Pero la razón fundamental por la cual yo no quería nacer era tener que trabajar. Me parecía horrible subir y bajar, agachar la cabeza y doblar la cerviz, correr, trotar, marchar, sudar, transpirar y resoplar y todo por un mísero salario. Yo quería ser poeta, para soñar y escribir, vagar y divagar, variar y disvariar, beber y culiar y nada más. Pero en Colombia no hay garantías para esa profesión, así que me agarre duro de la matriz y aunque Buitragón también jalaba no era capaz de sacarme con sus tenazas y empezó a temer por mi vida y la de mi madre (temer es un decir porque el osbtetrahijueputa nunca temió más que por su prestigio).

Mi mama se asustó con ese forcejeo y dijo en voz alta, a los gritos, la oyeron en toda la clínica: Sagrado Corazón de Jesus, si mi niño se salva le consagro las manitos a tu servicio. El sagrado corazón dijo que si porque mi madre gritó Gracias Señor y yo entonces resolví salir. Con las manos consagradas no tendría que jornaliar. Me solté y me dejé caer, bajé como en tobogán a las manos de Buitragon, lo tomé por sorpresa, pero no le permití que me diera una palmada para hacerme llorar como hacía con todos los niños. Yo siempre fui flaco y flexible, así que me le escurrí de las manos, me eché al hombro el cordón y trepé por la barriga de mamá como hacen las crías marsupiales hasta que llegué a sus pechos y desde allí le dedique una sonrisa a Buitragón que se quedó boquiabierto. Las enfermeras y el anestesista y la señora de los tintos aplaudieron, como debería estar aplaudiendo ahora mismo el lector inteligente, que además será paciente pues tendrá que esperar el próximo capítulo para saber que pasó el día que mamá me sacó en cochecito al parque y me alcanzaron a ver unos gitanos.

PUBLICIDAD

Otras Opiniones

Comenta este artículo

©2024 elquindiano.com todos los derechos reservados
Diseño y Desarrollo: logo Rhiss.net