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Columnistas  |  02 junio de 2020  |  12:00 AM |  Escrito por: Manuel Gómez Sabogal

XIMENA, UNA MUJER MUY ESPECIAL

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Manuel Gómez Sabogal

En esta ocasión, quiero escribir sobre alguien muy especial y quien ahora vive, labora y acaba de montar empresa en México. Alguien que ha luchado durante su vida y es una verdadera guerrera o como digo yo, uno de esos “valores perdidos”, pues además pinta, es amiga de grandes artistas, escala, perdona, disfruta la vida y hace mucho más.

Han pasado muchos años, desde cuando la vi por primera vez. Yo salía del English Pub, un extraordinario sitio al norte de Armenia. Acababa de cerrar el local, pues ya había terminado mi labor.

Caminé un poco, pues iba a buscar algo de comer ahí cerca. A esa hora, hacían perros calientes y vendían con gaseosa. De pronto, a mi izquierda y sentada estaba ella. Era una niña, muy joven. Lloraba y se hallaba sola. Me arrimé y me quedé a su lado, en silencio.

Esperé a que me mirara con sus ojos tristes y le pregunté qué le pasaba. – Me quiero morir, fue su respuesta. Le dije que estaba muy joven y que la vida era bella. Seguimos conversando un poco y luego, le dije que se fuera a su casa. Que esperaba volver a verla al día siguiente y más tranquila.

Así fue. Apareció un día después y charlamos. Me sentí muy contento. Después, se me perdió.

Años más tarde, gracias a las redes sociales, la volví a encontrar. Algo que quería que sucediera de tiempo atrás. Charlamos y estaba muy animada y con ganas de hacer muchas cosas.

El destino, los momentos, lugares, todo influye a veces para que la vida cambie en un segundo. Por eso, ella nunca imaginó que un paseo en moto con otra amiga, terminaría en tragedia.

Cuando aquella tarde a comienzos de septiembre de 2014, se dirigía con una amiga por la Avenida Centenario con la tranquilidad del caso, observando el paisaje y disfrutando la vida, aparecieron dos atracadores quienes las redujeron y robaron. Lo grave del caso fue que cuando ya habían partido y las habían dejado tiradas en el piso, ella volteó a mirar y sonó un disparo que dio en su cuerpo. En septiembre 4, escribió “Amigos míos, he sido víctima de la estúpida violencia en el Quindio. Me disparararon pero todo saldrá bien. Me recupero rápidamente. Pido a todos una oración por mi cirugía”

Había sentido un quemonazo fuerte en la espalda y quedó ahí tendida, esperando una ambulancia que tardó siglos en aparecer.

La noticia en el periódico me erizó la piel y fui al hospital a verla. Estaba en piso ya. Lo peor había pasado. La vi y me alegré demasiado. Fue un momento de sentimientos encontrados. Estaba mejor, pero no sabía si podría recuperarse y volver a caminar. Al salir, unos metros más adelante, entré a otra habitación. Allí estaba recuperándose uno de los atracadores. Un muchacho, un joven. Solo lo miré y nada le dije, ni lo vi con odio. Nada de eso. Me fui.

Pero ella seguía aferrada a contar. Y el 7 de septiembre, escribió: “Bueno, después de una larga espera en este hermoso hospital llega el día de la verdad, mañana a las 10 am me extraen la bala y las esquirlas que está muy cómoda entre mis vertebras l4 y l5, así que toda la energía y luz enfocada en la mente del neurocirujano que hará el procedimiento. Todo saldrá bien y sé que me iré caminando de este hospital, un beso y las gracias infinitas por toda la bonita energía que me han expresado. Mañana naceré de nuevo”. “¡Soy capaz de perdonar y levantarme de nuevo!!!” Somos galaxias”. El 14 de septiembre: “¡Ni a balazos me quitan el buen optimismo! ¡Salgo de la clínica hoy!”

En octubre, ella escribió: “Recuperando sensibilidad y entendiendo la magnífica forma que tiene el dolor de enseñarme. Lo acepto, lo vivo y no lo grito. Pero uffff que difícil forma tras las bambalinas tiene”. “Quiero caminar, correr, montar bici, subirme a los árboles, bailar y tanto más... Por lo pronto ya comienzo los ejercicios de pie y escalaré el mundo pronto. (Ah y el dolor se irá). “Hoy me dio la mano y me pidió disculpas uno de los dos hombres que me cambió la vida. Yo lo disculpé y vivo sin rencores, a él le esperan 24 años de duro aprendizaje”

Para noviembre, se programó la audiencia. Allí, uno de los jóvenes atracadores la miró: “Él, con su cara llena de odio me miro, no podía dar más que eso, simplemente su pena ya estaba dicha: 24 años de prisión, yo no me inmute ni le bajé la mirada, él había decidido todo en el momento mismo en que disparó; con esta sentencia se cierra este ciclo con ellos dos”.

Volví a ver a mi amiga fuerte y poderosa. Meses después, estaba en su apartamento. Para completar, un quinto piso. Estaba con muletas…luego, más adelante, utilizaba bastón.

Meses después, se me desapareció nuevamente y por completo. De pronto, como por arte de magia, en enero de 2016, estaba en México. Le habían ofrecido todo para su recuperación total y para que volviese a caminar. Empezó los tratamientos y con fe, mucha fuerza de voluntad y porque cree en ella, volvió a caminar, a ser mejor, a disfrutar como siempre.

“La empresa que donó la mitad de los implantes me ha contratado, solo faltan mis papeles y podré seguir laborando con ellos, gracias a esto podré continuar con los pagos y con las terapias, no está por más decirles que, aunque quede con una discapacidad no me minimiza en lo más mínimo para continuar con las ganas de disfrutar la vida y de salir adelante coronando cumbres y disfrutando de estar viva. Por lo pronto quedo con el compromiso de ayudar a quien necesite en mi camino ya que más agradecida no puedo estar con todos y cada uno de ustedes. Sus oraciones y ayudas no han sido en vano. Gracias totales”.

Hoy, Ximena Bolívar Botero hace lo mejor de su vida. Camina, trota, escala, pinta y acaba de montar su empresa. La sigo admirando, porque la vida la ama, Dios la ama. Gracias a la vida…

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