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Cultura  |  14 junio de 2020  |  12:01 AM |  Escrito por: Rubiela Tapazco Arenas

Optimismo... inconcluso

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Un texto de Guillermo Salazar Jiménez.

Durante la cuarentena leyó libros escogidos, algunos por curiosidad y otros al azar. Entre estos se tropezó con Colombia. Hacia un país de altos ingresos con movilidad social, editado por el Banco Interamericano de Desarrollo –BID -. Oportuno para revisarlo en esta clausura, pensó, porque mientras la epidemia crece, la esperanza por el futuro se debate entre los que creen en los cambios y aquellos que dicen todo seguirá igual.

Su experiencia le afirmó que era posible reorganizar la vida futura del país. Dijo que el título del libro definía bien su contenido, es decir Colombia tiene bajos ingresos y poca movilidad social. Hacia estos dos graves problemas endémicos enfoca el BID sus propuestas, para que el país las cumpla hacia el 2038. Como maestro centró allí su atención optimista del futuro.

Pensó que si la clase media crece sin las condiciones de extrema pobreza nos ayudará a ver luz dentro del túnel. Dice el BID en la página 18: “Al mismo tiempo, deberá abordarse el reto de una mayor equidad, con instrumentos y políticas públicas que favorezcan a los sectores de menores ingresos…” Fui optimista parcial hace varias décadas cuando los planes de gobierno afirmaban lo mismo; soy optimista truncado hoy porque leí, gracias al confinamiento, que la desigualdad será una prioridad. Desde 1959 el BID definió el horizonte del desarrollo, con sus programas y préstamos, así como lo plantea para 20 años más. Alegra saberse optimista porque nos faltan 19 años y 6 meses para reconocer una Colombia diferente. Los 60 días de reclusión se pueden tomar como preámbulo de un futuro deseado.

Contra el miedo que produce la COVID-19, válido ser optimista. Abrió el libro en el capítulo 3, donde el BID presenta los grandes temas estratégicos: reactivación de las fuentes internas de crecimiento, desarrollo de la capacidad institucional y del estado de derecho, y reducción de la exclusión social y la desigualdad. Pensó que son problemas históricos vigentes con la presunción de ser resueltos con optimismo -ausencia de miedo por no tener un futuro con promesas deseables –que presentan como vacuna social.

Los maestros merecemos ser optimistas, meditó, porque la educación tuvo espacio en las propuestas del BID. Frente a los retos de desigualdad y baja calidad propone, página 67: “I) Aumentar la inversión en educación y garantizar el uso eficiente y equitativo de la misma, II) promover el desarrollo docente y III) establecer progresivamente la jornada única”. Concluyó: Con el coronavirus, los esfuerzos gubernamentales se multiplicarán e incumplir estas propuestas académicas unidas a las económicas podría convertirse en detonante de una explosión social sin control.

Hay un plazo razonable para aprovecharlo y no desfallecer, pensativo continuó: El futuro escrito brilla por estrategias lógicas, falta hacerlas realidad. El optimismo sin logros decae en desilusión y anarquía; Martín Caparrós dice que “El apocalipsis es lo contrario del caos: es un orden muy preciso, el orden de la destrucción ordenada por un dios en el que muchos de ustedes, por razones que se me escapan, creen”.

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