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Educación  |  09 julio de 2020  |  12:00 AM |  Escrito por: Rubiela Tapazco Arenas

La vida cambió para los profesores y la experiencia docente es muy distinta con la pandemia

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En los primeros días no se imaginaban la manera de adelantar su trabajo en la casa, era difícil equilibrarse para superar el miedo, no dimensionaban la forma de lograr los objetivos con los niños y mucho menos que alcanzarán los resultados, es decir, los días eran complicados y las noches de insomnio.

Sacaron energías de cualquier parte, los profesores no estaban preparados para semejante realidad, como no lo estaba nadie, la angustia era inevitable.

Cada momento se enfrentaban a situaciones muy particulares, pensaban en sus condiciones, muchos no eran amigos de la tecnología y escasamente contaban con una “flecha” de celular para atender su cotidianidad.

La avalancha de cambios en su vida laboral ha sido difícil de sobrellevar. Si como docentes no contaban con un teléfono de última tecnología, qué sería de sus estudiantes, sabían que algunos de ellos no tenían medios en su casa, de manera que se han enfrentado a una situación de caos que los derrota por momentos y les baja el ánimo, han sido días dolorosos e impensados, sin solución a la vista.

A muchos maestros les ha generado profunda tristeza que durante varias semanas no tuvieran noticias de sus estudiantes y aún les causa dolor, saber que muchos de ellos no cuentan con un teléfono o sus padres carecen de dinero para hacer una recarga de internet y recibir las guías e instrucciones para los niños.

Sin embargo, la mayoría de docentes se han adaptado a esta nueva realidad, entendieron que no podían seguir avanzando al ritmo que traían antes de la pandemia y que la vida se ha vuelto lenta.

Uno de estos casos es el de la profesora Elsa Barrios Ramírez en el Instituto Técnico Industrial en el sur de Armenia, en donde todos los días se encontraba con centenares de estudiantes que la alegraban con su bullicio en las aulas, pasillos y patios.

Rápidamente se ha ido adaptando a esta nueva realidad, su correo electrónico se llenó de mensajes de un día para otro, el WhatsApp está congestionado y las voces de los niños o sus padres, llegan en cualquier momento, las llamadas telefónicas son siempre urgentes y de afán, la vida le cambió, dice la maestra con la misma tranquilidad con la que antes ayudaba a sus niños a resolver conflictos personalmente.

Pero los mensajes no solo son de estudiantes y padres de familia, también llegan del rector, coordinación y otros profes convocando reuniones virtuales, pidiendo cambiar programas didácticos, enviar guías semanales, continuar con muchas actividades y tratar de avanzar, pese a los nuevos procesos burocráticos.

Para esta profe, el oficio se ha multiplicado, en su casa tiene que atender los quehaceres diarios sin descuidar los alumnos, responder las llamadas telefónicas de abuelos que a kilómetros de distancia piden explicación para ayudar a sus nietos a hacer la tarea, el tiempo no le alcanza, los días de desconexión ya no existen y la vida se revolvió.

El docente, es un personaje con poco reconocimiento de la sociedad, que cada día trabaja para que los niños sean mejores y ahora, se resquebraja en la soledad de querer llegar a todo y no poder siquiera tener unos minutos para sí mismo, dicen muchos educadores.

Los colegios tuvieron por arte de magia que cambiar de un día para otro, y los docentes se han visto enfrentados a una realidad que los ha superado, poniendo sus sentimientos a flor de piel, en medio de la incertidumbre.

Ahora la profesora Elsa, se aferra cada día al computador con la esperanza en que sus niños y niñas aprendan a leer, escribir, sumar y restar, distanciados de las aulas de clase, esos espacios en donde se olvidan de tantas necesidades, en donde se encuentran con sus amigos y son tan felices, en esos sitios en los que comparten su merienda, se abrazan, pelean y se cuentan historias.

Todos, incluida la profe Elsa, han tenido que aprender de una situación inesperada como esta de la pandemia a cambiar sus hábitos, sin olvidar que cada espacio tiene su sentido, y que cada uno es muy importante para el otro, que todos se extrañan, que todos se hacen falta y que, para esos niñitos de primero, el contacto con sus pares es fundamental y la presencia de sus maestros les indica el modelo a seguir.

La profesora Elsa, ve pasar sus días delante del computador, escucha los mensajes de afecto que le envían sus pequeños alumnos, revisa tareas, les hace llamadas y trata en la distancia de apoyarlos al máximo, con la solidaridad del colegio y de las autoridades locales, para que aprendan a leer y muchas cosas más, acompañados de sus padres a quienes también les tocó estudiar al lado de sus hijos.

Elsa Barrios se preparó como docente especializada en tecnologías de la información para este crucial momento, ha demostrado hasta la saciedad que cuenta con las herramientas emocionales para soportar los cambios que vive la humanidad y su profesión, se siente feliz y agradecida de enseñar y aprender junto a sus estudiantes, les adapta el procedimiento a cada uno, les facilita las oportunidades según sus características, y espera que al final del año el proceso sea rico para los pequeños, sus padres y el colegio, destaca que en este segundo semestre los estudiantes que carecen de las herramientas tecnológicas recibirán las fotocopias para que cumplan con los trabajos y no se queden rezagados.

Quienes encontraron su vocación en la educación, sienten que enseñar, no es únicamente un acto cognitivo, sino que están asociadas acciones sociales y afectivas que influyen directamente en el ambiente laboral y del aula.

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