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Columnistas  |  14 julio de 2020  |  12:00 AM |  Escrito por: Carlos Eduardo Urrea A.

SE ACABÓ LA MELANCOLÍA DE LOS FEOS

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Carlos Eduardo Urrea A.

Por Carlos Eduardo Urrea Arbeláez

En un mundo donde la mayoría de las personas prefiere pasar su tiempo en los salones de belleza y los gimnasios y le huye a las bibliotecas; donde se prefiere estar a la moda que aprender algo nuevo, definitivamente las oportunidades para los feos son completamente reducidas. Es como si no cumplir con los parámetros de belleza del momento fuese un pecado y digo del momento porque esos parámetros definitivamente van cambiando como un camaleón con el transcurrir del tiempo, pero la constante es que quien no se acoge a ellos siempre tendrá que vivir rezagado y aislado de la sociedad.

En el tiempo que llevo transitando por el camino de la vida he visto cualquier cantidad de modas, como las botas campana de los 70s, pasando por el copete Alf de los alocados 80s y la moda minimalista de los 90s. Pero sin lugar a duda el culto a la belleza creció de manera desaforada y grotesca en el comienzo de este milenio y tristemente tengo que decir que a veces nos encontramos con personas que parecen una caricatura de ellos mismos, por el exceso de músculos, melanina, silicona, botox y bio polímeros, que son inversamente proporcional a las neuronas de sus cerebros.

La melancolía de los feos es como define Mario Mendoza, esa tristeza que siente Alfonso Rivas un hombre inteligente, pero cuya brillantez contrasta con lo poco agraciado que es por su escases de cabello y baja estatura que, además, remata con una joroba, esa melancolía que sufre por no ser tenido en cuenta por la sociedad debido a su poca gracia y belleza y sin que importe el nivel de su cultura e intelecto.

No obstante, por capricho de un virus travieso que todos conocemos y que nos tiene a todos con la boca y la nariz cubierta, se podría decir que momentáneamente los feos cederán esa melancolía a los más agraciados, quienes ahora no podrán lucir su rinoplastia y el botox de sus labios y por primera vez en muchas década solo veremos el espejo del alma, es decir los ojos de las personas donde se refleja la verdadera belleza y no la que nos han impuesto los estándares de belleza durante décadas. Solo resta esperar una secuela de la obra de Mendoza que supongo titularía “La Melancolía de los bonitos” o por qué no "La ilusión de los feos".

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